Monasterio
de Sant Pere de Galligants
Introducción
El
monasterio benedictino de Sant Pere de Galligants se encuentra en
el centro histórico de la ciudad de Girona. En el momento
de su fundación el cenobio se situaba a extramuros de la
ciudad, aunque a partir del siglo XIV ya fue incluido en el interior
de su perímetro. Se localiza en un entorno privilegiado,
muy cerca de la monumental iglesia de Sant Feliu y a los pies de
la catedral, que preside toda la ciudad. El monasterio recibe este
nombre por el pequeño arroyo de Galligants, que se encontraba
junto a uno de los muros del claustro, y que ya no transporta agua.
Fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 1931,
y en la actualidad es la sede del Museo Arqueológico de Cataluña.

Tan sólo se conserva la iglesia, la torre
campanario, el claustro -con un interesantísimo repertorio
iconográfico en sus capiteles-, y un sobreclaustro que fue
edificado en el siglo XIX. A diferencia de otros monasterios benedictinos,
la sala capitular, el refectorio, el dormitorio y el resto de estancias
monásticas no se dispusieron en torno al claustro, debido
a que el cauce del río impedía su desarrollo, por
lo que se construyeron en una edificación independiente,
paralela a la panda oeste del mismo, junto a los pies de la iglesia.
La fundación del monasterio
Recientes excavaciones arqueológicas han descubierto
en el entorno del monasterio una necrópolis, quizás
de época tardoantigua. No existe ningún documento
sobre la fundación de Sant Pere de Galligants, pero tenemos
noticias que pueden ayudarnos a fecharlo en torno al siglo X. En
un testamento del año 988 se hizo una considerable donación
a favor de este cenobio, con lo que seguramente en esta época
ya se encontraba levantado y era ocupado por una comunidad monástica.
Poco después, en el 992, el monasterio compró el burgo
de Sant Pere, uno de los arrabales de la ciudad de Girona que pertenecía
al conde Borrell II (947-992), adquiriendo de esta manera derecho
sobre su jurisdicción civil.
Unos años más tarde se vuelve a mencionar
en el testamento del conde Ermengol VI de Urgel (1102-1154), quien
realizó otra donación para expiar sus pecados. En
1117, en el contexto de la Reforma Gregoriana, el conde Ramón
Berenguer III (1082-1131) lo anexionó al monasterio de Lagrasse,
en la región Languedoc - Rosellón. Todo parece indicar
que esta vinculación fue tan sólo nominal, pues Sant
Pere de Galligants siempre mantuvo cierta independencia y continuó
teniendo su propio abad.

El esplendor del siglo XII
En el siglo XII la comunidad vivió una época
de gran esplendor y fue en este momento cuando se configuro el monasterio
tal y como se presenta en la actualidad. En esta época se
reedificó la iglesia, gracias a la generosa donación
testamentaria de Ramón Berenguer III.

Parece que el claustro también fue construido
a lo largo de la segunda mitad de este siglo, aunque en realidad
carecemos de noticias acerca de su origen, a excepción de
una inscripción que se encuentra en el machón nordeste,
que menciona al abad Rotlandus, muerto en el año 1154, en
donde se aspira a su bienaventuranza eterna. En la inscripción
no hay ninguna fecha, por lo que tan sólo da pie a especulaciones
e hipótesis. Lo que sí es seguro es que este claustro
se tuvo que levantar después de que se edificasen las naves
de la iglesia. El historiador del arte Joaquín Yarza ha planteado
que quizás esta inscripción, al situarse justo a la
salida de la iglesia, es decir, en un lugar estratégico,
era objeto de veneración por los monjes cuando accediesen
a las diferentes estancias monacales, y cuando iniciasen su deambulatorio
por las pandas del claustro.

La Baja Edad Media
En el siglo XIV, Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387),
levantó una nueva muralla en la ciudad, y de esta forma se
incorporó al interior de la misma. Esto afectó de
forma directa al templo, pues se aprovecharon los ábsides
como parte del sistema defensivo, y fueron modificados para poder
hacer un camino de ronda. Las ventanas fueron cegadas, y el campanario,
que se convirtió en una torre defensiva, construyéndose
almenas en la parte superior del mismo. En esta época Pedro
IV recuperó los derechos reales sobre el arrabal de Sant
Pere, finalizando de esta manera el control de los abades.
La decadencia del monasterio
A finales del siglo XV y a lo largo del XVI, el monasterio
comenzó un periodo de declive, como tantas otras comunidades
monásticas de pequeñas dimensiones. Por este motivo,
en el año 1592 el papa Clemente VIII (1592-1605) ordenó
su anexión con otros dos cenobios de la misma orden, el de
Sant Miquel de Fluvià, en el Alt Empordà, y el de
Sant Miquel de Cruïlles, en el Baix Empordà que, al
igual que Saint Pere de Galligants, contaban con una comunidad de
menos de diez monjes cada uno.

De monasterio a museo
En el siglo XIX se produjo el principio del fin del
monasterio. La Guerra de la Independencia (1808-1814), que tanto
afectó a la ciudad de Girona, motivó la expulsión
de la pequeña comunidad, y dejó en ruinas al monasterio.
Se destruyeron por completo las estancias monásticas, que
no se han podido recuperar, y dejó en una situación
muy delicada el resto del conjunto. Tras finalizar la contienda,
una comunidad formada tan sólo por cuatro monjes volvió
a instalarse en el monasterio, hasta que en el año 1836 fueron
expulsados debido a la Desamortización de Mendizábal.
El recinto quedó clausurado, y en él se instaló
un cuartel de la Guardia Civil Española, hasta que poco después,
en 1857, se instaló en él la sede del Museo Arqueológico
de Girona. Fue en esta época cuando se construyó el
sobreclaustro encima de las pandas del espacio románico ya
que en un principio en la iglesia se seguían celebrando oficios
religiosos.

El museo ha mantenido aquí su sede a lo largo
del tiempo, si bien desde 1992 forma parte de un conjunto más
amplio, el Museo de Arqueología de Cataluña, que cuenta
con otros espacios en los municipios de Barcelona, Ampurias, Olèrdola
y Ullastret. Desde los años 40 la iglesia quedó incorporada
a las salas de exposición, que comprenden también
el espacio del claustro. En él se exponen diferentes fondos
desde la Prehistoria hasta la Edad Media.

La iglesia de Sant Pere de Galligants
La iglesia tiene una estructura de planta basilical
con tres naves, la central más ancha y más alta que
las laterales, que desembocan en un transepto. Tiene cinco ábsides,
uno en el lado norte del crucero, otros dos en la desembocadura
de la nave norte y la central, y dos pequeños absidiolos
que cierran la parte de la epístola. Los ábsides se
cubren por bóvedas de horno que crean un espacio muy estilizado.
Esto configura un espacio irregular, que seguramente está
condicionado por el edificio anterior.

Las naves se encuentran cubiertas por bóvedas
de cañón. La central se interrumpe por medio de arcos
torales. En el crucero también encontramos una bóveda
de cañón. En el lado del evangelio del crucero se
levanta el campanario, sobre una bóveda circular con pechinas.
Esta torre tiene una estructura octogonal de dos pisos horadados
con arcos de medio punto y franjas de arcos lombardos.

En el exterior la iglesia se caracteriza por su sobriedad
decorativa. La fachada se encuentra divida en dos niveles, separados
por una pequeña cornisa que recorre todo el perímetro
del edificio, salvo en los absidiolos de la nave sur, de forma que
se traduce el esquema de planta basilical de la iglesia. En el nivel
inferior encontramos, la portada de acceso y, a ambos lados de la
misma, dos pequeñas ventanas, con arcos de medio punto. A
la misma altura del salmer de los arcos de la portada hay un sarcófago,
que forma parte de la colección del Museo, y fue colocado
allí en el siglo XX.

La portada de acceso quizás pudo pertenecer
a un edificio anterior, hipótesis que ha sido defendida por
diferentes autores y que se fundamenta en cuestiones estilísticas,
pues sus formas resultan un tanto arcaicas para el siglo XII. Está
formada por cinco arcos de medio punto situados en gradación,
tres de los cuales se apoyan en el muro de la iglesia, y dos sobre
columnas.
El nivel superior de la fachada se corresponde con
la diferencia de altura de la planta basilical, que traduce así
su esquema al exterior. En éste encontramos un gran rosetón
de 3,5 m. de diámetro, que ilumina el interior del templo.
Está formado por un pequeño óculo central,
sobre el que se apoyan columnas unidas entre sí por medio
de arcos de medio punto.

En el interior, las tres naves se separan por pilares
con medias columnas adosadas, que desembocan en capiteles que sustentan
arcos de medio punto. Estas columnas configuran cinco tramos en
las naves, el primero de los cuales se encuentra cubierto por un
coro realizado en época posterior. Algunos capiteles presentan
motivos muy estilizados, tales como temas vegetales o leones enfrentados.
Algunos de ellos se han relacionado con el maestro de Cabestany,
un escultor activo en el siglo XII que ejerció su influencia
en Cataluña, Navarra, el Languedoc, el Rosellón y
la Toscana. En el ábside de la nave central se pueden ver
unos capiteles que son un poco más tardíos, y que
están mucho más elaborados, lo que evidencia que en
el edificio trabajaron maestros de muy distinta procedencia, y que
las obras del mismo perduraron durante un periodo de tiempo bastante
amplio.
El claustro románico
El claustro tiene unas dimensiones reducidas (19,5
x 16 m.), pues Sant Pere de Galligants nunca llegó a albergar
una gran comunidad monástica. Es un espacio con forma cuadrangular,
con cuatro galerías cubiertas, como la iglesia, por bóvedas
de cañón. En los cuatro ángulos hay machones
más gruesos.

Las columnas se distribuyen en grupos de dos en los
laterales de cada panda, y de cinco en el centro. Sobre estas columnas
hay un grupo de sesenta capiteles que conforman uno de los repertorios
más extraordinarios de Cataluña. En éstos se
apoyan arcos de medio punto, que rematan en una franja de arcos
ciegos sustentados sobre ménsulas con representaciones zoomórficas
y fitomórficas.

Los temas representados en los capiteles son muy variados.
Algunos tienen temas figurativos, pero son los menos. En ellos vemos
diferentes escenas del nacimiento y la infancia de Cristo; en otro
un obispo celebrando un oficio; y en otros iconografía de
sirenas y de leones, o simplemente, los motivos vegetales tan característicos
del románico.

Los capiteles se encuentran distribuidos de manera
irregular, contándose diecisiete en las pandas norte y sur,
y trece en el este y el oeste. La iconografía representada
en los mismos no puede obedecer a una mera casualidad. En la galería
oeste, es decir, en la entrada al claustro desde la iglesia, en
el lugar más importante y por el que transitaba toda la comunidad
a diario, se encuentran los capiteles historiados, con la representación
de la Anunciación, la Natividad, la Epifanía, la Huida
a Egipto y la Matanza de los inocentes. En el norte y el sur también
encontramos algunos capiteles con escenas figurativas, pero en número
mucho menor, y con temas que no pueden identificarse con ninguna
escena concreta.

Tradicionalmente se ha relacionado estos capiteles
con los del claustro de la catedral de Gerona, y con los de Sant
Cugat de Vallès (Barcelona), debido fundamentalmente a las
afinidades estilísticas. Pero los últimos estudios
datan estos capiteles entre 1170 y 1185, es decir, antes de que
se llevase a cabo las obras de la catedral, por lo que los escultores
no pudieron ser los mismos, si bien resulta impensable pensar que
no pudieran ejercer una fuerte influencia en artistas posteriores.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)