Guía
de la iglesia de Arroyo de la Encomienda, Valladolid
Introducción
Arroyo de la Encomienda es un pueblecito a muy poca
distancia del núcleo urbano de Valladolid, que es prácticamente
un barrio aledaño a la capital vallisoletana (tan sólo
dista unos cinco kilómetros en línea recta y diez
por carretera). Tiene el orgullo de poseer una de las iglesias
más bellas del románico de la provincia.
Parece que fue una iglesia parroquial antes de pertenecer
a la Orden de los caballeros de San Juan de Jerusalén (orden
Hospitalaria).

El templo pudo iniciarse a mediados del siglo XII,
al menos la parte más antigua que es la cabecera. Sin embargo
el resto parece construido bastante más tarde -aunque dentro
del estilo románico tardío- como demuestra la existencia
de las puntas de diamante en ciertos registros decorativos.

En el siglo XIX tuvo la primera restauración
y la modificación de la ubicación de la espadaña
que estaba sobre el arco triunfal y se trasladó a los pies
del templo, lugar en el que se encuentra actualmente. También
se hizo la sacristía del norte y se abovedó la nave
con medio cañón de ladrillos, cuando la nave románica
original tenía techumbre de madera.

El templo parroquial, después de sus esmeradas
restauraciones, muestra su perfecta estampa románica, casi
libre de las edificaciones parásitas que suelen agobiar
a estos edificios medievales.

Su estructura tiene, como la mayoría de los
templos concejiles castellanos, una nave unida escalonadamente
a una cabecera con tramo presbiterial recto y ábside de
semitambor cilíndrico.

Uno de los problemas que afecta a esta iglesia, como
sucede con la mayor parte del románico vallisoletano y
del sur de la provincia de Palencia es el material en que está
construida. Nos referimos a una piedra caliza muy porosa y blanda
que es muy fácilmente erosionable, lo que ha afectado a
muchos puntos del templo, especialmente a la escultura de canecillos
y capiteles.

Exterior
Como ya indicamos, la cabecera está constituida
por un presbiterio más estrecho que la nave y un ábside
más estrecho, a su vez, que el presbiterio. El ábside
responde a formas típicamente románicas. Su tambor
es dividido verticalmente por dos columnas entregas que llegan
hasta el alero y que arrancan de sendos plintos de gran altura
y muy esbeltos, como imitando el sistema de de otros grandes monumentos
románicos españoles como San Martín de Frómista,
la catedral de Jaca o San Pedro de Tejada.

En cada una de las tres calles hay una ventana con
arquivolta plana sobre cortas columnillas de fustes cilíndricos
con capiteles figurados. La temática de dichas cestas es
zoomorfa: aves en postura frontal con las alas explayadas, un
hombre que sujeta las patas delanteras de dos leones que muerden
su cabeza, y una ingenua y simpática sirena-pez o nereida
de doble cola.

En el ventanal septentrional las cestas muestran
sencillos motivos vegetales, si bien se intuye también
lo que pudiera ser cabezas de animales sacando la lengua aunque,
de nuevo, el mal estado de las esculturas impide estar completamente
seguros.

Todo el alero de la cabecera muestra, como la imposta
que lo anilla al nivel de los alféizares, una cenefa taqueada.
Sin embargo, el alero de la nave está decorado con puntas
de diamante.
Los canecillos de todo el templo muestran un rico
y abundante repertorio de personajes humanos -algunos de temática
sexual- y animales, pero la citada mala calidad de la piedra los
ha conducido a un estado bastante deficiente.

La portada ocupa el centro del muro meridional. Se
abre sobre un estrecho arimez y está formada por seis amplias
arquivoltas de medio punto. Las dos interiores son planas de aristas
vivas; las tres siguientes, de baquetón; mientras que la
externa, la más interesante, dispone de rollos o baquetones
radiales, como apreciamos en alguna iglesia zamorana como la de
Santiago del Burgo. El guardapolvos o chambrana es a base de puntos
de diamante. El arimez tiene un tejaroz sostenido por nueve canecillos
bastante deteriorados y su alero va ornado con moldura de rombos
en forma de puntas de diamante.

Las arquivoltas baquetonadas caen sobre tres pares
de columnas de fustes y basas reconstruidas en la restauración.

De los seis capiteles tres de ellos tienen motivos
vegetales. Los otros tres poseen figuración zoomorfa: el
interior del costado derecho parece que muestra un perro o un
animal similar que persigue una liebre: dos leones enfrentados
y el último: tres aves, dos en posición lateral
y otra de frente.

Interior
En el interior, lo más notable es la cabecera,
comunicada con la nave por un arco triunfal tan aplastado que
más que de medio punto es de tipo carpanel. El presbiterio
se aboveda con medio cañón -también aplastado-
y el ábside con cuarto de esfera.

En el hemiciclo tenemos tres ventanales cuyos capiteles
muestran esculturas muy rudas, a base de piñas, mascarones,
aves, cuadrúpedos, etc.

El más interesante iconográficamente
es aquél que muestra una mujer de cuyos oídos surgen
dos serpientes que tienen las cabezas en los pechos de la fémina.
Esta escena parece aludir a la Madre Tierra que alimenta a sus
criaturas, creencia pagana sincretizada por el cristianismo en
la Edad Media.

En el centro del hemiciclo, debajo del ventanal central
hay un Cristo crucificado gótico de tres clavos que parece
bastante primitivo dentro del estilo, dado su hieratismo, geometrización
y antinaturalismo del cuerpo.

