Monasterio
de Santa María la Real de Tórtoles de Esgueva (Burgos)
Introducción
El Monasterio de Santa María la Real de Tórtoles
se ubica en Tórtoles de Esgueva, población de aproximadamente
medio millar de habitantes situada en el extremo suroccidental de
la provincia de Burgos, en pleno valle del río Esgueva y
prácticamente limítrofe con las vecinas provincias
de Palencia y Valladolid.
El conjunto monacal se localiza al norte del casco
urbano, en un ameno paraje arbolado y rico en fuentes. Habitado
hasta 1973 por una modesta comunidad femenina, su precario estado
de conservación obligó a trasladar a las monjas a
Aranda de Duero, permaneciendo desde entonces semiabandonado hasta
que, en 1985, fue adquirido por manos particulares.
Durante los últimos años, gracias a una
minuciosa labor de restauración bajo planos del arquitecto
Álvaro Ardura y el paisajista Jaime Urrutia, el monasterio
ha sido rehabilitado y recuperado del abandono, albergando en su
recinto una residencia de la tercera edad, una quesería artesanal
y, desde 2008, un encantador y elegante establecimiento hotelero
incluido dentro de la red de Posadas Reales de Castilla y León.
Breve
aproximación histórica
El germen del Real Monasterio de Tórtoles se
situaría en el año 1152, cuando Melendo Armíndez
y su esposa María donan unos terrenos de su propiedad al
Monasterio de la Vid con la condición de establecer en su
solar un priorato premostratense.
Poco después, en 1163, la nieta y heredera de
Don Melendo, María Armíndez, junto a su marido Gonzalo
Pérez de Torquemada, firmarían un contrato con el
abad de La Vid, sin embargo, o bien nunca llegó a fundarse
tal comunidad o, en su defecto, quedaría exclaustrada muy
rápidamente, de manera que de nuevo su tenencia pasó
a manos de la familia Armíndez.
Por ello, Don Gonzalo Pérez de Torquemada junto
a su esposa decidieron adquirir la villa de Tórtoles y fundar
en ella un monasterio de monjas benedictinas, para lo cual, ordenó
el traslado hasta el lugar de la comunidad de San Millán
de Frandovínez, donde era abadesa su hermana Urraca.
Durante la última década del siglo XII
se procedería a la ampliación de la primitiva iglesia
preexistente, así como a la construcción de los distintos
equipamientos monásticos, pasando en 1199 a poder de Alfonso
VIII y quedando bajo la protección de la Santa Sede en función
de una bula promulgada por Inocencio III.
Tras una primera mitad de siglo XIII en que el cenobio
gozó de cierta relevancia gracias a las numerosas dotaciones
y heredades con las que fue beneficiado, a partir de la segunda
mitad de centuria y durante toda la Baja Edad Media, perdería
buena parte de su influencia, manteniéndose como una modesta
comunidad de clausura hasta el citado año 1973, en el que
quedaría abandonado al trasladarse sus religiosas a Aranda
de Duero.
El Monasterio
En la actualidad, tras la minuciosa y acertada labor
de restauración acometida por sus propietarios con el fin
de acondicionarlo a su nueva función hostelera, han podido
ser rescatadas de la ruina varias de las estancias principales del
monasterio, destacando la iglesia, el claustro, la sala capitular
y, como principal seña de identidad del conjunto monumental,
la capilla funeraria de los fundadores, llamada también de
la Trinidad.
La iglesia
Dedicada a Santa María, la primitiva iglesia
remontaría sus orígenes a la segunda mitad del siglo
XII, siendo posteriormente ampliada en los albores del XIII una
vez pasó a desempeñar su función monacal.
Levantada en humilde mampostería, consta de
una sola nave que, tras un tramo recto, remata en un ábside
semicircular. De la primitiva fábrica románica, en
la actualidad solo se conserva su caja muraria ya que, durante la
Edad Moderna, fue sometida a una serie de reformas y ampliaciones
que modificaron sustancialmente su original esencia medieval.
Hoy en día el espacio, cubierto con una bóveda
barroca que en el siglo XVIII vino a sustituir a la original románica,
desempeña la función de salón de eventos y
exposiciones, habiéndose elevado el coro e instalado en la
cabecera, en sustitución del retablo, una vistosa obra contemporánea.
El claustro y la sala capitular
Originario de finales del siglo XII, el claustro de
Santa María la Real de Tórtoles fue igualmente sometido
a una profunda remodelación entre los siglos XVI y XVII,
habiendo sobrevivido tan solo, de su primitiva fábrica medieval,
su panda este y la sala capitular.
A juzgar por los restos conservados en la mencionada
crujía oriental, se compondría el claustro de cuatro
galerías de arcos de medio punto sobre columnas pareadas
culminadas en capiteles mayoritariamente vegetales.
En dicho ala este se conserva, además, la primitiva
sala capitular, convertida hoy en una singular cafetería
para los clientes del establecimiento hotelero. Su interior fue
bastante remodelado siglos más tarde (sobreelevando las techumbres,
reconstruyendo las cubiertas y sustituyendo las columnas originales
por dos esbeltos pilares) seguramente como consecuencia del peligroso
desplazamiento originado por las bóvedas. No obstante, han
sobrevivido los muros perimetrales con arcosolios apuntados de utilidad
funeraria.
El elemento más interesante del espacio claustral
propiamente dicho es, sin duda, la galería de ingreso a la
sala capitular, perfectamente restaurado y que presenta un vano
central de ingreso apuntado rodeado de arquivoltas.
La rosca exterior se anima con cogollos vegetales y
cabecitas humanas que pasan un tanto desapercibidas.
Flanqueando el ingreso, a cada uno de sus lados, hay
dos parejas de ventanales también apuntados y que descansan
sobre haces de ocho columnas exentas culminadas en capiteles vegetales
de estética cisterciense.
Junto a la sala capitular, ocupando el ángulo
suroriental del claustro, se halla el antiguo refectorio de monjes,
en la actualidad, muy remodelado y reconvertido en comedor principal
del hotel.
La Capilla Funeraria
El elemento mejor conservado del Monasterio de Santa
María la Real de Tórtoles es la capilla funeraria
de los fundadores, sin duda, una de las señas de identidad
del cenobio y que ha sido laboriosa y minuciosamente recuperada
como espacio hábil respetando su morfología original
por parte de los actuales propietarios.
Conocida también como Capilla de la Trinidad,
fue mandada levantar por los sobrinos de los fundadores: Don Gonzalo
García de Torquemada y su esposa Urraca, estando ya finalizada,
según reza en un documento de la catedral de Burgos, en 1257,
siendo por tanto, muy probablemente, anterior a la capilla funeraria
de Las Huelgas.
La capilla fue levantada en el espacio entre la iglesia
monacal y la sala capitular, teniendo comunicación tanto
con el corredor claustral como con el hoy espacio ajardinado posterior
que, en origen, cumplía las funciones de camposanto.
Presenta la capilla una única nave rectangular
que, tras tramo recto, desemboca en un ábside de planta semicircular
al interior que se torna poligonal al exterior al quedar individualizados
sus cinco paños por otros tantos contrafuertes adosados.
Cubre el espacio cabecero mediante una bóveda
de horno reforzada por seis nervios que apean sobre columnas adosadas
que parten de una moldura horizontal que separa el primer y el segundo
cuerpo ábside.
Mientras que al exterior los cinco vanos cabeceros
presentan perfil apuntado, al interior se manifiestan de medio punto,
doblados y de acusado derrame.
A cada uno de los lados del tramo recto presbiterial
fueron habilitados sendos arcosolios que, en origen, como confirman
testimonios fotográficos antiguos, albergarían los
sepulcros del matrimonio fundador.
En la actualidad, dichos espacios se encuentran vacíos
y un sepulcro de gran riqueza procedente del lugar -quizás
el del fundador- se halla hoy en día depositado en el Convento
de las Madres Benedictinas de Aranda de Duero.
Además de la puerta de ingreso en su extremo
occidental, se abrió otra de pequeñas dimensiones
y arcos apuntados en el muro norte.
Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)