Historia
de la
Arquitectura Gótica
La
invención arquitectónica del gótico: el enigma
de la bóveda de crucería
Las
plantas de los grandes edificios góticos no fueron muy diferentes
de las de las grandes catedrales románicas (tres naves, transepto
y cabecera con girola y capillas radiales. En el alzado se respetó
la configuración de tres pisos superpuestos.
Pero donde
la arquitectura gótica es esencialmente diferente a la románica
es en el sistema de abovedamiento, ya que en el románico se
emplean pesadas bóvedas de medio cañón sobre
arquerías de medio punto que debían soportar inmensos
esfuerzos, en colaboración de gruesos muros. El arquitecto
románico -como el gótico- buscó también
el carácter ascensional del templo y la luz, pero se vio maniatado
por los recursos arquitectónicos de que disponía. En
su lugar, prefirió centrarse en el orden y la regularidad de
las formas para transmitir armonía.
La arquitectura
gótica se basó en el arco apuntado y la bóveda
de crucería, amén del arbotante.
El
arco apuntado nació en el románico de Borgoña.
La famosa abadía de Cluny III lo incorpora de manera majestuosa
y es rápidamente difundido. El arco apuntado ejerce menos resistencia
que el de medio punto al peso superior que soporta y su estilizada
figura permite una estética ascensional que será explotada
plenamente por el gótico.
El segundo
(primero en importancia) elemento esencial de la arquitectura gótica
es la bóveda de crucería. Se
puede afirmar sin demasiadas vacilaciones que no hay artificio arquitectónico
tan polémico, estudiado y analizado como la misteriosa bóveda
de crucería gótica.
El uso de
bóvedas con nervios de refuerzo ya se usó en el mundo
romano y posteriormente en la arquitectura musulmana y lombarda. Sin
embargo, se considera que las primeras bóvedas que se pueden
considerar precedentes de la futura gótica se desarrollaron
en el mundo anglonormando (como por ejemplo, la
Catedral de Durham y las iglesias de Caen) aunque éstas son
sexpartitas y los arcos de medio punto. Desde entonces este sistema
de abovedamiento transformó el románico dotándolo
de una cubrición para el que no estaba preparado y permitió
el paso definitivo al mundo gótico puro.
Se ha escrito
mucho y de manera opuesta sobre la razón de tal invento.
La bóveda
de arista románica es la formada por el cruce perpendicular
de dos bóvedas de medio cañón. La bóveda
de arista es usada de manera sistemática en el románico,
en concreto para cubrir las naves laterales. Básicamente la
bóveda de crucería es el resultado del cruce de dos
bóvedas de cañón apuntado soportada por dos arcos
cruceros diagonales. Para algunos autores -como Marcel Aubert- esta
aclaración es primordial: la bóveda gótica no
sería una bóveda "con" crucería (los
nervios están embutidos en la bóveda y no soportan nada)
sino una bóveda "sobre" crucería (los arcos
son ajenos a los plementos de las bóvedas que apoya sobre ellos).

Pero aquí
empieza la polémica. Para algunos autores y, sobre todo, para
la corriente romántica del siglo XIX que idealiza el mundo
medieval y su arquitectura, en especial el gótico, los arcos
cruceros realmente soportan el total del peso de la bóveda
que se cierne sobre ellos desplazando todo el peso -como cañerías
que conducen el agua hasta el desagüe del suelo- a los cuatro
puntos de arranque de los mismos. En un sentido literal, este sistema
está basado en un equilibrio dinámico complejísimo
que fallaría si cualquiera de los sillares de los plementos
estuviera mal colocado o, peor aún, si las dovelas de los arcos
cruceros se desajustaran.
Para otros
autores, sin embargo, la importancia de estos arcos cruceros es muy
inferior a la conferida inicialmente. Para ello se basan en la observación
de iglesias y catedrales semidestruidas en las guerras europeas donde
se pudo comprobar cómo las plementerías que habían
perdido los arcos cruceros se mantenían perfectamente estables.
Para ello no hay que dejar de pensar que uno de las grande avances
de los canteros góticos fue trabajar con gran pulcritud los
sillares de los plementos creando piedras de fino espesor y muy ajustados
entre sí, que al fraguar la argamasa entre ellos dan como resultado
una bóveda relativamente ligera y muy rígida y resistente.
Para estos
autores, como Paul Frankl, los arcos cruceros no serían otra
cosa que la manera de adornar las aristas de unas bóvedas con
irregularidades como consecuencia de tener que abovedar tramos no
cuadrados o proyectadas desde arcos a desigual altura.
En palabras de Bango Torviso, las ojivas son "cimbras monumentalizadas
en piedra". Ello justificaría que en el gótico
final se construyeran bóvedas de crucería más
complejas y barrocas con nervios de diseño caprichoso alejados
completamente de cualquier utilidad arquitectónica y sí
meramente decorativa.
Posiblemente
entre estos dos extremos esté la verdad. Lo que es claro es
que, en conjunto, estas estructuras liberan de casi todo el peso a
los muros perimetrales, localizándolo en cuatro puntos determinados.
Esto permite desmaterializar el muro mediante grandes vanos o ventanales
con tracerías caladas en las que se encastraron hermosísimas
vidrieras coloreadas. Para reforzar los puntos de evacuación
del peso se reforzaron los contrafuertes ya usados de manera continua
en el románico y, sobre todo, se empleó el arbotante,
verdadero arco de apuntalamiento que conduce el peso soportado por
las zonas de sostén definitivamente hacia el exterior del edificio
a través de un contrafuerte situado en el exterior coronado
por un pináculo o estatua.

Tan complejo
sistema de esfuerzos y contrarrestos determina completamente el intrincado
-y a veces abigarrado- aspecto exterior de las catedrales góticas,
repletos de estribos, arbotantes y pináculos. No más
sencillas son las fachadas principales. La típica fachada gótica
se divide en tres cuerpos horizontales y tres secciones verticales
o calles, donde se abren las tres portadas que se corresponden con
las naves interiores. Las dos torres laterales forman parte del cuerpo
de la fachada y se rematan frecuentemente por agujas o chapiteles.
Por último, el gran rosetón calado, además de
fuente de luz y color para el interior, supone un magnífico
centro para la totalidad del conjunto.
Gótico
temprano
Al
gótico temprano no hay que confundirlo con los numerosos templos
franceses y del resto de Europa de la primera mitad del siglo XII
cuya planta y alzado es plenamente tardorrománico pero que
adopta bóvedas de crucería como solución final.
Estas iglesias -que en España son muy numerosas sobre todo
en la segunda mitad del siglo- suelen presentar, como soportes, pilares
cuadrados o cruciformes con cuatro semicolumnas adosadas para recibir
los arcos perpiaños y formeros. Al decidir posteriormente su
cubrición con bóveda de ojivas hubo que improvisar ménsulas
a cada lado de la columna superior para soportar los arcos cruceros.
En algunos casos se prescindió de las ménsulas y los
nervios cruceros apearon directamente en el muro siendo embebidos
en éste. En ocasiones a este estilo tardío románico
con bóvedas de ojivas se le ha denominado "románico
ojival" y está más relacionado con las construcciones
cistercienses que con un verdadero espíritu gótico.
Sin embargo,
cuando
un edificio es puramente gótico, con la intención de
tener bóveda de crucería desde su origen, los soportes
son "pilares compuestos" con columnas en las caras frontales
y columnillas en las esquinas para apear los nervios. Además
el edificio gótico debe tener añadida -como vimos en
apartados anteriores- una coherencia general basada en la altura y
el cromatismo de la luz, que no poseen los templos híbridos
antes descritos.
Por ello se
admite que el gótico nace en la Isla de Francia, concretamente
en la girola de las iglesia abacial de Saint-Denis, panteón
real cercano a París y construida a partir de 1137, donde las
finas columnas que soportan las bóvedas de crucería
sin muros divisorios entre las diferentes capillas crean un espacio
continuo y dinámico que servirá de base para el desarrollo
de esta nueva arquitectura.

Tras los pasos de Saint-Denis siguió la construcción
de uno de los templos más emblemáticos y conocidos de
la arquitectura medieval europea: la catedral de Notre Dame de París
-comenzada en el año 1163- donde se comienza a desmaterializar
el muro y a buscar grandes alturas. (VER IMAGEN SUPERIOR).
Más
información de la Catedral
de Notre Dame de París
Después
seguirían las catedrales de Laon y Noyon, donde se añade
un cuarto piso (triforio) al tradicional sistema de arquerías,
tribuna y claristorio. Otra característica de estos edificios
góticos iniciales es el empleo de la bóveda sexpartita
bastante abombada (las claves de las ojivas están más
altas que las claves de arcos formeros y perpiaños) para asegurar
mayor verticalidad a los empujes.
Gótico
clásico
Ya
dentro del período clásico del gótico, la catedral
de Chartres -comenzada en 1194- vuelve al alzado de tres pisos (arquería,
triforio y claristorio, habiendo sido eliminada la tribuna, invento
románico para reforzar las bóvedas de la nave central),
siendo el superior o claristorio de enormes ventanales bíforos
apuntados con rosetones, tréboles cuadrifolios, etc. Los sabios
arbotantes de Chartres permiten eliminar el abombamiento de las bóvedas
con lo que las claves de todos los arcos están al mismo nivel.
Este periodo del gótico
clásico culminó en la catedral de Reims (comenzada en
1210) y que sigue el esquema general de Chartres. Con sus equilibradas
proporciones, Reims representa el momento clásico de serenidad
y reposo en la evolución de las catedrales góticas.
La catedral de cinco naves
de Bourges (comenzada en 1195) reduce la altura del claristorio en
favor de la longitud de la arquería inferior y el triforio
que alcanzan gran altura, pero sacrifica la luminosidad.
Amiens y Beauvais suponen
el último peldaño de la gran arquitectura gótica
clásica francesa, donde la verticalidad y la luz -grandes anhelos
del gótico- alcanzan su máximo esplendor. De entrada,
el muro exterior del triforio del coro es calado por lo que también
la nave es iluminada y coloreada mediante el piso intermedio. Las
arquerías se elevan mediante arcos extremadamente apuntados
y el claristorio se hace enormemente alto, comparable a la altura
del piso de arcos formeros, con lo que la altura total de la bóveda
alcanza los 50 metros en el caso de Beauvais.
Queda decir que las catedrales
de Amiens y Bourges inspiraron las españolas de León
y Burgos respectivamente.
Gótico
radiante
En esta fase
del gótico frances, la luz adquiere el total protagonismo ya
que se desmaterializa el muro en detrimento de la altura para colocar
vidrieras profusamente, en concreto, mediante rosetones (de aquí
el nombre) o grandes vanos con tracerías caladas. La Sainte-Chapelle
de París es el mejor ejemplo de esta arquitectura.
Hay que recordar
que si en la Arquitectura Románica se simboliza la unión
sagrada de la tierra y el Cielo mediante su encaje de volúmenes,
en la Arquitectura Gótica se buscan grandes alturas y el mundo
de luz y color de las vidrieras para representar la Jerusalén
Celeste, tal y como es mostrada por San Juan en el Apocalipsis.
Gótico
flamígero
La última
fase de la arquitectura gótica francesa recibió el nombre
de gótico flamígero o flamboyant, por el uso del arco
conopial y las tracerías en forma de llama.
Las tres características
más acusadas son el barroquismo de la decoración exterior
de las fachadas (puertas y ventanales), la eliminación de obstáculos
visuales que perjudicasen el aspecto ascensional y la complejidad
decorativa (ya poco tectónica) de las bóvedas de crucería
que incorporan infinidad de nervios trazando complejísimas
figuras geométricas mediante terceletes, arcos combados, etc.

Esta decadente
y barroca decoración llega a su máximo nivel en el llamado"estilo
perpendicular" inglés donde se emplea la bóveda
en abanico, como en Gloucester, Windsor, Westminster y el Kings
College de Cambridge.
