Santuario de San Miguel de Aralar (Navarra)
Introducción
El santuario de San Miguel de
Aralar es conocido también como San Miguel in Excelsis,
que podría traducirse como "en lo más alto".
Se encuentra en las cimas de la sierra de Aralar, en el término
municipal de Huarte Arakil, a unos 30 km. de Pamplona. Es famoso
por su magnífico frontal de esmaltes, pero esta joya de la
orfebrería románica no es el único tesoro que
el santuario encierra entre sus muros.
El origen tradicional
Cuenta la tradición que, al comienzo de la Reconquista,
el caballero Teodosio de Goñi cometió por error un
parricidio a causa de los celos que sentía al pensar que
su mujer, Constanza de Brutón, se estaba acostando con un
criado. Arrepentido, realizó una peregrinación a Roma
para suplicar al Papa la absolución de su pecado.
Éste le impuso como penitencia deambular por
la sierra de Aralar con unas cadenas atadas a su cintura. Una noche,
en medio de una inmensa tormenta, un terrible dragón intentó
devorarle.
El penitente invocó al arcángel Miguel
que, en medio de un enorme estruendo, se le apareció y mató
al animal mostrando la cruz, momento en el que se liberó
de las cadenas y fue perdonado. Agradecido, decidió fundar
un santuario consagrado al arcángel Miguel, en donde todavía
pueden verse las cadenas que llevó durante su penitencia.
Historia del santuario
Más allá de la leyenda, el santuario
se testimonia por primera vez en el año 1032, en un escrito
en el que se indican los límites de la diócesis de
Pamplona, si bien se ha puesto en duda la veracidad de este documento.
En el 1074 el rey Sancho Garcés IV (1054-1076) consagra todos
sus privilegios y propiedades. Desde entonces, los sucesivos reyes
irán aumentando de forma progresiva sus propiedades, concediéndoles
nuevos privilegios.
Regido por una comunidad de la orden de san Agustín,
en un principio el santuario estuvo ligado a Santa María
de Zamartze pero, debido a la dependencia de ésta con la
catedral de Pamplona, finalmente San Miguel in Excelsis también
se vinculó a la catedral, siendo su abad un canónigo
de la seo. En 1206 el obispo Juan de Tarazona, que previamente había
sido abad del santuario, instauró la dignidad eclesiástica
de capiscol de la catedral, dotándolo con todas las rentas
del santuario y subrayando aun más su vinculación
con el santuario.
Esta
relación con la catedral de Pamplona y los beneficios que
le otorgaron los diferentes reyes, convirtieron a San Miguel de
Aralar en un lugar de prosperidad y riqueza durante gran parte de
la Edad Media.
La construcción del santuario
La historia constructiva del edificio presenta muchas
incógnitas, sobre todo en lo que respecta a su cronología
más temprana. Se aceptan dos fases diferenciadas. Parece
que el edificio actual se construyó durante el reinado de
Sancho García III de Pamplona (1004-1035) y sus herederos,
que culminaría en la consagración del templo en el
1074. Todo parece indicar que en época de García Ramírez
(1134-1150) se realizó una nueva intervención, construyendo
los tramos de los pies del templo, y se reconstruyeron los ábsides
y las bóvedas.
Esta nueva campaña constructiva concluyó
con una nueva consagración en 1143. No obstante, y a pesar
de que estas fechas son aceptadas por la mayoría de los autores,
conviene tomarlas con precaución, dada la ausencia de documentos
que permitan confirmarlas.
Francisco Íñiguez Almech, que dirigió
una campaña de restauración del santuario en la década
de los 70, interpretando los restos arqueológicos afirmó
que previamente al edificio actual, en torno al siglo IX, debió
existir una construcción prerrománica, a la que corresponderían
la parte inferior del ábside y las ventanas de la cabecera.
Todo ello, siempre según este autor, debió arder en
un incendio que tuvo lugar en algún momento del siglo X,
y que obligaría a una reconstrucción.
El templo románico
San Miguel de Aralar se asienta directamente sobre
las faldas de la montaña, por lo que la construcción
tuvo que salvar un gran desnivel, que se traduce en el interior
en diferentes alturas comunicadas mediante escaleras.
Se trata de un edificio alargado y compacto, articulado
por medio de contrafuertes, con tres naves que desembocan en los
correspondientes ábsides. Adosado a la iglesia se encuentra
una hospedería y un restaurante. Los dos laterales del templo
son de planta semicircular mientras que el central, más alto
y ancho, es poligonal. En sus paños se abren sencillas ventanas
con arcos de medio punto. Rodeando toda la cabecera puede verse
una cornisa sostenida por pequeños canecillos, casi todos
lisos y de factura moderna.
El cimborrio que se levanta sobre el crucero se construyó
en la década de los 70 del siglo anterior, en el marco de
la restauración dirigida por Íñiguez Almech,
que se basó en algunos restos que él interpretó
de esta forma.
En el costado meridional hay un gran pórtico
de piedra, casi tan alto como la nave lateral, con arcosolios que
fueron utilizados para enterramientos.
Se accede al pórtico por medio de un portal
que se abre hacia la cabecera. Recorriéndolo en toda su longitud,
un arco de medio punto se abre al nártex de la iglesia, situado
a los pies, desde donde se entra al interior del templo. Originalmente
otra puerta, situada en el muro norte del nártex, permitía
el acceso directamente desde el exterior sin necesidad de atravesar
el pórtico.
El nártex está articulado en tres tramos
separados por arcos fajones que coinciden con la anchura de las
naves, y con cubierta de bóveda de medio cañón.
En la parte superior del muro septentrional hay una
ventana, único elemento que permite iluminar esta parte del
templo, aunque originalmente encima de la entrada había otro
vano, que hoy está tapado. En el muro norte, debajo de la
ventana, hay un arco de medio punto cegado, y que permitiría
entrar directamente desde el exterior. Cada una de las naves se
corresponde con un acceso al nártex, que se realiza por medio
de unos escalones que salvan el desnivel.
Los dos accesos laterales son sencillos arcos de medio
punto, mientras que la puerta central está ornamentada con
una arquivolta moldurada, y dos columnas a los lados con capiteles
decorados con formas vegetales y motivos pertenecientes al bestiario
románico (un green man del que salen tallos vegetales de
su boca).
Al igual que el nártex, la iglesia se articula
por medio de tres naves, la central bastante más ancha que
las laterales, divididas en cuatro tramos sin crucero, cubiertas
con bóveda de medio cañón con fajones, que
desembocan en pilastras adosadas a los muros laterales, y en pilares
esquinados en la nave central.
Hay una curiosa excepción en el pilar que se
encuentra en el tercer tramo, que es de sección semicircular.
No se ha obtenido respuesta para explicar esta irregularidad,
la tradición afirma que es el lugar en el que fue enterrado
Teodosio de Goñi. En su conjunto el interior es austero,
y carece de ornamentación.
La cabecera es triabasidal, correspondiendo cada uno
de los tres ábsides a sus correspondientes naves. Sus bóvedas
son de cuarto de esfera.
En el ábside central se abren tres grandes ventanales
de medio punto y en los laterales sólo uno. Todo ellos son
de arista viva, sencillos y de gran derrame interior.
Justo enfrente del portal de acceso, en el tercer tramo
de la nave, hay una capilla, que en realidad es una pequeña
y original iglesia construida dentro del templo.
Su extraña localización ha dado lugar
a un prolijo debate entre los historiadores.
Se ha llegado a decir que se trata de la construcción
original del siglo VIII erigida por Teodosio de Goñi -algo
que en la actualidad se ha descartado por completo al tratarse de
una obra genuinamente románica-, o una reconstrucción
de la misma.
También se ha especulado con que su construcción
obedeciese a servir como joyero del magnífico retablo de
esmaltes. Una de las últimas lecturas que se han dado de
este espacio, y también una de las más convincentes,
ha sido realizada por el profesor Martínez de Aguirre, que
indica que pudo estar relacionado con las ceremonias litúrgicas
del santuario.
El acceso principal, situado enfrente de la portada
de acceso a la iglesia, está formado por un arco de medio
punto rodeado de dos arquivoltas, que se apoyan en dos columnas
con capiteles decorados con finas formas vegetales.
Hay otra puerta, que se abre a la nave del evangelio,
que tiene una estructura similar.
El interior se cubre con bóveda de medio cañón,
articulada en dos tramos. Una pequeña ventana abierta en
la parte superior del testero permite que la luz del interior de
la iglesia penetre en este recinto. Se trata de una estructura abocinada,
con arquivolta, y flanqueada por sendas columnas. Por debajo de
la misma se abre una hornacina, recubierta con placas de bronce.
El relicario de san Miguel
La iconografía de san Miguel in Excelsis es
muy particular, dado que no se representa pesando a las almas o
matando al dragón, como es lo habitual, sino portando sobre
su cabeza la Cruz. De esta forma se representa en el relicario,
realizado en 1756 para sustituir al anterior, que fue robado y,
desafortunadamente, destruido. En el interior de su cabeza se conservan
las reliquias: unos trozos de la cruz que mostró el arcángel
para matar el dragón.
El frontal de esmaltes
Pero si por algo es conocido el santuario de San Miguel
de Aralar es por el magnífico frontal de esmaltes, auténtica
joya de la orfebrería románica. Situado en el altar
mayor del santuario, destaca no solo por su calidad, sino también
por su tamaño. Parece que fue realizado entre 1175 y 1185,
durante el reinado de Sancho VI de Navarra, el Sabio (1150-1194),
y el episcopado de Pedro de Artajona (1167-1193). se ha cuestionado
que el frontal se realizase originalmente para el santuario, quizás
se ubicó, de forma primigenia, en la catedral de Pamplona,
aunque esta hipótesis no ha llegado a confirmarse.
Se trata de una pieza formada por esmaltes que siguen
la técnica "champlevé", y láminas
de cobre dorado que se superponen a un alma de madera. Originalmente
debió concebirse como un frontal de altar, aunque en la actualidad
se estructura a modo de retablo, sin que sepamos cuando se produjo
este cambio. Tiene una calle central, que ocupa toda la altura,
y otras dos laterales, con ático. La técnica, el preciosismo
con el que están trabajados los detalles y la individualización
y humanidad que desprenden los rostros de los personajes, revelan
que nos encontramos ante de uno de los mejores talleres de orfebrería
de toda Europa.
La parte central está ocupada por una mandorla
polilobulada, en cuyo interior puede verse la Virgen con el Niño
sentado sobre sus rodillas. A ambos lados de su cabeza se encuentra
el alfa y el omega y, en los ángulos de la mandorla se representa
el Tetramorfos En los laterales, en dos registros, hay una triple
arquería de medio punto con columnas, basas y capiteles,
que muestran una ornamentación trabajada con un grado de
detallismo extraordinario.
En la parte superior, hay seis apóstoles, distribuidos
en dos grupos de tres a cada lado de la Virgen, con nimbo sobre
sus cabezas, y los pies descalzos; y que se completan con los cuatro
que se encuentran en el ático, y con san Mateo y san Marcos,
que forman parte del tetramorfos que se sitúa en los ángulos
de la mandorla central. En el centro del ático cuatro piedras
de cristal de roca forman una cruz. A ambos lados de las figuras
de los apóstoles pueden verse cuatro medallones distribuidos
en dos registros, y una hilera más, de otros cinco medallones
que aprovecha la disminución de la anchura del ático
en los laterales. Todos ellos muestran motivos vegetales y figuración
fantástica.
En el registro inferior, a la izquierda, se encuentra
representada la Epifanía. Continuando con la parte inferior,
a la derecha, de la Virgen, hay un ángel, una mujer con nimbo
y un tercer personaje masculino, ataviado de forma lujosa, con un
manto y una túnica. La identificación de estas tres
últimas figuras ha suscitado opiniones diversas. Una de las
lecturas más convincentes es la de la Anunciación
y san José, lo que configuraría una de las escenas
iconográficas del ciclo mariano, a la que debe sumarse la
de la Epifanía, representada en el costado contrario. Se
asume que la posición de los esmaltes no es exactamente la
original, pues san José no formaría parte de la escena
de la Anunciación, sino de la de los Magos, y por tanto,
seguramente estuviese colocado junto a la mandorla central. A pesar
de ello, esta interpretación ha suscitado razonables dudas,
porque el patriarca se nos muestra sin nimbo, y además le
otorga un protagonismo que parece desmedido, dado que por lo general
en la Edad Media, siempre se le representa de forma marginal. Recientemente
se ha propuesto que estos personajes representan los Esponsales
de la Virgen.
En el año 1979 se robaron todos los esmaltes
y una gran cantidad de piezas. Afortunadamente se recuperó
prácticamente todo entre 1981 y 1986, pero esta circunstancia
es la que explica que falten dos medallones del ático y algunas
de las planchas de los arcos del registro inferior. A raíz
del robo, se reconstruyó toda la estructura, aunque no está
claro que se realizase siguiendo fielmente el original. Se ha considerado
el desplazamiento de algunas piezas como el del esmalte de san José,
y de hecho, la hornacina que puede verse en la cabecera de la capilla
interior está realizada con placas de bronce del retablo.
(Autor del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)