Guía del Monasterio de Alcobaça,
Portugal
Introducción y algunos apuntes históricos
El
Monasterio de Santa María de Alcobaça es,
probablemente, el monumento medieval más relevante de nuestro
país vecino. Dada su magnífica monumentalidad y
buena conservación de la iglesia abacial y de las dependencias
monacales fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en
el año 1989, Asimismo en 2007 fue elegido como una de las
Siete Maravillas de Portugal junto a los castillos de Guimarães
y Óbidos, los monasterios de Batalha y de los Jerónimos
de Belém, el Palacio da Pena en São Pedro de Penaferrim
y la Torre de Belem en Lisboa.
Para los portugueses, la Abadía de Alcobaça
constituye no sólo un hito patrimonial de gran relevancia
sino también histórico porque está ligado
a su nacimiento como reino pues su fundador fue el primer monarca
de Portugal, Afonso Henriques. En efecto, pocos años después
de su victoriosa conquista de Santarem a los musulmanes (1147),
el rey Alfonso lo fundó en abril de 1153, pocos meses antes
de la muerte de Bernardo de Claraval, realizando la donación
de terrenos a la Orden del Císter, que en aquellos tiempos
vivía su máximo apogeo en toda la Europa Occidental.
La Casa Madre fue Claraval y de este monasterio francés
llegaron los primeros monjes para ocuparlo.
Sin embargo, no fue hasta 1178 cuando comenzaron
las obras de la iglesia y del conjunto monástico siendo
finalizado el conjunto cerca de 100 años después,
en pleno siglo XIII. Concretamente las dependencias claustrales
no terminaron hasta 1223 y la iglesia se terminó en 1252.
El propio claustro no estuvo completado hasta un siglo después,
el XIV.
Como consecuencia de esta cronología constructiva,
los monjes no se instalaron hasta 1223. Hay noticias, posiblemente
muy exageradas, de que este pujante cenobio llegó a tener
en su cenit casi mil monjes, que celebraban misas por turnos,
sin interrupción.
Los esforzados monjes cistercienses y sus subalternos
lo legos civilizaron el agreste lugar, plantando cereales, viñedos
y olivares; instalaron fraguas y explotaron minas y salinas. Llegaron
a crear escuelas públicas de agricultura y una farmacia,
una imprenta, etc.
Su ubicación fronteriza propició que
en 1195 un ejército almohade incendiara lo que se había
construido hasta la fecha pero Alcobaça estaba llamado
a ser el monasterio más importante del reino hasta la construcción
de Santa Maria da Vitória.
En el siglo XVIII resurgió la agricultura,
y la zona de Alcobaça era una de las más productivas
de Portugal. Por aquel siglo se restauraron dependencias del monasterio
y se modificó la fachada principal de la iglesia transformando
la austeridad cisterciense con la sobreabundante decoración
barroca.
Sufrió una parcial destrucción durante
el terremoto de Lisboa de 1755 y el saqueo de las tropas napoleónicas
de 1811. En 1834 se produjo la exclaustración de los monjes
como consecuencia de la supresión de las órdenes
religiosas. Por suerte, unas pocas décadas después
fue anexionado al Estado lo que impidió que la ruina creciese
en cascada como suele suceder cuando este tipo de complejos edilicios
no gozan de las necesarias y casi continuas obras de mantenimiento.
Arquitectura
Como indicamos anteriormente, el mérito de
Alcobaça radica en la monumentalidad de su iglesia y dependencias
y su buen estado de conservación. Sobresalen especialmente
su iglesia abacial, el claustro del silencio con su lavatorio,
el dormitorio de los monjes, la sala capitular, el refectorio,
la cocina, el claustro de D. Dinis, la Sala de los Reyes, etc.
La iglesia abacial
Inspirado en la iglesia de Clairvaux (Claraval, Francia),
es un enorme edificio de dimensiones catedralicias. Su longitud
es de 106 metros, 23 de ancho y una altura de 20 metros en las
bóvedas de la nave central. Está constituido en
planta por un cuerpo de tres naves, transepto también de
tres naves y cabecera con capilla mayor rodeada por una girola
semicircular que se abría a un total de nueve capillas
radiales.
Los arcos formeros son apuntados y caen sobre pilares
con semicolumnas en sus frentes. Las que recogen los perpiaños
están truncadas y se apoyan en ménsulas apiramidadas
inversas. Las bóvedas son de crucería sencilla cuatripartita.
La sensación de verticalidad es impresionante, superior
a la de otros templos cistercienses contemporáneos. A ese
efecto de elevación no es ajena la moderada anchura de
sus naves laterales lo que enfatiza el sentido ascensional.
En su transepto encontramos los sarcófagos
góticos de Pedro I y Doña Inés, obras del
siglo XIV y consideradas como de lo mejor de la escultura funeraria
medieval en Portugal. El primero muestra al monarca con espada
y corona y en los flancos relieves sobre la vida de San Bartolomé,
así como escenas de la vida de Pedro y de Inés dentro
de una singular representación de las ruedas de la vida
y de la fortuna.
El sarcófago de Doña Inés de
Castro tiene también su lauda con su figura yacente con
la cabecera coronada rodeada por seis ángeles. Los laterales
tienen escudos de Portugal y de la familia castro y debajo pasajes
del Nuevo Testamento (Ciclo de la Natividad, Ciclo de la Pasión
y un espectacular Juicio Final). Los apoyos son seis figuras antropomorfas
y se dice que tres de ellas tienen las caras de sus asesinos.
En la capilla meridional del brazo sur del transepto
se encuentra la Capilla de San Bernardo con un grupo escultórico
donde se representa la muerte de este impulsor del Císter,
obra del siglo XVII. También aquí se conservan los
sarcófagos de los Reyes Afonso II y Afonso III.
En el siglo XVI se aprovechó una de las capillas
radiales de la girola para realizar una estancia dedicada a sacristía
de estilo manuelino, luego parcialmente reconstruida en el siglo
XVIII tras el terremoto de Lisboa.
Panteón Real
El Panteón Real es un edificio al brazo meridional
del transepto. Aunque es obra del siglo XVIII llama la atención
porque guarda armonía con el resto del monasterio medieval
y es que se considera la primera obra neogótica de Portugal.
Alberga, entre otras, las tumbas góticas de Urraca de Castilla
y Beatriz de Castilla, casadas respectivamente con los monarcas
Afonso II y Afonso III.
Fachada de la iglesia abacial
Una de las partes de la iglesia abacial de Alcobaça
que más sorprende es su fachada donde se combinan partes
medievales con añadidos barrocos fruto de la remodelación
de 1725. La puerta cisterciense es de grandes dimensiones con
numerosas arquivoltas apuntadas sobre columnas. También
tiene un gran rosetón en la misma ubicación que
el medieval. Los añadidos barrocos se concentran, además
de en las dos torres, en pilastras y en varias estatuas, algunas
dispuestas bajo doseletes. Entre ellas vemos a San Benito, padre
del monacato benedictino, y a San Bernardo de Claraval. La estatua
más alta es la imagen de Nuestra Señora de la Asunción.
Claustro del Silencio o de Don Dinis
Alcobaça cuenta con cinco claustros, si bien
sólo uno, el más valioso, se puede visitar. Nos
estamos refiriendo al llamado Claustro del Silencio o de Dionisio
I (Dinis I). Se trata de uno de los claustros más grandes
que construyó la Orden del Císter a lo largo de
su historia. Consta de dos pisos. El primero es de comienzos del
siglo XIV y fue finalizado en 1311, de características
románico-gótico con grupos de tres arcos apuntados
sobre parejas de columnas pareadas con rosetón encima,
separados entre sí por contrafuertes.
El superior ya es del siglo XVI, obra renacentista
de los arquitectos Diogo y João del Castilho. Las galería
se abren al patio mediante grandes arcos carpanel que extradosan
tres arcos de medio punto peraltados sobre columnas. A pesar de
la distancia temporal entre el claustro inferior y el superior,
la sabia arquitectura de este último armoniza perfectamente,
no sintiéndose un choque estético entre ambas partes.
Frente al refectorio se encuentra el lavatorio que
servía para asearse entes de entrar al refectorio o comedor.
Tiene estructura de templete de planta hexagonal con dos pisos
superpuestos de arquerías. La bóveda es de crucería
y en el centro está la pila para el agua, obra renacentista
con finas decoraciones.
Sala Capitular
La sala capitular está perfectamente conservada
y restaurada. De planta completamente cuadrada, está dividida
en nueve espacios mediante cuatro pilares octogonales rodeados
de ocho semicolumnas.
Las bóvedas son de crucería. Pero,
con todo, lo más espectacular es la comunicación
con la panda del capítulo del claustro. La puerta es de
arquivoltas semicirculares sobre columnas. A los lados, como es
costumbre, se abren dos parejas de vanos de medio punto sobre
ocho columnas. Todo es sobrio, elegante y monumental.
Sala de Monjes o Scriptorium
Se ubica en la esquina nordeste del claustro, recuerda
por sus bóvedas y columnas a la sala capitular. Tiene la
particularidad de poseer un suelo escalonado en descenso para
contrarrestar la irregularidad del terreno donde se construyó.
Dormitorio de los Monjes
Situado como era habitual en los monasterios cistercienses
en el piso superior de la panda del capítulo, es sencillamente
espectacular. Es una enorme sala de 65 metros de longitud divida
entres naves mediante gruesas columnas que reciben los nervios
de la bóveda de crucería.
Se conservan tanto la escalera que bajaba a la panda
del capítulo como la de Maitines que conducía al
interior del templo. También se conserva una ventana que
comunica visualmente el dormitorio con la iglesia con el fin de
de que los monjes enfermos pudieran asistir a la misa sin tener
que bajar al templo.
Refectorio
Es una enorme sala rectangular con ocho grandes columnas
que junto a las ménsulas de los muros perimetrales permiten
la cubrición con bóvedas de crucería de sus
quince espacios formados. En uno de los muros se practicó
una escalera que conduce al púlpito mediante una arquería
arcos rampantes sobre columnas.
Cocina
La cocina que vemos en Alcobaça no es la original
de la Edad Media porque fue reconstruida en el siglo XVIII. Destaca
su gran chimenea sostenida por columnas de hierro. Los muros se
cubrieron con azulejos.
Otras dependencias interesantes
Como todo monasterio cisterciense, y especialmente
si es de la magnitud del de Alcobaça, el conjunto de dependencias
se asemeja a una pequeña ciudad con espacios intercomunicados.
Por eso, hay que citar otras dependencias interesantes como la
Sala de los Reyes, aneja a la esquina sureste del claustro. Es
una estancia construida en el siglo XVIII de planta cuadrada con
grandes columnas toscanas y donde se exponen las estatuas de los
reyes de Portugal realizadas por los propios monjes. En la zona
inferior de sus muros hay varios mosaicos de azulejos pintados
cuyo temática es una serie de momentos clave de la historia
de la fundación del monasterio.