Iglesia de Santa Marta de Tera, Zamora
Introducción
El antiguo monasterio de Santa Marta de Tera
se localiza en la población del mismo nombre, situada a orillas
del río Tera a aproximadamente una veintena de kilómetros
al oeste de Benavente por la carretera que conduce a Ourense a través
de las comarcas de Carballeda y Sanabria.
Se levanta el templo, convertido a día de hoy
en la parroquia de la localidad, en el mismo centro urbano de Santa
Marta, enclave de marcada vocación jacobea al constituir
un recurrente principio y final de etapa del Camino Sanabrés
a Santiago, un ramal secundario que, partiendo de Granja de Moreruela,
llega a Santiago a través de Verín y Ourense como
alternativa o atajo desde la Vía de la Plata.
Además
de por la citada tradición jacobea, Santa Marta de Tera ha
ganado mayor relevancia desde hace unas pocas décadas tras
darse a conocer su fenómeno de la luz equinoccial, por el
cual, dos días del año (en marzo y en septiembre),
la luz penetra por un óculo de su cabecera incidiendo directamente
sobre el capitel izquierdo de la misma; un acontecimiento que cada
año concentra mayor número de visitantes.
Este fenómeno se suma al más conocido
de San Juan de Ortega (Burgos) donde un rayo de luz incide sobre
la escena de la Anunciación.
Fue declarada Monumento Histórico Artístico
en el año 1931.
Apuntes históricos
Desde las primeras décadas del siglo X es de
suponer que todo el territorio norte zamorano vivió la explosión
del fenómeno cenobítico promovido desde la mitra de
Astorga por obispos de la importancia de San Fortis o San Genadio,
sin embargo, no es hasta finales de siglo, concretamente el año
979, cuando aparece la primera mención documental contrastada
de Santa Marta de Tera.
Durante estas últimas décadas del siglo
X y a lo largo de todo el siglo XI constan documentadas un buen
número de donaciones al monasterio por parte de familias
nobles e incluso de la propia realeza, llegando a aglutinar Santa
Marta de Tera un notable volumen de posesiones, algunas a bastante
distancia geográfica, lo que da buena cuenta de su importancia
durante el altomedievo.
Por ejemplo, en 1063 a través de una donación
de los reyes leoneses Fernando y Sancha, el cenobio de Santa Marta
de Tera pasa a depender al Obispado de Astorga; donación
ésta ratificada dos siglos después por Alfonso X el
Sabio en la que se especifica que dicha cesión se realizó
en agradecimiento por el traslado a León de las reliquias
de San Isidoro. Consta también perfectamente documentada
la visita que en 1129 realizó al monasterio el monarca Alfonso
VII con el fin de agradecer a la santa titular su mediación
en su sanación tras una convalecencia por enfermedad.
Uno de los documentos más reveladores es el
que da cuenta de la donación del lugar de Celadilla a la
nómina de posesiones de Santa Marta de Tera en el año
1077, en el cual se especifica textualmente "al monasterio
que allí se está construyendo", de tal manera
que nos sirve para conocer el momento exacto en el que se llevaron
a cabo sus obras y que nos constatan que se trata de una de las
primeras construcciones románicas de la provincia de Zamora.
A finales de la duodécima centuria la comunidad
de Santa Marta de Tera sería exclaustrada, quedando no obstante
tanto su solar como sus posesiones bajo el dominio y gestión
del obispado de Astorga que, lejos de descuidarlo, acometería
numerosas inversiones, entre otras, la construcción en 1550
del gracioso palacete que hoy se aprecia anexo a la iglesia mandado
levantar por el Obispo Acuña.
Arquitectura de la iglesia
Erigida en magnífica sillería de pizarra
(el uso de la arenisca, más maleable, se redujo solo a la
escultura), presenta planta de cruz latina conformada por una única
nave de tres tramos, un crucero marcado tanto en alzado como en
planta culminado en un cimborrio y una profunda cabecera cubierta
con bóveda de cañón y rematada mediante testero
recto siguiendo la más pura tradición prerrománica
gallega, asturiana y leonesa.
Los especialistas coinciden en señalar dos fases
constructivas claramente diferenciadas: una primera, quizás
coincidente con esa fecha de 1077 perfectamente documentada en la
que se levantaría la zona del crucero y la cabecera; y una
segunda ya entrado el siglo XIII en la que, bien por la necesidad
de una ampliación o bien por un derrumbe, se llevó
a cabo el resto de la nave solventada mediante bóvedas de
arista, así como los abovedamientos del cimborrio y los brazos
del crucero, en la actualidad techados mediante modernas armaduras
de madera.
Así pues, el interés de Santa Marta de
Tera -tanto al exterior como al interior- se va a concentrar principalmente
en el crucero, en la cabecera y, por supuesto, en sus tres portadas;
especialmente en la meridional y en la abierta en el muro occidental
del brazo norte del transepto, concebida muy probablemente en origen
para comunicar con alguna estancia claustral hoy desaparecida.
La puerta de los pies, muy perdida y hoy oculta por
las dependencias del palacio anejo, fue profundamente rehecha durante
el siglo XX.
Arquitectónicamente, la visión más
admirable de Santa Marta de Tera es la de su cabecera, hoy en día
algo asfixiada por los abigarrados mausoleos del cementerio local.
Su cabecera cuadrangular y cubierta a dos aguas se articula mediante
tres registros en altura delimitados por estrechas bandas horizontales
taqueadas que se prolongan incluso hasta abrazar perimetralmente
tanto el crucero como la propia nave.
En el centro del muro testero se disponen tres ventanales
simétricos, cegados los dos laterales y abierto mediante
una estrecha aspillera el central. Quedan los tres conformados mediante
arcos de medio punto dovelados y abrazados por chambranas taqueadas
que descansan sobre columnas cilíndricas y capiteles cuyos
cimacios vienen a coincidir con la superior de las referidas bandas
también taqueadas que articulan el muro cabecero.
Rompiendo con esa horizontalidad y dando como resultado
un interesantísimo juego de espacios, formas y volúmenes;
enmarcan el muro testero casi en sus extremos dos semicolumnas rematadas
en capiteles a la altura de la segunda de las bandas taqueadas,
convirtiéndose a partir de ahí y hasta la cornisa
en una especie de pilastras prismáticas de idéntica
concepción a las apreciables en la parroquia de Santo Tomé
de la capital zamorana.
En los brazos del crucero se repite igualmente ese
juego a base de líneas horizontales y verticales que se cortan
entre sí, sumándose en altura otros dos cuerpos más
respecto a la cabecera, y animándose ambos brazos con sendos
contrafuertes prismáticos entre los que se enmarca una ventana.
Escultura
Además de su indudable interés en lo
que a la arquitectura se refiere, en lo escultórico Santa
Marta de Tera constituye una de las obras cumbres del románico
en el actual territorio castellanoleonés; apreciándose
en sus capiteles claras filiaciones con el llamado Taller de las
Platerías que trabajó en importantes centros creadores
como San Isidoro de León o Santiago de Compostela; y más
indirectamente con San Martín de Frómista, Jaca o
incluso Toulouse, en Francia.
Así, en todo el conjunto tanto al interior como
al exterior es perfectamente identificable la mano de un maestro
escultor que podríamos calificar como excepcional tanto en
lo estilístico como en lo técnico. Paralela y contemporáneamente
a él trabajarían en Santa Marta otras manos secundarias
que, si bien conocerían perfectamente la misma plástica
isidoriana, la llevan a cabo con menor destreza.
A maestro de calidad superior son atribuibles los capiteles
del arco triunfal de acceso al presbiterio; siendo de temática
vegetal y de clara influencia leonesa el del lado de la epístola;
y excepcional el del lado del evangelio, presentando en su cara
principal el tema de la Ascensión del alma personificada
por una figura humana desnuda inscrita dentro de una mandarla o
almendra perlada portada por ángeles.
Dicha figura, que lamentablemente ha perdido los brazos,
podría también representar según diferentes
especialistas la Ascensión de Cristo, ya que en sus pies
se aprecian unas sospechosas marcas que perfectamente podrían
hacer referencia a los agujeros de los clavos de la Pasión.
Sea como fuere, este capitel constituye junto a la
figura de Santiago de la puerta sur, uno de los principales iconos
de Santa Marta de Tera, ya que es justo en él sobre el que
se proyecta el rayo luminoso procedente del óculo del testero
que da lugar al llamado "fenómeno de la luz equinoccial".
De este mismo artífice son también, con
toda probabilidad, las cestas del arco formero que comunica la nave
con el crucero, presentando ambos la misma composición vegetal
a base de hojas y piñas, con la particularidad de que a uno
de ellos le fue incluido un doble collarino sogueado: un guiño
más a la plástica prerrománica asturiana y
leonesa.
Obra también de este maestro más depurado
son los capiteles del ventanal interior del muro del testero, presentando
uno de ellos una particular plasmación del tema del Sacrificio
de Isaac en la que Abraham sacrifica con un cuchillo a un cordero
de mullidas lanas que le presenta un ángel.
En la cesta opuesta del mismo ventanal se aprecia una
figura central coronada y portando un libro junto a otro personaje
también coronado y dos músicos tañendo respectivamente
un laúd y un salterio. Tiende a interpretarse esta escena
con el Rey David junto a Saúl, un tema representado también
en la Puerta del Cordero de San Isidoro de León.
El resto de capiteles del interior, tanto los vegetales
como los figurados, denotan ya una factura mucho menos depurada,
pudiendo apreciarse mascarones, un caballero ante dos personajes
de los que uno de ellos parece mesarse la barba o, quizas rogar
con sus manos juntas, o en el brazo meridional del crucero una figura
femenina sedente que porta en su regazo una cabecita humana.
La mano del ya referido maestro de mayor categoría
vuelve a manifestarse de nuevo al exterior del muro del testero,
pudiendo ser obra suya la cesta en la que unos mascarones de aspecto
felino regurgitan unos carnosos tallos que acaban entrelazándose
entre sí, un motivo también recurrente en San Isidoro
de León.
Muy estimable es también pese a su notable erosión
el conocido capitel de la Adoración de los Magos, aunque
por su desgaste resulta difícil discernir si se trata de
los propios Magos o de la Adoración de los pastores. En la
cara principal de la cesta se aprecia la efigie de la Virgen con
el Niño, ocupando el resto de personajes las dos caras laterales
entre hojas de remate avolutado.
El resto de capiteles cabeceros al exterior mantienen
la línea de expresividad aunque su factura algo más
ruda, distinguiéndose entre ellos un interesante muestrario
de animales reales y fantásticos: leones, aves que picotean
frutos, dragones, un basilisco enfrentado a una arpía de
rasgos felinos, etcétera.
Al igual que en el resto del templo, tanto el escultor
más dotado como las demás manos secundarias participan
simultáneamente en la importante colección de canecillos
que animan las cornisas del crucero y la cabecera, admirándose
entre variadas composiciones figuradas unos personalísimos
modillones de rollos rematados en clípeos que de nuevo nos
trasladan a modelos prerrománicos que calaron hondo en la
arquitectura leonesa.
De sus tres portadas, como señalábamos,
la occidental fue rehecha casi del todo, quedando en la actualidad
oculta entre las dependencias del palacio anejo.
La abierta en el hastial occidental del brazo meridional
del crucero y que probablemente daría acceso a un claustro
desaparecido, presenta un sencillo vano de medio punto trasdosado
por un guardapolvo taqueado.
En la enjuta derecha (sur) se encastró una figura
humana con la cabeza mutilada, identificable con San Judas Tadeo
gracias a los restos de una inscripción incisa en su filacteria:
Mucho más interesante es la portada meridional,
flanqueada por dos potentes contrafuertes y presentada sobre un
cuerpo en resalte. En sus capiteles, de nuevo vuelve a aparecer
la mano del primoroso maestro que dejó su impronta tanto
al interior como en la cabecera, repitiéndose por ejemplo
el tema de los mascarones zoomorfos que escupen tallos.
Además, pese a su destrucción parcial,
se aprecia también un capitel con lo que pudo ser el tema
de la Anunciación, siendo igualmente llamativa una cesta
con una pareja de sirenas ave con otros tantos dragones de bellísima
factura en el cimacio.
Pero el verdadero santo y seña de Santa Marta
de Tera que ha sido portada de infinidad de libros, láminas,
postales y todo tipo de iconografía y "merchandising"
jacobeo es el Apóstol Santiago de bulto redondo que, haciendo
pareja con otro apóstol más difícil de identificar,
se sitúan en las enjutas de esta portada.
Del mismo estilo que el San Judas Tadeo ya comentado
de la puerta del brazo sur del transepto; diversos testimonios documentales
situaban estas figuras en una espadaña tardía ya desaparecida
elevada en el muro del testero, aunque es muy probable que, en origen
y como ocurre por ejemplo en San Isidoro de León o en la
misma Catedral de Santiago, fueran concebidas para las propias enjutas
en las que hoy podemos admirarlas.
Mientras que la figura del Santiago peregrino es perfectamente
identificable gracias a la vieira de su zurrón, la figura
que hace pareja con ella en la enjuta opuesta resulta mucho más
difícil de poner nombre, aunque parece claro que se trataría
de otro apóstol.
De una mano distinta parece el fragmento de otra figura
nimbada y muy destrozada que se conserva en la estancia habilitada
a modo de pequeño museo cobijando la portada occidental.
Esta figura sí formaría parte de un grupo escultórico
mayor presumiblemente presidido por una magnífica Maiestas
Domini que, tras su venta en 1926, se conserva hoy en un museo del
estado norteamericano de Rhode Island.
En definitiva, puede afirmarse que el antiguo monasterio
de Santa Marta de Tera además de uno de los templos románicos
más primitivos del antiguo Reino de León (y por supuesto
de la provincia de Zamora), es una de las construcciones de mayor
interés y valor artístico de todo el ámbito
geográfico castellanoleonés.