Guía de la iglesia de Alaiza, Álava
Introducción
La pequeña población de Alaiza (Alaitza,
oficialmente y en euskera) se sitúa apenas a 4 kilómetros
de Gazeo, dentro del extenso municipio de Iruraiz-Gauna, compuesto
por una decena de aldeas de las que ninguna supera el centenar
de habitantes pero que, sin embargo, atesora varios de los mejores
ejemplos románicos de la Llanada Alavesa.

Las primeras noticias documentales sobre el lugar
no aparecen hasta 1257 bajo el topónimo "Halayca",
una fecha en la que probablemente ya estaría terminada
o al menos muy avanzada la construcción de su iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Asunción, un templo de estilo
románico rural tardío enmascarado en reformas pero
que cobró importancia a principios de los años ochenta
de la pasada centuria cuando, en su cabecera, apareció
uno de los ciclos de pinturas murales medievales más extraños
y enigmáticos de la Península Ibérica.

Desde entonces, Alaiza se ha convertido en referente
no solo para aficionados al arte, sino que también por
su singularidad y esa dosis de misterio que se ha querido buscar
en su iconografía y estilo, para interesados en otras disciplinas,
habiendo dado a lugar en los últimos años a infinidad
de artículos o reportajes en conocidos programas y publicaciones
de misterio, esoterismo y ocultismo.

Arquitectura
Interior
Más allá de sus pinturas murales en
las que nos detendremos a continuación, la iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción de Alaiza es una
construcción tardorrománica rural de dos naves.
La principal y más antigua dispone de cuatro tramos, estando
cubierta con bóveda de medio cañón apuntado
y reforzado por arcos fajone,s que desemboca en un ábside
semicircular precedido de su correspondiente tramo recto presbiterial.

Descansan los citados arcos fajones en pilastras
en su muro norte, y directamente sobre ménsulas en el muro
sur. Y es que, en una segunda fase, probablemente también
medieval, el templo fue ampliado con una segunda nave secundaria
hacia mediodía, solventándose ésta también
mediante bóveda de medio cañón y que, en
la actualidad, compartimentada, cumple la función de acceso
al coro en su tramo occidental y de sacristía el oriental,
habiendo quedado reducido a sus dos tramos centrales que actúan
prácticamente como antesala del espacio de culto.

Exterior
Al exterior el templo apenas presenta elementos a
destacar: la cabecera es totalmente lisa, aparejada en mampostería
irregular y solo abierta mediante sencillas saeteras sin decoración
y algunos canecillos con perfil de nacela sin ninguna figuración.

En el hastial occidental abre un ventanal de tipo
palacial que hace pensar que la iglesia pudo estar asociada a
alguna construcción de tipo señorial. La espadaña
es moderna.

En el costado meridional se construyó un pórtico
con su correspondiente puertecita de dos arquivoltas de boceles
y escocias sobre jambas baquetonadas con diminuto capitel que
imitan delgadísimas columnas.

Accediendo al este pórtico nos encontramos
con la puerta de ingreso a la nave meridional (la más tardía
de las dos que posee la iglesia de Alaiza). Por desgracia, está
actualmente bastante mutilada -ha perdido buena parte de su monumentalidad-
a raíz de unas obras de restauración acometidas
con el fin de despojar al templo de una casa rectoral que tuvo
adherida durante siglos. Presentaba en origen cinco arquivoltas
molduradas y apuntadas.

De las cinco, las dos más externas tan solo
conservan su arranque, apreciándose en la quinta decoración
ajedrezada. Los pequeños capiteles, muy esquemáticos,
despliegan una sencillísima decoración incisa. Tanto
esta puerta de ingreso a la iglesia como la del pórtico
anteriormente descrita parecen haberse construido en una misma
campaña dada su similitud.

Las pinturas murales
Como comentábamos, son las pinturas murales
las que han colocado a Alaiza con letras de oro en el mapa del
arte medieval español, unas pinturas que, como ocurrió
en Gazeo quince años antes, fueron descubiertas por su
párroco, quien escalera y espátula en mano, probó
a rascar en las capas de cal hasta encontrar tan magnífica
sorpresa.

Ríos de tinta han corrido desde entonces tanto
en lo referente a su cronología como a su temática,
habiéndose planteado desde que pudiera tratarse de alguna
visión apocalíptica, a la representación
de la Batalla de Nájera que tuvo lugar entre 1367 y que
enfrentó a Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique
de Trastámara. Hasta ahora no se ha llegado a una conclusión
inequívoca.

Aunque su formulación no es única en
el medievo alavés, conservándose retazos pictóricos
fragmentarios similares en varias iglesias de la zona como Añua
o Arbulo, su grado de conservación sí hacen de las
pinturas de Alaiza una obra única.

Lo primero que llama la atención es que el
conjunto se aleja totalmente del prototípico esquema medieval
(visible en la cercanísima iglesia de Gazeo) del Cristo
en Majestad o la Maiestas Mariae en el cascarón absidial
rodeados del Tetramorfos, de profetas, ángeles o del propio
colegio apostólico.
En su lugar, sin aparente orden ni concierto, se
suceden distintas escenas teóricamente independientes compuestas
por figuras en tonos rojos y negros realizadas mediante técnica
mixta. Figuras alejadas de cualquier tipo de naturalismo a caballo
entre lo naif y, con las debidas distancias, con las pinturas
prehistóricas de abrigos y cuevas.

En el cascarón absidial se reconoce una escena
de asedio a un castillo en la que sus moradores se defienden a
base de flechas, bloques de piedra y lanzas con escudo.

En torno a la fortaleza el ejercito de asediantes
conformado por infantes y caballeros, uno de los cuales porta
un estandarte y corona.

Al lado, conectado con una línea, lo que aparenta
ser un entierro en la que desde el castillo a una iglesia cercana
varios personajes trasladan el féretro del difunto.

Al otro lado, una procesión de damas portando
palmas y otros objetos se dirigen a una construcción en
cuyo interior aparecen representadas otras dos mujeres.

Entre todas estas escenas desplegadas en el cascarón,
se aprecian más figuras aisladas de soldados, caballeros,
animales (reales y fantásticos), aves, lo que parece una
cacería, etcétera.

Pinturas de la bóveda de medio cañón
del presbiterio
En el presbiterio el esquema pictórico pasa
a dividirse en franjas a la manera de la miniatura medieval, limitándose
a la forma del despiece de los sillares animadas con fórmulas
geométricas decorativas en las bóvedas, y a diferentes
escenografías en los muros.
En el arranque de la bóveda del evangelio
se reconocen varios combates ecuestres, un parto (bien pudiera
ser Satanás pariendo el mal), un intento de agresión
o violación, y una procesión de damas que se dirigen
a una iglesia con sus campanas y el campanero.

En el muro opuesto, el de la epístola, se
representaron animales domésticos, personajes que podrían
ser peregrinos portando cruces, así como un último
personaje tañendo un cuerno que podría ser parte
de una acción cinegética.

Cronología
Sobre la cronología de este inigualable ciclo
pictórico también se han ofrecido diversas teorías,
desde quienes retrasan su ejecución a la segunda mitad
del siglo XII contemporáneas a la fecha que ellos suponen
que se erigió el templo (Realmente la iglesia de Alaiza
parace ser más probablemente de la primera mitad del siglo
XIII), hasta quien lo retrasa hasta bien entrado el siglo XIII
o incluso el XIV.
En una segunda fase ya tardogótica se completó
la decoración pictórica de las partes bajas de los
muros, esta vez limitándose a imitar los sillares y perfilando
los ventanales mediante grecas geométricas y vegetales.
Otros elementos de interés
En el interior de la iglesia de Alaiza se conserva
una pila bautismal de aspecto medieval aunque no se puede precisar
mucho más sobre su fecha de elaboración dada su
simplicidad. Tiene una copa semiesférica sin relieves escultóricos,
unida a un pie cilíndrico y éste a una basa apenas
marcada. La copa conserva parte de su policromía.

(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)