Monasterio
de San Pedro de Arlanza (Burgos)
Introducción
y ubicación
El legendario Monasterio de San
Pedro de Arlanza está considerado como "Cuna de
Castilla" y uno de los cenobios más impresionantes que tuvo
la España condal. Podríamos afirmar que Arlanza tuvo
el mismo valor emblemático para Castilla que San Juan de
la Peña para el Reino de Aragón.
Al valor artístico e histórico del cenobio
hay que añadir su soberbio emplazamiento en los rocosos y
majestuosos cañones excavados en la roca por el río
Arlanza, en plena Sierra de las Mamblas burgalesas rodeado de encinas
y sabinas.
Administrativamente, pertenece al municipio de Hortigüela
y se encuentra a mitad de camino entre esta localidad y la hermosa
villa de Covarrubias.
Historia del monasterio
Sin duda, el origen histórico de San Pedro de
Arlanza hay que buscarlo en los numerosos eremitas que habitaban
las cuevas de los cañones calizos del Arlanza y que, en un
momento dado, abandonaron la vida eremítica para abrazar
la cenobítica como monjes de un monasterio.
El
primer templo de este monasterio debió ser el de San Pelayo
o San Pedro del Viejo que se encuentra parcialmente en ruinas en
el promontorio que domina, no sólo el monasterio actual,
sino una vasta extensión del valle del Arlanza. Este edificio
tiene partes prerrománicas del siglo X que así lo
parecen atestiguar.
Aunque se suele citar un documento por el que el mismísimo
conde Fernán González fundó este monasterio
en el año 912 al encontrarse con un grupo de eremitas cuando
perseguía un jabalí, lo más probable es que
la fundación se deba a nobles de Tierras de Lara allá
a comienzos del siglo X.
El propio conde Fernán González y su
esposa Doña Sancha fueron enterrados en Arlanza en el siglo
XII cuando sus cuerpos fueron trasladados desde Santa María
de Lara donde reposaban desde su muerte. Tras la Desamortización
de Mendizábal, el abandono y la progresiva ruina del monasterio
obligaron a trasladar sus tumbas a la Colegiata de Covarrubias donde
hoy se exponen junto a la cabecera de la iglesia.
Lo que sí es cierto es que además del
conde Fernán González fueron varios los reyes posteriores
como Fernando I de Castilla, quien en principio eligió este
lugar para su enterramiento, Alfonso VII o Alfonso VII quines se
erigieron en grandes benefactores de San Pedro de Arlanza, mediante
numerosas donaciones.
El mayor prestigio y poder de este monasterio se vivió
en los siglos XI y XII, decayendo en los dos posteriores.
No obstante el monasterio llegó con vida al
siglo XIX, momento en que los monjes fueron exclaustrados.
Historia constructiva
A nivel constructivo, Félix Palomero opina que
debió existir un templo prerrománico en el solar del
actual, al estilo de lo que sucedió en Santo Domingo de Silos.
En el año 1080 se iniciaron nuevas obras, extremo
que se conoce por una inscripción perdida que existía
en el ábside lateral sur que rezaba así:
Esta nueva construcción, ya del románico
pleno, aprovecharía los muros laterales del templo prerrománico,
pero rehaciendo la cabecera, al modo románico, así
como el alzado interior.
En el siglo XII debió construirse un claustro
románico en el lado sur, hoy desaparecido, y las consiguientes
dependencias claustrales, de la que queda -aunque bastante modificada-
la sala capitular.
En el siglo XIII se alzó parte de la torre actual,
con fines bastante defensivos, dadas sus características
estructurales.
Pero las principales transformaciones del Monasterio
de San Pedro de Arlanza llegarían en los siglos XV, XVI y
XVII.
Para empezar, la iglesia románica recibió
una cubierta tardogótica, obra de Simón de Colonia,
recreciendo la cebecera y colocando pilares góticos en los
muros laterales.
También se llevó el refectorio a su emplazamiento
actual en la panda oeste, abovedándolo con crucería
compleja.
De esta campaña sería también
el cuerpo superior de la torre.
En el siglo XVII se sustituye el claustro románico
por el actual herreriano obra de Pérez de Palacios. También
se acomete, unas décadas después, el llamado Claustro
Menor.
Tras esta serie de construcciones y remodelaciones
el complejo del Monasterio de San Pedro de Arlanza llegó
al siglo XIX en buen estado y con vitalidad. Por desgracia, y como
en tantos cenobios españoles, la ruina hizo presa él
tras la Desamortización de Mendizábal. Además,
numerosas obras de arte fueron vendidas, expoliadas o destruidas.
Tal
es el caso de la enorme biblioteca que ocupaba la sala capitular
con códices de gran antigüedad que se dispersaron a
numerosas manos, muchas de ellas particulares y anónimas.
Afortunadamente, una parte importante se guarda en el vecino Monasterio
de Santo Domingo de Silos.
Un elemento arquitectónico importante que fue
trasladado es la puerta occidental de la iglesia, soberbio ejemplar
de finales del siglo XI o comienzos del XII y que se expone en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
También fue trasladado, en esta ocasión
al claustro de la Catedral de Burgos, el Sepulcro de Mudarra, hermanastro
de los Siete Infantes de Lara, obra maestra de la arquitectura funeraria
tardorrománica.
Más trágica aún se puede considerar
la pérdida de los distintos fragmentos de pinturas murales
que conservaba la sala capitular y fechables a comienzos del siglo
XIII que se dispersaron entre el Museo Nacional de Arte de Cataluña,
el Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard y el Museo Metropolitano
de Nueva York.
Los edificios monásticos
La iglesia
Las obras del siglo XI y XII conformaron un templo
románico pleno de planta basilical -sin transepto- de tres
naves con cuatro tramos, engarzadas a una cabecera triabsidal cuyos
ábsides disponían de tramos presbiteriales muy desarrollados
y ábsides de planta semicircular. Los presbiterios tenían
bóveda de medio cañón y los espacios absidales,
bóveda de cuarto de esfera. Delante de la puerta había
un nártex y un coro. La longitud total de esta iglesia alcanzaba
la nada despreciable cifra de cuarenta metros.
Desde el exterior se puede observar parte de esta cabecera,
en concreto el ábside septentrional (muy restaurado) y parte
del central donde se aprecia el sistema de contrafuertes que se
añadió cuando lo recrecieron para soportar una bóveda
de crucería.
El ábside del Evangelio tenía una columna
entrega y una aspillera de iluminación. Por su parte, el
ábside principal tiene vanos abocinados sin columnas ni impostas,
sólo con la decoración de un entrelazado en la parte
superior del intradós.
La capilla mejor conservada es la septentrional, puesto
que la meridional perdió el tramo del presbiterio y el principal
o central sufrió un recrecimiento tardogótico para
recibir una bóveda de crucería que luego se desplomó.
Hay algunas peculiaridades que llaman la atención
en esta cabecera. Una de ellas es el uso de dobles columnas que
arrancan desde el suelo para luego continuar con una sola. Bango
Torviso ya advirtió que ésta es una particularidad
de la arquitectura medieval española que se aprecia en momentos
tan distantes cronológicamente como la Arquitectura Asturiana
(Santa María del Naranco y Santa Cristina de Lena) o la Arquitectura
Hispanolanguedociana de numerosos monasterios cistercienses de los
siglos XII y XIII.
Otra de las cosas que llama la atención es la
alineación de las hiladas de sillería de las bóvedas
de los ábsides, donde llegado un punto cercano a la clave,
se dejan de alinear de forma concéntrica y se establecen
tres superficies engarzadas de manera un tanto arbitraria.
Es en esta zona de la iglesia de San Pedro de Arlanza
donde se han conservado una serie de capiteles con diferente relieves.
Algunos son extraordinariamente esquemáticos con hojas triangulares
estriadas. Otros, más elegantes, interpretan las cestas de
los capiteles compuestos romanos. Uno de ellos llama la atención
por tener en cada cara volutas con un cono truncado y estriado que
puede semejarse -lejanamente- a los pitones jaqueses.
Por último, hay un pequeño grupo de capiteles
figurados zoomorfos: uno de parejas de aves, otro de leones con
sus respectivas cabezas, otros dos con leones de cabeza común.
Las naves originales se dividirían mediante
arcos formeros de medio punto sobre pilares cruciformes con semicolumnas
en sus frentes. Los arranques de estos pilares -incluyendo sus podiums
cilíndricos- se conservan en desigual estado. No parece que
el templo estuviera abovedado en piedra sino que más bien
estarían cubiertas con techumbres de madera.
El gallardo y espectacular campanario que se yergue
en el costado norte del templo es otra de las delicias de San Pedro
de Arlanza y que tanta personalidad da al complejo.
Debió construirse esta torre sobre la primitiva
sacristía. Exteriormente se articula en dos cuerpos. El inferior
es de comienzos del siglo XIII y se anima con bonitas arquerías
murales apuntadas y columnas en los codos, mientras que el cuerpo
superior o de campanas (finales del XV o comienzos del XVI) es más
sencillo y tiene troneras muy rasgadas. Hay que destacar la soberbia
torrecilla adosada que contiene la escalera de caracol para acceder
a los pisos superiores.
El aspecto de esta escalera -aunque angosta y empinada-
refleja la buena construcción del conjunto del monasterio.
Toda la fábrica es de sillería que conserva una interesante
colección de marcas de cantero.
De estos pisos, el más interesante es el anterior
al nivel de las campanas. Pertenece a las obras de comienzos del
siglo XIII y está abovedado con crucería sencilla,
cuyos nervios apean sobre columnas en las cuatro esquinas. Los muros
llevan parejas de arcos apuntados murales de descarga.
Otras dependencias monásticas
La sala capitular
Aunque muy reformada y destruida todavía tenemos
la sala capitular románica que constaba de dos pisos. El
inferior fue obra de la primera mitad del siglo XII y el superior
de unas décadas después. Todavía se aprecian
arcosolios con columnas románicas.
De la sala capitular es aún más importante
lo que tuvo y se perdió. Nos referimos a un conjunto de pinturas
murales románicas que se dispersaron a diferentes museos,
especialmente el Museo de Cataluña y el Metropolitano de
Nueva York.
Más concretamente en el MNAC se conserva:
El claustro mayor o procesional o de los intelectuales
En este espacio del costado meridional de la iglesia
se encontraba el claustro románico con reformas góticas
hasta que fue reemplazado por el actual renacentistas a finales
del siglo XVI y comienzos del XVI (se cree finalizado para 1617).
Es una construcción de hechuras herrerianas, muy sobria y
monumental, compuesta de dos pisos, aunque falta la panda este y
la cubierta del segundo piso.
En el centro había una fuente que fue trasladada
en 1933 al Paseo de la Isla de la capital burgalesa.
El claustro nuevo menor
Debió ser erigido poco después del mayor
a mediados del siglo XVI (entre 1633 y 1655). Tiene forma trapezoidal
y es bastante más pequeño que el claustro procesional.
El piso bajo está cubierto con bóveda de aristas.
Este pequeño claustrito tiene la particularidad
de que es el centro hay plantado un enorme abeto pinsapo que oscurece
este espacio. Se ha llegado a temer por la integridad de este claustro
como consecuencia de las raíces de este árbol.
El refectorio gótico
En las reformas de finales del XV y comienzos del XVI
se traslado el refectorio antiguo a la panda oeste, ocupándola
casi completamente. Se trata de una nave alargada cubierta con bóvedas
estrelladas. Hoy es de propiedad particular.
La sacristía
Se accede a través de un pasillo y se trata
de un espacio abovedado con cúpula sobre trompas con casetones
en forma de concha.
La fachada este y la entrada
La entrada al monasterio se encuentra al este del complejo.
Es una estructura clasicista de dos niveles presidida por la figura
de un caballero aplastando a dos musulmanes. Más que de Santiago
matatamoros, se trataría de Fernán González
en alguna de sus batallas contra los cordobeses del siglo X, por
el ejemplo la célebre de Hacinas.
Hay una inscripción que no deja lugar a duda
sobre la fecha de realización. Dice así: