Guía de la iglesia de Santa María
de la Varga de Uceda, Guadalajara
Introducción
Uceda
es una localidad de la comarca de la Campiña de Henares
de Guadalajara, en su extremo occidental y hace límite
provincial con la Comunidad de Madrid, concretamente con el municipio
de Torremocha de Jarama.
El monumento más importante de Uceda es, sin
duda, La iglesia románica de Santa María (Nuestra
Señora) de la Varga, situada en el extremo occidental
de la población, sobre la Meseta de la Enebrada, junto
a las menguadas ruinas del castillo medieval.

Uceda fue villa, es decir, cabeza de Comunidad de
Villa y Tierra en el contexto histórico del proceso repoblador
de la Extremadura Castellana de los siglos XI al XIII y se extendía
por un amplio territorio que en los términos geográficos
actuales comprendía parte de las provincias de Guadalajara
y de Madrid, en tierras de la ribera del río Jarama.

Se atribuye a Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo
de Toledo, la orden de levantar este edificio bien entrado el
siglo XIII de estilo tardorrománico y con algunas características
cistercienses ya totalmente asumidas en estas fechas tan avanzadas,
como es la práctica ausencia de escultura figurada en canecillos
y capiteles, el apuntamiento de los arcos y, en general, la desornamentación
del conjunto.

Nuestra Señora de la Varga de Uceda debió
ser uno de los templos románicos más ambiciosos
de todos los construidos en la provincia de Guadalajara. Fue declarada,
por ello, Bien de Interés Cultural en el año 1999.
Desgraciadamente a lo largo de su historia, este
templo se fue abandonando y sufrió un proceso parcial de
ruina por lo que tan solo quedan ciertas partes de su estructura
que es utilizada para albergar el cementerio local.

No hace muchos años gozó de una buena
restauración que ha mejorado su aspecto exterior. Se limpió
el material acumulado sobre las bóvedas de la cabecera
que se encontraban ya repletas de vegetación, devolviendo
su aspecto original con la colocación de nuevos tejados.
Se repararon las grietas de los muros y se unieron los sillares
que se encontraban peligrosamente separados, amenazando ruina.
También se volvieron a colocar tambores de
algunos fustes de columnas en la puerta meridional que se habían
perdido, lo que había facilitado la degradación
progresiva de la estructura.
En la imagen inferior se puede observar y comparar
el estado de la iglesia de Uceda antes y después de la
restauración.

Arquitectura
La iglesia de Santa María de la Varga de
Uceda debió estar construida completamente con apreciable
sillería de piedra caliza de bastante buena calidad, disponiendo
de tres naves con bóveda de crucería unida a una
cabecera de tres ábsides, al modo clásico románico,
es decir, escalados en tamaño y altura y con tramo recto
y ábside semicircular. Son tan anchos los citados ábsides
y de tan moderada longitud las naves que la planta general del
templo se asemeja a un cuadrado.

En la actualidad se conserva aceptablemente la cabecera
además de los muros meridional y occidental con sus respectivas
puertas.

Exterior
Cabecera
Exteriormente, la cabecera tiene un gran ábside
central de semitambor, con dos columnas entregas con capiteles
vegetales que lo estructura en tres calles, cada una con un ventanal
de diferente traza.

El más cercano al absidiolo de la Epístola
es el más complejo pues cuenta con dos arquivoltas planas
sobre cuatro columnas.

El ventanal central tiene un arco sobre pareja de
columnas. Por último, el pegado al absidiolo septentrional
presenta una bocina de tres arcos de arista abocelada. Una imposta
sencilla recorre el tambor a la altura del alféizar de
las ventanas.

Este gran ábside presenta, soportando el alero,
una corona de canecillos muy deteriorados -casi irreconocibles-
con lo que parece que son cabezas de animales y personajes. Otros
son de perfila de nacela y los hay que son evidentemente fruto
de la restauración mencionada.

Los capiteles de las columnas entregas que llegan
hasta el alero son también de gran sencillez, de tipo vegetal-geométrico.

Los absidiolos laterales tienen una columna entrega
cada uno. El meridional, además, se abre con un ventanal
de arquivolta sobre columnas, mientras el septentrional lo hace
con una sencilla aspillera.
Puertas
La portada meridional se abre sobre un cuerpo resaltado
y posee siete arquivoltas muy apuntadas. Dichas arquivoltas son
molduradas pero muy austeras (baquetones, finos boceles, superficies
planas, etc.) más el guardapolvos de perfil abocelado.

Los apoyos son las jambas y seis parejas de columnas
cuyos fustes, de manera excepcional, no son monolíticos,
sino formados por cinco tambores cada uno, y lisos capiteles de
casi el mismo grosor que los propios fustes. La monumentalidad
de esta puerta es completamente opuesta a sus características
ornamentales.

La portada del muro occidental es similar aunque
su estructura está bastante alterada por muros modernos.
Es de pequeño tamaño con tres arquivoltas apuntadas
más chambrana.

Interior
En el interior, se conserva bien la cabecera, con
sus tres arcos triunfales apuntados y doblados que se comunican
con los presbiterios abovedados con medio cañón
apuntado.

Se conservan adosadas a los pilares cruciformes algunas
columnas entregas cuyos capiteles tienen decoración de
hojas terminadas en sencillas pomas, salvo uno bien tallado aunque
desgastado en que aparece un busto humano rodeado de dos leones.

El presbiterio del ábside principal tiene
un arco fajón en el centro del presbiterio que apoya sobre
columnas, hoy truncadas debido a los arcos abiertos en los muros
en época moderna. Sin duda, es este ábside central
el que mejor se ha conservado en su interior, pues ha llegado
hasta nosotros su bóveda de cuarto de esfera apuntada y
los tres ventanales del hemiciclo que coinciden escrupulosamente
en su estructura con lo visto en el exterior.

La superficie interior de los ábsides laterales
se encuentra bastante deteriorada con partes rotas del muro y
diversos enfoscados. También en siglos de la época
moderna se sustituyó en el de la Epístola una semicolumna
románica por una pilastra acanalada de tipo clasicista.

Mucho peor destino siguieron las naves con sus apoyos
y bóvedas, completamente perdidas.