Iglesia de Sant Quirze de Pedret, Barcelona
Introducción
La iglesia de Sant Quirze de Pedret (San Quirico
en castellano) se encuentra al norte de la provincia de Barcelona,
a la misma orilla del río Llobregat y a escasos kilómetros
de Berga, capital de la comarca del Berguedá y desde cuyo
casco urbano parte un estrecho ramal asfaltado que desemboca justo
a la altura de un precioso puente gótico con el cual, la
iglesia que nos ocupa conforma un encantador binomio monumental
medieval.
Pese a su humilde aspecto exterior, la iglesia de Sant
Quirze ha sido unánimemente reconocida por los historiadores
del arte como una de las manifestaciones artísticas altomedievales
más relevantes e interesantes de Cataluña, tanto por
su antigüedad, como por la importantísima colección
de pinturas murales que decoraban su interior, las cuales, bajo
la denominación de "Círculo de Pedret",
han dado nombre a grupo bastante homogéneo de testimonios
pictóricos románicos conservadas a lo largo y ancho
de la geografía catalana.
En
la actualidad, los originales de dichas pinturas murales, en las
que más adelante nos detendremos, se encuentran depositadas
entre el Museu Nacional d'Art de Catalunya en Barcelona (MNAC) y
el Museu Diocesá i Comarcal de Solsona, habiéndose
instalado en la propia iglesia algunas réplicas exactas de
las mismas.
Declarada Bien de Interés Cultural en 1931,
la iglesia de Sant Quirze de Pedret fue sometida labores de restauración
entre los años 1959-1964, y mucho más recientemente,
en 1989.
Breve aproximación histórica
Como suele ser habitual en la mayoría de construcciones
altomedievales de carácter rural, las referencias documentales
sobre Sant Quirze de Pedret son bastante escasas, remontándose
la primera de ellas al año 983, fecha en la que según
el documento fundacional del Monasterio de Sant Llorenç prop
Bagá, el clérigo Francó le dona tanto la iglesia
de Pedret, como sus casas, huertos y viñas adyacentes.
Posteriormente, en 1168, consta la consagración
por parte de Arnau de Preixens, obispo de La Seu d'Urgell, de un
oratorio bajo la advocación de Sant Miquel y San Víctor
en Pedret, no habiéndose podido aclarar si se trata bien
del templo que nos ocupa, bien de un altar o capilla en el interior
del mismo, o bien de otra iglesia de idéntico topónimo.
En 1248 consta que la iglesia de Sant Quirze fue cedida
por su capellán Ferrer de Vilar al no lejano monasterio de
Sant Pere de La Portella, figurando ya desde el año 1312
con función estrictamente parroquial, proliferando a partir
de entonces las fuentes documentales sobre ella.
Sometida a varias reformas y ampliaciones a lo largo
de su dilatada historia, fue a principios del siglo XX cuando se
tomó verdadera conciencia de la importancia del monumento,
siendo extraídas sus pinturas murales para una mejor conservación
en los citados museos en el año1922.
La iglesia de Sant Quirze de Pedret
Erigida sobre una pronunciada ladera que, como detallaremos
a continuación, condiciona de manera determinante su fisionomía,
la iglesia de Sant Quirze de Pedret, en su estado actual, es el
resultado de varias etapas constructivas acometidas principalmente
entre los siglos IX, X, finales del XII y principios del XIII.
Así, en sus orígenes, allá por
el siglo IX, vendría a ser un modesto oratorio prerrománico
de una sola nave rematada en su correspondiente ábside de
planta ligeramente trapezoidal. Aproximadamente a mediados del siglo
X, le serían añadidas dos naves laterales que desembocaban
en sus correspondientes ábsides de planta ultrasemicircular
o de herradura.
Ya a finales del siglo XII o incluso a principios del
XIII fue levantada en el primer tramo de la nave sur una torre campanario,
tras lo cual, fueron eliminados el resto de tramos de dicha nave
habilitándose como consecuencia de ello una nueva puerta
de ingreso protegida por un breve porche. Este campanario se desplomaría
como consecuencia de un terremoto en el siglo XV, conservándose
tan solo en la actualidad parte de su primer cuerpo.
Al exterior, la iglesia de Sant Quirze de Pedret no
oculta en absoluto su antigüedad y su arcaísmo, destacando
por una total austeridad tan solo amenizada por los sencillos vanos
cabeceros y por la aludida puerta de ingreso.
La portada, originaria ya de la reforma realizada en
el templo entre finales del siglo XII y principios del XIII, vendría
a sustituir en su función a la primitiva, habilitada en el
muro de los pies, a considerable altura y también durante
siglos protegida por una especie de porche hoy prácticamente
desaparecido.
Perfilada por un saliente guardapolvo, se configura
el actual ingreso mediante un sencillo vano de medio punto abrazado
por dos arquivoltas de liso dovelaje que descansan sobre una línea
de imposta en la que, a su vez, culminan sendas columnas acodilladas
rematadas en capiteles.
Tanto la decoración de las impostas como la
de los capiteles se muestran en la actualidad prácticamente
ilegibles por efecto de la erosión, la cual, también
ha afectado sensiblemente a las columnas, ambas de fuste cilíndrico
monolítico y con huellas de haber presentado en origen un
perfil estriado y entorchado.
La austera apariencia exterior de Sant Quirze de Pedret
contrasta notablemente con las sensaciones que se palpan una vez
rebasado el umbral de su puerta, siendo al interior donde se toma
verdadera conciencia de la importancia y la antigüedad de esta
construcción berguedana.
Más allá del riquísimo repertorio
de pinturas murales que albergó y en las que a continuación
nos detendremos, su espacio interior actual presenta una nave central
cubierta de madera -correspondiente al primer oratorio prerrománico-
que desemboca, tras un arco triunfal de herradura, en un ábside
de planta trapezoidal cubierto con bóveda de cañón
sobrepasada.
La nave lateral norte, a mayor altura que la central
debido a los ya mencionados condicionantes físicos del solar
en pendiente sobre el que se asienta el templo, comunica con la
principal mediante dos toscos arcos también de pronunciada
herradura, rematándose en una absidiola de planta ultrasemicircular
cubierta con bóveda semiesférica.
Tanto el ábside lateral septentrional como el
meridional, comunican con el cuerpo principal mediante sendos arcos
de herradura que apean sobre columnas coronadas por sencillos capiteles
tronco-piramidales.
Muy posiblemente, el primitivo templo prerrománico
del siglo IX fue concebido para techarse mediante una sencilla cubierta
de madera, sin embargo, y a tenor de los refuerzos murales perfectamente
apreciables, tiende a darse por hecho que en el curso de las reformas
románicas, se sustituyesen las techumbres de madera por soluciones
abovedadas.
Por último, cabe reseñar también
en su interior la existencia de una sencilla pila bautismal de tipo
cuba y concebida para el rito por inmersión, la cual, bien
podría ser original y, por tanto, contemporánea a
la construcción o a la reforma plenorrománica de la
iglesia.
Las pinturas murales
Mas allá de su indudable interés
arquitectónico, la iglesia de Sant Quirze de Pedret ha alcanzado
su actual grado de relevancia entre especialistas y aficionados
al arte medieval gracias al enorme valor de sus pinturas murales,
las cuales, han llegado a dar nombre a un círculo o taller
bastante homogéneo que trabajaría en un buen número
de templos del Pirineo y Preripineo Catalán.
Arrancadas de los muros de la iglesia en el año
1922 con el fin de dotarlas de una mayor protección, en la
actualidad las pinturas originales de Sant Quirze de Pedret pueden
ser admiradas en el Museu Diocesá y Comarcal de Solsona y
en el Museu Nacional d'Art de Catalunya en Barcelona, conservándose
tan solo in situ algunas improntas originales y varias réplicas
modernas.
Se da la curiosidad de que, durante el proceso de extracción
de los murales románicos del ábside principal, aparecieron
en una capa interna restos de la primitiva decoración pictórica
prerrománica, siendo una de las escasas manifestaciones de
tal antigüedad conservadas en tierras catalanas.
Las pinturas románicas propiamente dichas han
venido datándose en torno al año 1100, apreciándose
en ellas ciertos aires bizantinistas que vendrían a emparentarlas
con modelos italianos perfectamente apreciables, por ejemplo, en
las célebres pinturas murales de las iglesias transalpinas
de San Vincenzo in Galliano, Sant'Angelo in Formis o San Pietro
al Monte in Civate.
Las pinturas más antiguas de Sant Quirze de
Pedret (hoy en el Museo de Solsona) aparecieron al ser arrancados
del ábside central los murales románicos que en su
momento las cubrieron. Se trata de dos sencillos fragmentos situados
a cada lado del vano central y que suelen fecharse hacia la segunda
mitad del siglo X o principios del XI.
A la izquierda del ventanal, según el punto
de vista del espectador, se aprecia una esquemática cruz
radial en cuyo centro se habilita un clípeo que enmarca la
figura de un jinete tocado con un yelmo y portando una lanza con
estandarte. Junto al caballero, son igualmente identificables un
perro y un ave que picotea un racimo a la vez que porta sobre él
lo que podría ser una paloma.
Flanqueando la cruz, aparece a la derecha una figura
barbada y vestida con una túnica negra, y a la izquierda,
algo más desfigurado, lo que parece ser un personaje desnudo
junto a una hoguera; composición que algunos especialistas
han querido interpretar como la contraposición entre el bien
y el mal a través de un elegido y un condenado.
Al otro lado de la ventana puede apreciarse el que,
sin duda, es el elemento más reconocible de Sant Quirze de
Pedret, como puede calificarse a la figura del orante con brazos
extendidos embebida en un clípeo; una figura heredada de
la tradición paleocristiana y ejecutada por las inocentes
manos de un artista popular del altomedievo. Sobre el disco, completa
la composición un pavo real que podría hacer referencia
simbólica a la inmortalidad.
Sobre estas primitivas pinturas prerrománicas,
allá por el año 1100, los muros interiores de Sant
Quirze de Pedret fueron redecoradas con pinturas murales plenamente
románicas, las cuales, se conservan en el Museu de Solsona
las extraídas del ábside central, y en el MNAC de
Barcelona las que enriquecían las absidiolas laterales.
En el ábside central, presidía la composición
del muro cabecero el tema de la Adoración del Cordero Místico
(Aguns Dei) por los 24 Ancianos del Apocalipsis, dispuestos todos
ellos en tres hileras a cada lado de la ventana central, en cuyo
derrame además, aparecía una representación
de la mano de Dios bendiciendo (Dextera Domini). Se completaba la
iconografía con el Libro de los Siete Sellos dispuesto sobre
un cojín justo encima de la ventana.
Sobre la bóveda absidial destacaba una magnífica
"Maiestas Mariae" flanqueada por el Tetramorfos, mientras
que en los muros laterales fueron plasmados los cuatro Jinetes del
Apocalípsis y un serafín en el lado izquierdo; y las
almas de los mártires a la espera del Juicio Final a la derecha.
Por último, en torno al arco triunfal y pese
a su deficiente estado de conservación, han podido identificarse
los episodios de Caín y Abel, el Sacrificio de Isaac, así
como escenas varias de la vida y martirio de San Quirico y su madre
Santa Julita, las cuales, se prolongarían también
por el cuerpo de naves.
En cuanto a las absidiolas laterales se refiere, cuyos
originales se conservan en el Museu Nacional d'Art de Catalaunya
tras su arrancamiento en los años veinte de la pasada centuria,
llama la atención cómo en la propia iglesia han sido
instaladas unas brillantes réplicas exactas del programa
pictórico de la capilla meridional; mientras que en su correspondiente
absidiola norte, muy castigada por las humedades causadas por la
ladera adyacente, apenas se adivinan las improntas.
En dicho ábside lateral norte, aparecía
en el centro San Pedro entronizado y flanqueado por los Apóstoles,
muy perdidos la mayoría de ellos y distinguiéndose
apenas la figura de San Andrés. El registro bajo, como es
una constante en la pintura románica catalana, aparece decorado
únicamente con esquemáticos cortinajes.
Por último, en la absidiola sur, aparece sobre
la bóveda y como tema principal de la capilla una Virgen
con el Niño bendiciendo, representados ambos de busto dentro
de una mandarla. En los registros bajos, además de los recurrentes
cortinajes, se identifica el originalísimo episodio de las
Vírgenes Prudentes y las Vírgenes Necias, tema alusivo
al Juicio Final en el que las prudentes aparecen nimbadas sentadas
a la mesa con sus lámparas encendidas, mientras que las necias
son representadas de pie y con sus lámparas apagadas y dispuestas
bocabajo.
Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)