Situado
en la propia Calle Mayor de la Villa y pasando relativamente desapercibido
entre anodinos inmuebles contiguos, el conocido como Palacio
de los Luna de Daroca, Monumento Nacional desde 1931, es una
de las construcciones civiles del mudéjar aragonés
y, por extensión, del español, mejor conservadas
pese a las distintas reformas a las que fueron sometiéndole
sus sucesivos propietarios.
Tras varios siglos en manos privadas que incluso
llegaron a dividir el palacio en dos, en el año 2010 fue
adquirido en dos terceras partes de su superficie total por la
Fundación Campo de Daroca, iniciándose un lento
y costoso proceso de estudio y puesta en valor que, aún
en nuestros días, no ha podido ser concluido en su totalidad.
El encargo de su construcción se atribuye
a Don Pedro Martínez de Luna, más conocido como
Benedicto XIII o el "Papa Luna", y sus obras se prolongarían
aproximadamente entre 1396 y 1410 al mando del alarife Mahoma
Ramí, artífice entre otras obras del cimborrio de
la Seo de Zaragoza.
Esa atribución al entonces enormemente influyente
linaje de los Luna se sostiene y refuerza entre otras razones
por la gran proliferación de su escudo de armas a lo largo
y ancho de todo el inmueble.
Levantado en torno a un pequeño patio central
que articulaba toda su estructura desde una escalera principal,
presenta el palacio una planimetría en forma de letra "U",
siendo ligeramente más largo el ala derecha respecto al
izquierdo, y abriéndose en su lado más corto orientado
a la calle el acceso principal. El patio originalmente presentaba
arquerías apuntadas de ladrillo sobre pilares (hoy cegadas),
aunque en reformas posteriores fueron sustituidos por columnas
de orden toscano.
El bloque fue originalmente concebido en tres plantas,
que con los años fueron convertidas en cuatro al dividirse
la planta baja en otros dos pisos (local comercial y vivienda)
gracias a la considerable altura de sus techos.
La planta baja, muy modificada, conserva buena parte
de su techumbre y se especula con que pudo albergar también
una capilla hoy desaparecida.
La segunda planta o planta noble es sin duda la más
interesante del conjunto, para la cual, con vistas a ganar en
dimensiones, tanto hacia la calle como hacia el patio fueron planteados
unos preciosos aleros en voladizo que aún hoy, aunque en
precario, conservan su policromía original en la que predominan
motivos heráldicos.
Al interior, sus salones conservan buena parte de
sus alfarjes originales, destacando los ventanales de minuciosas
yeserías de tracería gótica abiertos hacia
el patio.
Por último, la tercera planta que también
conserva su armazón de madera original, fue destinada a
granero de almacenaje, abriéndose a la calle mediante el
típicamente aragonés mirador o belvedere. Entre
otros equipamientos accesorios del palacio, merecen ser destacadas
las caballerizas y una amplia bodega cubierta con bóveda
de cañón.
(Autor del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)