Castillo
de Turégano y su iglesia románica de San Miguel (Segovia)
Introducción
La estampa del
castillo de Turégano, encaramado en lo alto de un cerro que domina
la villa y su monumental plaza, constituye una de las más sugerentes
y divulgadas de Castilla.
No obstante,
este edificio ha estado durante muchos años cerrado y no
es mucho el público que ha tenido la oportunidad de visitar
la enorme iglesia románica que se encuentra dentro, "forrada"
por los muros de la fortaleza bajomedieval.
No
en un tópicar aclamar al castillo de Turégano como
uno de los más apasionantes y originales monumentos españoles,
puesto que las soberbia edificación de la fortaleza rodea
una no menos notable iglesia románica de tres naves, de los
pocos ejemplos que quedan de esta estructura tripartita en la provincia
de Segovia si exceptuamos la capital, los dos monasterios cistercienses
y un pequeño puñado de templos rurales. No en vano,
este conjunto de castillo-iglesia o iglesia-castillo fue declarado
Monumento Histórico Artístico hace casi un siglo,
concretamente el 3 de junio de 1931.
La dualidad
defensiva-religiosa del monumento ha provocado que tradicionalmente
se debatiera sobre el origen y evolución de esta curiosa
construcción, aunque en la actualidad se conoce bastante
bien su secuencia histórica.
Historia
y evolución del monumento
Se ha especulado
con que el cerro de Turégano fuera ya antiguo lugar fuerte
desde los primeros tiempos de nuestra historia. Siguiendo esta hipótesis,
arévacos, romanos, árabes y primeros castellanos aprovecharían
este castro como lugar de defensa.
Lo que sí
es seguro es que en el siglo XII, y tras la donación de la
comarca por Dña. Urraca a los obispos de Segovia, D. Pedro
de Aagén o alguno de sus sucesores erige en lo alto del cerro
una iglesia románica dedicada a San Miguel, de tres naves
y cabecera triabsidal con torre sobre el crucero.
En este promontorio
existiría un barrio de viviendas que estarían al resguardo
de posibles ataques por una muralla de la que quedan algunos cubos
y tramos desmochados y ruinosos. Se ha especulado que estos restos
pertenecieran al castro romano o árabe, pero en la actualidad
se piensa que corresponden al siglo XII y de factura cristiana contemporánea,
más o menos, a la iglesia.
El templo de
San Miguel de Turégano debió recibir algunos añadidos
y alteraciones a partir del siglo XIII pero hay que esperar a la
segunda mitad del XV cuando el edificio religioso original va a
sufrir su más importante transformación: la erección
de las diferentes partes de una fortaleza rodeando la antigua iglesia
y ocultándola exteriormente. Ya en el siglo XVI se modificó
el frontis de acceso a la iglesia. También se modificaron
las dos torres que la flanquean.
En 1703 una
enorme espadaña barroca es colocada en el muro meridional
del recinto interior.
La
iglesia románica de San Miguel
Estructura
interior
Con todo este
rosario de modificaciones, sólo en el interior se aprecia
la antigua estructura románica de la iglesia de San Miguel
que cuenta con tres naves de cinco tramos algo irregulares, sin
transepto, que encajan en una cabecera con tres ábsides semicirculares
precedidos de sus respectivos presbiterios.
Las naves laterales
se cubren con sus bóvedas originales de medio cañón
apuntado con arcos fajones como refuerzo. Los arcos formeros de
separación de las naves son también apuntados y extremadamente
bajos. Llama la atención la escasa altura y gran espesor
de estos arcos lo que podría indicar un replanteo de las
obras, previstas para una sola nave y luego, durante su construcción,
modificada para disponer de tres.
Los tramos de
las naves laterales próximos a la fachada occidental son
más cortos que el resto y ya no disponen de abovedamientos
de medio cañón sino de crucería sencilla ejecutada
mediante anchos y rudos nervios de sección rectangular. Se
piensa que esta modificación se haría pensando en
anexionar una tribuna a los pies del templo.
Otra de las
particularidades del conjunto de las naves es que algunos pilares
se encuentran reforzados tardíamente para asegurar que el
peso suplementario ejercido por la torre del homenaje del castillo
no provocara su hundimiento.
Los ábsides
se cubren con bóveda de horno, aunque los retablos no permiten
ver los vanos originales de los hemiciclos.
El arco triunfal
del ábside principal lleva esculpidos en sus columnas motivos
típicos de la región, como grifos, arpías y
leones.
Los capiteles
de las naves representan cestas vegetales y figuras de animales.
Dos capiteles, sin embargo, destacan por diferentes motivos:
Otro de los
elementos románicos de la iglesia de San Miguel es su pila
bautismal, que perdió la basa. Se trata de una voluminosa
pieza cuya copa está tallada con grandes gallones y se una
con el pie mediante un sogueado. Éste presenta esquemáticas
palmetas. En la no muy lejana iglesia de Sotosalbos hay una pila
similar, relación que queda establecida también por
la similitud estilística e iconográfica de los capiteles
de San Miguel de Turégano y la galería de Sotosalbos.
Puertas
El templo tenía
dos portadas, en las fachadas sur y oeste.
Parte de la
puerta meridional todavía se aprecia entre los torreones
del castillo. Es la de ingreso actual a la iglesia y la construcción
bajomedieval dejó un estrecho pasillo previo con bóveda
de perfil escarzano que tapó gran parte de la estructura
románica.
Sólo
queda a la vista parte de dos arquivoltas y las jambas interiores.
Por su parte,
la puerta occidental
está cegada por otro muro del castillo, aunque desde el interior
de la iglesia se pueden observar algunas arquivoltas y dos capiteles.
Uno de ellos muestra una pareja de basiliscos que llevan serpientes
en sus picos. Ambos animales se consideran maléficos y simbolizan
al mismo diablo.
El otro representa
aves estilizadas y esquemáticas picando frutos. En este caso
el sentido es positivo y los podemos relacionar con la salvación
de las almas y la Eucaristía.
Torre
Es reseñable
que la original iglesia medieval tuvo una torre sobre el primer
tramo de la nave central. Todavía se puede ver parte del
muro del costado oeste con un bonito ventanal de arquivoltas lisa
y abocelada sobre columnas cuyos capiteles llevan motivos vegetales
y zoomorfos.
También
quedan visibles elementos estructurales y escultóricos de
este campanario románico en la escalera que accede a las
cámaras superiores de la torre del homenaje. Por ejemplo,
se puede ver un interesante capitel algo deteriorado, que muestra
sirenas ave (nereidas) de doble cola.
También
quedan a la vista muros de sillería con impostas de flores
tetrapétalas rodeadas por tallos ondulantes, muy habituales
en el románico segoviano y específicamente en la comarca
del Pirón.
La construcción
de un campanario en esta parte de la iglesia es una solución
arquitectónica audaz, muy típica del románico
burgalés, como San Pedro de Tejada, El Almiñé
o Rodilla, pero poco presente -aunque no excepcional- en lo segoviano,
donde las torres suelen disponerse en los costados de los templos.
El
Castillo del siglo XV
La fortificación
de la iglesia de San Miguel, mediante la construcción de
un castillo periférico, fue ordenada por el obispo de Segovia,
Juan Arias Dávila a partir de 1471, quedando constancia de
ello en la presencia del escudo de este obispo que hallaremos en
diversos lugares de la fortaleza.
No obstante,
tan magna construcción tuvo que extenderse muchos años
más, alcanzando la quinta década del siglo XVI, abarcando
el mandato de otros prelados como Juan Arias de Villar y Diego de
Rivera.
Las obras citadas
de los siglos XV y XVI consistieron, como ya hemos indicado más
arriba, en el refuerzo militar consistente en rodear de muros la
iglesia románica de San Miguel, así como construir
una enorme y compleja torre del homenaje sobre la cabecera y el
campanario.
El castillo
propiamente dicho está rodeado por una muralla barbacana
rectangular con cubos cilíndricos en las esquinas a la que
antecedía un foso perimetral. La entrada de este recinto
exterior se encuentra en el vértice sureste, entre uno de
los cubos citados y una pequeña torrecita construida junto
a ella.
Una pequeña
poterna se encuentra en el lado opuesto para facilitar la evasión
de los defensores en caso de necesidad.
El castillo
propiamente dicho también tiene planta rectangular, la misma
que disponía la iglesia románica original, estando
construido en noble sillería. Por este motivo, nos encontramos
ante un castillo sin patio de armas puesto que, en su lugar, lo
que hallamos es el citado templo de San Miguel.
Cuenta con una
torre del homenaje situada en el este y seis cubos cilíndricos.
Todo el perímetro superior está amatacanado (adelantado
sobre los propios muros) mediante los típicos mensulones
de rollos de la época.
A lo largo y
ancho de sus muros hay numerosas aspilleras, con diversa forma y
perfil, destinadas al uso de armas de fuego, que a partir del siglo
XV se hacen habituales en la poliorcética tardomedieval.
Lo más
llamativo de esta fortificación es el tamaño de la
magnífica torre del homenaje levantada sobre el ábside
central y el campanario románico del crucero de la iglesia
de San Miguel, a su vez flanqueada al norte y al sur por dos cuerpos
prismáticos de aristas redondeadas que fueron edificados
sobre los absidiolos laterales.
Esta estructura,
destinada a servir de vivienda de los obispos, así como sus
sirvientes y la guardia, constituye un verdadero laberinto de escaleras,
pasillo y estancias superpuestas organizadas con el fin de que,
en caso de ataque, los agresores sufrieran el acoso por sorpresa
de los defensores a lo largo del complejo entramado. Existen aún,
en buen estado de conservación, estancias nobles con chimeneas
y miradores.
Más
información del Románico
en la comarca del Pirón, en las cercanías de Turégano