Románico
en el Valle de Yerri, Navarra
Introducción
A unos 30 kilómetros al oeste
de Pamplona y en plena comarca Navarra de Tierra Estella, muy pocos
kilómetros al norte del Camino de Santiago, se encuentra un
territorio de gran densidad en cuanto a construcciones románicas
se refiere.
La mayoría de monumentos que nos van a ocupar
a continuación pertenecen al histórico Valle de Yerri,
en la actualidad convertido en un municipio de carácter disperso
heredero de del viejo régimen concejil y que se compone de
varios despoblados y aproximadamente una veintena de minúsculas
aldeas, cada una de ellas, dotada de su propio templo parroquial.
El Valle de Yerri se extiende desde las elevaciones montañosas
de la Sierra de Urbasa y del Parque Natural de Urbasa-Andía
hasta la fértil y próspera ribera del río Ega
que baña la ciudad estellesa; un territorio de gran belleza
paisajística salpicada de pintorescas aldeas.
El monumento más relevante de la zona es el Monasterio
de Santa María la Real de Iranzu, integrado hoy en día
en el colindante municipio de Abárzuza, aunque también
hay que destacar, por su importancia dentro del románico rural,
la Ermita de Santa Catalina de Azcona.
Monasterio de Santa María la Real de Iranzu
Enclavado en un solitario vallejo a unos 10 kilómetros
al norte de Estella, los orígenes del Monasterio Cisterciense
de Santa María la Real de Iranzu habría que remontarlos
por lo menos hasta finales del siglo X y principios del XI, constando
en esas fechas la existencia en el lugar de un modesto establecimiento
monástico bajo la advocación de San Adrián.
En 1176 el obispo de Pamplona Pedro de Artajona dona
a su hermano Nicolás los terrenos de Iranzu con la condición
de levantar allí un cenobio regido por la Regla del Císter,
para lo cual, llega acompañado de un grupo de monjes procedentes
de la abadía francesa de Cour-Dieu.
Con momentos de mayor o menor esplendor, el Monasterio
de Iranzu permaneció activo hasta la Desamortización
de Mendizábal, quedando desde entonces abandonado y en estado
de ruina hasta que la Institución Príncipe de Viana
acomete su reforma en 1942. En la actualidad, el cenobio cuenta de
nuevo con vida gracias a la instalación de una comunidad de
monjes teatinos.
Pese a estar considerablemente restaurado, el de Iranzu
es uno de los monasterios en los que más claramente fueron
plasmadas las estrictas normas constructivas de la orden del Císter,
conservándose en la actualidad su iglesia, el claustro, y varias
dependencias como la sala capitular, la cocina, la cilla, el refectorio,
la casa abacial, los restos de la enfermería y una pequeña
capilla dedicada a San Adrián, heredera del monasterio preexistente
y que los monjes reaprovecharían durante la construcción
de la nueva iglesia.
El templo se estructura en tres naves separadas por arcos
doblados apuntados sobre pilares prismáticos, crucero no marcado
en planta, y triple cabecera escalonada de testero recto. A los pies
y bajo un rosetón de tracería, se abre su portada principal,
de arquivoltas también apuntadas en la que destaca un típicamente
navarro crismón trinitario.
El claustro, acomodado al costado sur de la iglesia,
deja ver dos fases constructivas claramente diferenciadas: una primera
correspondiente a las crujías norte y este con parejas de arcos
de medio punto abrazados por uno apuntado, y las otras dos restantes
ya claramente goticistas a base de arcos apuntados de tracería.
Conserva también el claustro la fuente lavatorio original.
En
torno al claustro han llegado también a nuestros días
la bellísima sala capitular, la cocina, el reformado refectorio,
la cilla, la casa abacial, así como restos de la enfermería,
junto a los cuales, se yergue la primitiva ermita de San Adrián,
la cual funcionaría como lugar de oración para la comunidad
durante la construcción de la iglesia monacal.
Más
información del Monasterio
de Iranzu
Lácar
Adentrándonos ya en el Valle de Yerri apenas a
un par de kilómetros al norte de la Ruta Jacobea se llega a
la población de Lácar, cuya antigua iglesia parroquial,
hoy convertida en ermita de Santa Engracia, presenta apreciables restos
de su pasado románico.
Considerablemente transformada, ampliada y sobreelevada,
conserva un ábside de tres paños separados por semicolumnas
y abiertos mediante ventanales ligeramente apuntados. También
apuntadas son las arquivoltas de su portada principal, abrazadas por
una chambrana decorada a base de flores que, de puro esquematismo,
casi se asemejan más a puntas de diamante.
Tanto los aleros como las bóvedas originales
se perdieron al ser ampliada la iglesia en el siglo XIX con el fin
de albergar en un piso superior la escuela local, razón por
la cual, de no ser por su modestísima espadaña, la ermita
podría pasar perfectamente como una vivienda más de
la pequeña población.
Eguiarte
A menos de un kilómetro de Lácar y equidistante
con la localidad de Alloz, se encuentra la iglesia de Santa María
de Eguiarte, parroquia de ambas poblaciones y una de las más
gratas y desconocidas sorpresas que nos depara el románico
rural navarro.
Se trata de un templo también notablemente reformado
y ampliado en época moderna que, afortunadamente, supo conservar
su portada principal, en la actualidad cobijada por un profundo porche
de factura relativamente reciente.
Consta de tres arquivoltas de medio punto que descansan
sobre una pilastra interna y dos columnas acodilladas rematadas en
capiteles de cestas animadas con interesantísima decoración
figurada.
A la izquierda, según el punto de vista del espectador,
se reconocen las escenas de la Anunciación, la Epifanía,
un relieve geométrico de posibles connotaciones solares y un
Agnus Dei o Cordero Místico.
Al lado opuesto el mensaje parece cambiar radicalmente
de positivo a negativo, apareciendo junto a un crismón trinitario,
una serie de animales fantásticos de carácter maléfico
y clara impronta silense: arpías, dragones y un centauro sagitario
disparando una flecha.
Más
información de Eguiarte,
Navarra
San Martín de Montalbán
La hasta hace poco ruinosa y aislada iglesia de San Martín
es el único vestigio conservado de un antiguo despoblado desaparecido
de nombre Montalbán y que se situaba entre Alloz, Arízala
y Zurucuáin, término este último al que pertenece
en la actualidad.
Se trata de una pequeña construcción de
notable sillería, una corta nave y, tras un tramo presbiterial
bastante profundo y marcado al exterior por sendos contrafuertes,
un ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera.
Al interior, los capiteles dejan ver los influjos del
cercano monasterio de Iranzu, mientras que al exterior, la austeridad
es absoluta en su portada sur, de tres arquivoltas de medio punto
doveladas.
Merece ser resaltada la acertadísima y oportuna
restauración que en el año 2012 realizó la Institución
Príncipe de Viana, salvando al templo de una ruina casi segura.
Ugar
Ugar fue una antigua población de Realengo, que
fue donada por el monarca García Ramírez al Monasterio
de Irache en el año 1135.
Sin embargo, la iglesia de San Martín de Tours
de Ugar es bastante más tardía. Podríamos fácilmente
fecharla en el siglo XIII, ello sin contar las reformas y adiciones
de siglos modernos.
La cabecera conserva bien sus formas románicas,
con su ábside de tambor articulado por cuatro gruesas columnas
y una imposta. En el paño central tenemos una ventana con arco
apuntado.
Los canecillos muestran medias cañas paralelas
y ninguna figuración mientras que los capiteles dibujan personajes
humanos y monos rodeados de una hojarasca vegetal bastante gotizante.
La puerta del muro meridional se compone de arquivoltas
apuntadas sobre columnillas muy finas que podemos calificar también
como góticas.
Santa Catalina de Azcona
La Ermita de Santa Catalina de Alejandría de Azcona
es uno de los hitos fundamentales del románico del Valle de
Yerri y una de esas sorpresas mayúsculas que, de vez en cuando,
nos regala el románico rural español.
Se ubica entre las poblaciones de Azcona y Arizaleta
y se divisa con facilidad pues se encuentra completamente exenta en
medio de un mar de campos de labor.
Santa Catalina de Alejandría, hoy considerada
como ermita por su soledad entre los trigales, fue la iglesia parroquial
de la aldea de Ciriza, al parecer desaparecida durante la Baja Edad
Media.
Se trata de un pequeño y armonioso templo de una
nave y cabecera con ábside de planta semicircular, cuya fábrica
es a base de sillares, si bien a los pies vemos sillarejos, posiblemente
como consecuencia de una reconstrucción tardía tras
una ruina parcial.
En cuanto a las fechas de su construcción, habría
que datarla alrededor del año 1200, en estilo tardorrománico
austero relacionado con la estela que el Císter dejó
por todo el Reino de Navarra. Prueba de ello es la sencillísima
puerta meridional, construida a base de simples arquivoltas apuntadas,
sin columnas ni decoración.
Lo más relevante de este edificio es, sin duda,
el magnífico repertorio de canecillos y capitales figurados
de la cabecera. No cabe duda que pertenecen al mismo taller que trabajó
en el Monasterio de Irache, distanciado sólo una docena de
kilómetros.
Este grupo de escultores hay que considerarlos entre
los mejores del románico tardío español y vinculados
a otros lugares de Navarra (Estella), Álava (San Prudencio
de Armentia) y al "románico del Segundo Maestro de Silos"
en Castilla (especialmente Burgos y Soria).
Las características plásticas que este
taller imprime en sus obras se pueden resumir en: acusados relieves
con detallismo en las plumas de la aves, cabellos y músculos
de animales y hombres; expresividad y naturalismo en los pliegues
de las vestiduras y los rasgos faciales.
En lo iconográfico proliferan los animales reales
(leones, dromedarios, aves) y fantásticos (arpías, sagitarios,
dragones, grifos etc.) los combates de caballeros y los bustos humanos.
Frecuentemente las figuras quedan rodeadas por flores de aro.
Un breve recorrido por las escenas representadas en el
exterior de la Ermita de Santa Catalina nos lleva a temas zoomorfos
como leones de cuerpo entero o simplemente bustos, esculpidos con
excelsa calidad y expresividad. También hay perros, ciervos,
dragones, grifos, un dromedario arrodillado, etc.
En cuanto a seres humanos tenemos varias escenas interesantes,
entre las que destacamos:
- La Paz de Dios, donde una mujer alegoriza el cese
del combate ordenado por la Iglesia entre dos caballeros en liza.
- Una señora con su hijo.
- Un busto de un hombre que se rasca la mejilla junto
a una inscripción que reza algo parecido a SANSO y una segunda
palabra que, aunque interpretada como GARCIA, nos parece un texto
diferente.
- Un personaje con turbante.
- Un hombre con alopecia y larga barba que junta sus
manos e la altura de la cintura.
- Una mujer mostrando su entrepierna, etc.
En el interior del templo tampoco decepcionan las fantásticas
cestas de los capiteles, entre los que encontramos a un personaje
que agarra por las barbas a dos leones alados (puede estar aludiendo
al Señor de los Animales o a La Apoteosis de Alejandro Magno.
En el otro capitel del arco triunfal vemos a un caballero
acompañado por una dama en combate contra un centauro. Se ha
interpretado como una recreación del Rapto de Deyanira, perteneciente
a la mitología griega.
Lezáun
Modestos son los restos románicos de la iglesia
de San Pedro de Lezáun. Además de parte del ábside
y el sobrio campanario, lo poco que nos atrae de esta iglesia es la
puerta del costado meridional, cuyas arquivoltas de medio punto descansan
sobre dos columnas con capiteles se ocupan del Ciclo de la Natividad.
Garísoain
La iglesia parroquial del pueblo de Garísoain
es la última de la que nos vamos a dedicar perteneciente al
románico del Valle de Yerri. Su interés se centra en
su bonita puerta de arquivoltas semicirculares compuestas por boceles
y medias cañas, además de cenefas con ajedrezado y puntas
de diamante.
Los seis capiteles inferiores son anicónicos,
basándose en volutas muy desarrolladas.
(Autores del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé y David de la Garma)