Con estas palabras, extraídas de Los
trabajos de Persiles y Sigismunda, don Miguel de Cervantes ya
reconocía la magnificencia de este monasterio, aún
cuando todavía no se habían construido las dependencias
barrocas ni se habían colgado entre sus muros los cuadros
de algunos de los mejores pintores del barroco español,
como Carreño de Miranda, Zurbarán o Lucas Jordán.

El Real Monasterio de Guadalupe como santuario
Mariano
Además de por su relevancia artística,
el Real Monasterio de Guadalupe goza de tan importante reputación
por ser uno de los grandes cenobios marianos de España.
Son cientos los peregrinos que acuden desde todos los lugares
del mundo en señal de devoción a la Virgen de
Guadalupe. En la actualidad está regentado por una comunidad
de franciscanos, acogiendo en su interior una Hospedería
y un Parador de Turismo.

Hay que recordar que existe toda una red de "Caminos
a Guadalupe" que desde el siglo XIV unen -como rutas de
peregrinación- importantes localidades castellanas y
extremeñas con el Santuario.

Orígenes históricos
Aunque hay varias tradiciones orales de carácter
piadoso sobre su fundación, las primeras noticias escritas del
Monasterio de Guadalupe las encontramos en el siglo XIV, ya
que tras la batalla del Salado en 1340 contra benimerines y
granadinos, Alfonso XI ordena la construcción de una
fortaleza con una iglesia adosada. La iglesia debió construirse
a finales del siglo XIV y debió estar terminada en los
primeros años del siglo XV.
Dependiente del arzobispado de Toledo,
en el año 1389 el cenobio fue entregado a la recién fundada
orden de San Jerónimo, siendo su primer prior Fernán Yáñez de
Cáceres (1389-1412).

Es precisamente cuando los jerónimos
se hacen cargo del monasterio en 1389 cuando comienzan importantes
obras de reforma como la fastuosa fachada meridional gótico
mudéjar que permite la entrad a la iglesia, y la construcción
del claustro mudéjar incluyendo su célebre templete.
Dependencias del Monasterio de
Guadalupe
La plaza y la fachada monumental
Lo primero que se encuentra el visitante al llegar
al conjunto monástico de Guadalupe es una monumental
plaza, con una fuente en el centro, en donde puede verse la
antigua pila bautismal de la iglesia. Tras una escalinata se
encuentra la fachada principal, situada entre dos grandes torres
y precedida de un pequeño pórtico.

Tiene una estructura conformada por cuatro calles,
todas ellas con arcos apuntados, dos de los cuáles permiten
el acceso al interior de la iglesia, y los otros permiten la
iluminación interior. Sobre ellos un cuerpo trabajado
con una fina labor de crestería. Por encima, puede verse
el rosetón de uno de los brazos del crucero. Al oeste
se encuentra la puerta que da acceso a las dependencias monásticas,
y en donde se ha instalado la taquilla y la tienda de recuerdos.

Las dos torres que flanquean el conjunto fueron
construidas en el siglo XIV, mientras que la fachada se realizó
en torno a 1460, siguiendo fielmente la estética del
gótico final.
La capilla de Santa Ana
La fachada gótica que acabamos de ver sustituyó
a una anterior, que se encontraba en el brazo meridional del
crucero, pero ésta se encontraba retranqueada con respecto
a las dos torres. Al construir la estructura actual en el siglo
XV en línea con éstas, se formó un espacio
de planta rectangular, que es lo primero que el visitante se
encuentra al cruzar el umbral de la iglesia, y que conforma
la capilla de Santa Ana. En este espacio puede verse el magnífico
sepulcro de don Alonso de Velasco y su mujer, doña Isabel
de Quadros, que fue realizado siguiendo la traza de Egas Cueman,
quien asumió el encargo en el año 1460. Junto
al contrato, se adjuntaron tres dibujos, por medio de los cuáles
el cliente pudo visualizar la obra antes de su ejecución.
Este tipo de dibujos son muy frecuentes en la documentación,
pero lo notorio del sepulcro de los Velasco es que los dibujos
se han conservado, pudiéndose ver en el Museo de esculturas
y pinturas del propio monasterio. En ellos puede verse como
Egas Cueman no siguió fielmente el modelo inicial. La
estructura está formada por un arcosolio bajo el que
se encuentran la figura de los nobles en actitud orante, un
relieve con dos pajes. Sobre ellos, una tracería gótica
con un relieve de la Virgen en el centro.
La otra pieza notable de esta capilla es la fuente
metálica, transformada en pila bautismal. Fue ejecutada
en 1402 por Juan Francés, y se trasladó aquí
en el siglo XIX, desde el lavatorio del claustro.
La iglesia
La iglesia tiene una planta basilical de tres naves,
ábside poligonal, y un gran coro situado a los pies,
que se construyó posteriormente. Los tres tramos se cubren
con bóvedas de terceletes en la nave central y de crucería
simple las dos laterales. Sobre el crucero se levanta un cimborrio
con una cúpula apoyada sobre trompas, que dota al edificio
de gran luminosidad, a lo que también contribuyen los
dos rosetones situados a ambos lados del crucero. El edificio
se realizó a lo largo del siglo XIV, terminándose
en tiempos del prior Yáñez de Cáceres.
Obsérvese que, a pesar de ser una obra del siglo XIV,
algunos detalles estructurales son muy arcaizantes, como los
pilares que separan los muros, que obedecen a una estética
tardorrománica. La capilla mayor se separa de las naves
por medio de una reja de gran belleza, que fue labrada entre
1510 y 1512 por dos frailes dominicos, fray Francisco de Salamanca
y fray Juan de Ávila. El altar mayor está presidido
por un retablo monumental realizado en 1609, y que sustituyó
a uno anterior de factura gótica. En el presbiterio pueden
verse también, en los muros laterales, los sepulcros
de Enrique IV (1454-1474) en el lado del Evangelio y de su madre,
María de Aragón (1420-1445) en la Epístola,
realizados a finales del siglo XVI.
El Claustro de los Milagros
Se trata de un espacio de singular belleza, de
planta cuadrada, con arcadas de herradura y herradura apuntadas
en las dos alturas de las cuatro pandas que se abren al jardín.
En el ángulo suroeste se encuentra un templete cuadrado
cubierto con bóveda de crucería que cobija al
lavatorio, con una pila octogonal que acoge al agua que cae
de un copón de bronce, réplica del original, que
se encuentra en la capilla de Santa Ana.

En las pandas del piso bajo pueden verse lienzos
que narran los milagros de la Virgen de Guadalupe, piezas escultóricas
procedentes de las estaciones de un Calvario del siglo XV, y
sobre todo el magnífico sepulcro de fray Gonzalo de Illescas,
ejecutada por Egas Cueman hacia 1460, que en un principio formó
parte de una capilla mucho más suntuosa que el espacio
actual. La escalera que permite acceder al piso superior y al
coro de la iglesia es una obra del siglo XVI.

En el centro del claustro se encuentra el famoso
templete, que acapara de forma justa todas las miradas. Es una
estructura de planta cuadrada en el exterior y hexagonal en
el interior, con tres alturas, realizada con cantería
y las dos superiores con ladrillo visto. En cada frente del
piso bajo un doble arco apuntado separado por parteluz y cobijado
por otro mayor se abre hacia el jardín. Fue realizado
hacia 1405 por fray Juan de Sevilla. Los dos pisos superiores
aprovechan como motivo ornamental el material, que se combina
con vistosos azulejos.

Museo de ornamentos sagrados
En este espacio se ha agrupado un conjunto extraordinario
de telas de los diferentes priores que nos recuerdan la existencia
en Guadalupe de uno de los talleres de bordados más importantes
de la Península. Destacan, por su antigüedad y riqueza,
el conocido como frontal Rico, realizado a finales del siglo
XIV, el frontal de Enrique IV y la casulla del Condestable,
que siguen modelos flamencos.
Museo de cantorales
Ubicado en la antigua sala capitular, se trata
de un espacio en el que se exponen los libros del coro y otros
libros miniados. La biblioteca coral del monasterio custodia
noventa y siete cantorales realizados en pergaminos de gran
tamaño, con unas ruedas en la parte inferior que permiten
su traslado. También pueden verse algunos cantorales
del siglo XVI, de tamaño más reducido, con miniaturas
de desigual calidad. La colección se completa con otros
ejemplares de gran valor, como un libro de horas del siglo XV.
Casi todos ellos fueron realizados en el mismo monasterio, y
se conoce el nombre de muchos de los frailes que contribuyeron
a la iluminación de los libros.
Museo de esculturas y pinturas
En estas salas pueden verse algunas piezas pertenecientes
a la colección de bellas artes del monasterio, como los
dibujos del sepulcro de los Velasco a los que ya nos hemos referido,
un tríptico con la Adoración de los Magos que
se ha atribuido al pintor flamenco Adrián Isenbrant,
una tabla con el Bautismo atribuida a Juan de Flandes, o el
grupo escultórico de la Virgen, San Juan y María
Cleofás, atribuidas a Egas Cueman.
El Claustro Gótico
Se accede a este espacio por una puerta abierta
en el muro noroeste del Claustro de los Milagros. En la actualidad
está ocupado por una terraza perteneciente al restaurante
de la hostería.

Tiene planta rectangular, con arcadas en tres pandas,
mientras que la última se cierra por un muro construido
en el siglo XX. Tiene tres alturas, la primera con arcos de
medio punto de estética renacentista, y las dos superiores
con arcos apuntados, que acogen a su vez a otros dos de medio
punto separados por un parteluz, con fina labor de tracería
gótica. Fue realizado entre 1515 y 1524.
Antesacristía
Se ubica en la parte inferior de una de las dos
torres que cobijan a la fachada principal. De forma contigua
se encuentra el antiguo lavatorio, que no es más que
un pequeño pasillo cubierto con bóvedas de crucería
y un zócalo con azulejos de Talavera. El espacio de la
antesacristía es del siglo XIV, pero en el siglo XVII
se realizó una reforma que lo transformó por completo.
En esta época se añadió la gran fuente
que ocupa todo el frente bajo del muro sur, y las ventanas se
adornaron con marcos de jaspe. En sus muros pueden verse algunos
cuadros, entre los que destacan los retratos de Carlos II y
su esposa, y el cardenal Favo Millini, todos ellos de Carreño
de Miranda.
Sacristía
La sacristía fue construida en el segundo
cuarto del siglo XVII. Se trata de una nave cubierta con bóveda
de cañón dividida en cinco tramos, con pilastras
adosadas en los muros, entre los cuáles se ubican los
muebles para guardar las ropas litúrgicas. Es un espacio
de gran fastuosidad, en donde las formas barrocas no dejan descansar
la vista. Entre sus muros puede verse la magnífica serie
de lienzos que Francisco de Zurbarán pintó para
este monasterio. Constituyen, junto con la del Paular, los únicos
cuadros que se conservan in situ de todos aquellos que pintó
para diferentes cenobios. Fueron pintados entre 1638 y 1639
y representan escenas de la vida de varios monjes jerónimos
que vivieron en Guadalupe, desde su primer prior, Fernán
Yáñez, que se representa junto a Enrique III.
El relicario
Precedida de la capilla de Santa Catalina se accede
al relicario, en donde se custodian las numerosas reliquias
del monasterio. Es un espacio de planta octogonal cubierto con
cúpula, ornamentado con suntuosa decoración barroca.
En los pilares entre los cuáles se encuentran las estanterías
con las reliquias hay unos espejos con marcos de cristal de
roca. Entre todas las piezas conservadas en este lugar, destaca
la conocida como arqueta de los esmaltes, en donde se guarda
el Santísimo Sacramento. Es una pieza del siglo XV realizada
por fray Juan de Segovia con esmaltes y relieves en plata y
bronce donde se representa la vida de Cristo. Los esmaltes son
piezas reutilizadas del trono en el que se sentaba la Virgen,
que se deshizo en el siglo XIV para financiar la guerra que
Juan II mantuvo con Portugal.
El camarín de la Virgen
Desde la capilla de Santa Catalina que permite
el acceso al Relicario se accede también al camarín
por medio de una lujosa escalera con formas barrocas. Es un
espacio de planta tetralobulada profusamente decorado. Entre
sus muros pueden verse algunos cuadros de Lucas Jordán
y en los pilares, se abren hornacinas que albergan piezas escultóricas.
Por una pequeña puerta se accede al tesoro de la Virgen,
una estancia con muros tapizados de damasco oscuro.
La Virgen de Guadalupe
La Virgen de Guadalupe es una talla de madera
policromada. Fue realizada a finales del siglo XII, y originariamente
conformó una Virgen sedente, sentada sobre un trono y
con el Niño en sus rodillas. Posteriormente fue reformada
para convertirla en una talla de vestir, dando lugar a la estructura
triangular que presenta en la actualidad.
La Ermita del Humilladero o de
la Santa Cruz
Un monumento gozoso antes de llegar
al Monasterio
Si el Camino Francés a Santiago tiene su
Monte do Gozo desde donde los peregrinos avistan la catedral
de Santiago de Compostela, Guadalupe también tiene su
Cerro de las Altamiras.
En efecto, a cuatro kilómetros del monasterio,
al final del Camino de Guadalupe encontramos este monte desde
el que se puede observar al fondo del valle el conjunto urbano
de la localidad de Guadalupe con el majestuoso Real Monasterio
presidiéndolo.

En el siglo XV se mandó contruir en lo alto
del Cerro de las Altamiras un humilladero conocido como Ermita
del Humilladero o de la Santa Cruz (Monumento Nacional desde
1931). Se trata de una estructura prismática con tejado
a cuatro aguas. El estilo es similar al del templete del Claustro
de los Milagros, es decir gótico mudéjar.

Su fabrica es mayoritariamente de ladrillo, aunque
los capiteles interiores son de piedra y algunos figurados.
Destacan los grandes y vistosos ventanales apuntados con vanos
y tarcerías.
(Autores del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente y David de la Garma)