Monasterio
de Santa María la Real de Sacramenia (Segovia)
Introducción
España
es de esos países donde, afortunadamente, su patrimonio monumental
puede dar sorpresas mayúsculas.
A pocos kilómetros de la localidad segoviana de Sacramenia, en el
llamado Coto de San Bernardo nos podremos topar con la mole casi
catedralicia de la iglesia del cisterciense de Santa María la Real
de Sacramenia.

Lo que queda de este monasterio es propiedad privada
y se encuentra en el llamado "Coto de San Bernardo" en
las afueras de la población y en un tranquilo y aislado vallejo.
Para llegar desde Sacramenia se ha de tomar la carretera
a Valtiendas y a pocos metros desviarse a la izquierda para coger
una estrecha carretera señalizada. La construcción
se alcanza tras recorrer tres kilómetros. Las visitas sólo
están permitidas los miércoles hábiles de 10
a 14 hs.
Breve historia de este monasterio cisterciense
Paradójicamente,
tan señero monumento es uno de los menos divulgados y conocidos
por el gran público. Quizá la memoria colectiva no
tolera el daño irreparable que se cometió a comienzos
de este siglo, cuando se amputaron y vendieron varias de sus más
notables dependencias.
La historia de este monasterio está repleta
de incidencias. Se sabe que fue fundado en 1141 por Alfonso VII,
desarrollándose las obras a lo largo de las últimas
décadas del siglo XII y primeras del XIII. En 1481 ingresó
en la Congregación de Castilla, realizándose algunas
reformas a partir de esta fecha. En 1674 sufrió un incendio
y en 1835 fue desamortizado.
El acontecimiento más grave (además de
desagradable y humillante), sin embargo, aconteció el 24
de septiembre de 1925. En esta fecha sus propietarios, con la anuencia
de los políticos, vendieron el claustro, el refectorio y
la sala capitular al chamarilero norteamericano Arthur G. Byne,
por 40.000 dólares, pasando a manos del magnate William Randolph
Hearst.
Desde 1954 se exponen chapuceramente reedificados en
Miami (Estados Unidos) y usados como salón de bodas (!?).
Estas estancias sufren un irreversible deterioro por las inclemencias
de una climatología impropia, mucho más húmeda
y cálida, que su lugar de origen: la seca y fría meseta
castellana.
En cuanto a la iglesia superviviente fue declarada
Monumento Nacional y ha sido objeto de intervenciones reparadoras.
En la actualidad aparece casi intacta tras la restauración de 1982,
además de una más reciente en que se devolvieron las
tracerías del rosetón de la fachada occidental, que
se encontraba cegado.
La iglesia
La iglesia del monasterio cisterciense de Santa María
la Real de Sacramenia, lo único que no se vendió,
es uno de los más notables ejemplos de la arquitectura religiosa
medieval en España. Sólo sus dimensiones la hacen
sobresalir de entre todas las segovianas: 56 metros de longitud
y 37 de ancho.
Obra fundamentalmente construida en las últimas décadas
del siglo XII y primeras del XIII, tiene fábrica de sillería
muy regular y perfectamente cortada y escuadrada como corresponde
a una fundación del Císter.
Consta de tres largas naves de seis tramos, transepto
muy pronunciado en planta y lazado. La poderosa cabecera tiene cinco
ábsides escalonados: el ábside central es semicircular
y los cuatro contiguos también semicirculares al interior
pero cuadrados al exterior, planta semejante a la famosa abadía
francesa de Le Thoronet. Todos los arcos triunfales son apuntados.

Interior
La nave central, de mayor altura y anchura que las
laterales, tiene bóveda de crucería estrellada, que
no es la original sino que data del siglo XV o comienzos del XVI,
con arcos fajones apuntados y doblados que corresponden a la construcción
primitiva. Estos apoyan sobre el núcleo del pilar y columnas
adosadas y truncadas, con capiteles mayoritariamente sin talla,
y algunos con motivos vegetales.
Los arcos formeros, también ojivales, son doblados,
apoyando en el núcleo del pilar y en columnas adosadas, con
grandes capiteles de motivos vegetales de notable calidad técnica
y estética.
Además, sus formas muestran gran diversidad:
volutas, hojas rematadas en frutos y flores, cogollos vegetales
con forma de concha, grandes hojas de helechos, etc.

Las naves laterales se cubren con bóveda de
crucería. El crucero, de gran amplitud y altura, está
cubierto por bóveda de cañón en su brazos,
y rematado por un cimborrio del siglo XVI en el transepto. Los hastiales
del crucero tienen rosetón sin tracería.
Los cinco absides se comunican con el transepto mediante
arcos triunfales apuntados.
Sorprende la luminosidad del templo, que abre ventanas
en los espacios superiores de cada tramo de la nave central, por
encima de las impostas, y en lo muros laterales de las naves externas.
Son de sencillo arcos de medio punto y de aristas vivas, con gran
derrame interior.
Exterior
Ya en el exterior, la cabecera es de gran armonía.
El ábside central es de semitambor y en él sobresalen
tres ventanales con arquivoltas sobre columnas de capiteles vegetales.
Los cimacios se impostan creando una cenefa de perfil de nacela,
que anilla todo el muro semicilíndrico.
Las superficies de las cestas, cumpliendo estrictamente
el obligado aniconismo impuesto por Bernardo de Claraval, están
ocupadas por una especie de entrelazos.
Loa cuatro absidiolos laterales que, como ya hemos
indicado, son de planta rectangular, son de los más austero,
pues sólo cuentan con aspilleras de iluminación.
Los dos absidiolos más extremos se alinean con
los muros de los brazos del monumental transepto. Los hastiales
de éste cuentan con grandes óculos de molduras concéntricas
más tres dos ventanales sin moldurar de medio punto.
El
templo tuvo varias puertas de acceso a las diferentes estancias
del monasterio, que fueron rehechas en otras épocas. De época
románica, además de la occidental que más tarde
describiremos, se conserva la puerta de los conversos, en el tramo
más occidental del muro sur. Tiene cinco arquivoltas de aristas
vivas con guardapolvos que gravitan sobre jambas y dos pares de
columnas
Por su parte, el hastial occidental es magnífico
siguiendo cánones cistercienses de austeridad, pero de innegable
porte monumental.
Las calles laterales que se corresponden con las naves
menores tienen un contrafuerte prismático en su extremo y
un ventanal en el centro. La calle central, correspondiente a la
nave principal se secciona en dos cuerpos. El inferior, resaltado,
alberga la puerta principal de entrada al templo. Dicha puerta es
muy abocinada y sobria, aunque de equilibradas proporciones.
Tiene siete arquivoltas aboceladas y guardapolvos,
que apoyan sobre jambas alternando con columnas. El cuerpo superior
tiene en sus extremos una pareja de contrafuertes prismáticos
y con remate en triángulo que rodea un arco apuntado, en
cuyo centro se abría un rosetón recientemente restaurado.
Desde una moldura hexalobulada parten un total de doce radios o
columnas con remate trilobulado.
El conjunto lo remata un frontón triangular
con la figura de San Bernardo, ya de 1733.
Los canecillos que coronan el templo tienen perfil
de nacela que datan de la restauración muchos de ellos, salvo
algunos de motivos vegetales y geométricos.
El equilibrio y armonía de formas de este magnífico
templo transmite una sensación de perfección sólo
entorpecida por la engañosa idea de horizontalidad. El recrecimiento
del suelo circundante por los sedimentos de los siglos es el causante
de ello, por lo que tal impresión cambia radicalmente cuando
se accede al interior.
