Islas
Baleares antes de la conquista cristiana
La
estratégica situación de las islas Baleares, va
a hacer del archipiélago objetivo de las diversas potencias
mediterráneas, desde los fenicio-púnicos a los bizantinos.
Precisamente, aprovechando
el repliegue bizantino, los musulmanes realizarán diversas
incursiones en las islas, hasta que en el 707 impongan un tributo
en lo que se ha querido ver como punto de partida de la dominación
islámica de las islas, esto es, cinco años antes
de la invasión de la Hispania visigoda.
Ocupados en la progresión
hacia la Francia carolingia, en las luchas internas y la consolidación
del poder musulmán y del emirato omeya, las Baleares vivieron
un período de cierta autonomía. Sin embargo, las
actividades piráticas practicadas por los habitantes de
las islas, acabaron afectando también a los musulmanes
peninsulares, por lo cual Abd-el-Rahman II, resolvió anexionar
las islas al poder cordobés, quedando las islas sujetas
a los vaivenes políticos peninsulares.
Por otro lado, la actividad
pirática desarrollada por los insulares, contribuirá
a afectar el comercio en el Mediterráneo occidental y central,
siendo las repúblicas mercantiles italianas las más
afectadas. También las islas sufrirán, no obstante,
las acometidas corsarias de los cristianos, ya fuera respondiendo
a un ataque musulmán o a una iniciativa propia: Así
Armengol, conde de Ampurias, interceptará en 813 una escuadra
que venía de Córcega, y pocos años después,
en 859, los normandos asolarán Mallorca, Menorca y Formentera.
Otro hombre del norte, en este caso, Sigurd de Noruega, aprovechará
la travesía hacia Tierra Santa para ejercitar sus armas
contra los infieles andalusíes, atacando Mallorca en 1108.
Esta actividad pirática
no se ejercía sólo entre cristianos y musulmanes,
sino que los propios caudillos mallorquines deprederán
el litoral controlado por otros poderes islámicos: Así,
al-Muqtadir de Zaragoza acabará capturando a uno de estos
caudillos, que ejercía una destructiva actividad en el
área catalana.
Sin
embargo, va a ser a partir del S. XII cuando los cristianos se
planteen, pasar de la mera incursión a la conquista efectiva:
Entre 1113 ó 1114, una flota combinada catalano-pisana
arremeterá contra las islas, llevando a su gobernador,
Mubassir al-Dawla, a pedir ayuda a los almorávides.
En 1145, es Génova
la que propone y, de hecho, colabora con Alfonso VII en la conquista
de otro nido de piratas islámicos, Almería, mientras
que al conde de Barcelona, le ayudarán a conquistar Tortosa,
1147-1148, desarticulando los focos de desestabilización
del comercio mediterráneo.
Sin embargo, si entre
1156 y 1162, todavía se articula una nueva alianza, en
este caso, entre Ramón Berenguer IV y Pisa, con vistas
a conquistar las Baleares, a partir de 1156, asistimos a la concertación
de periódicos acuerdos entre las potencias comerciales
italianas y los distintos titulares del poder en Mallorca - por
ejemplo, en 1137 ya se ha concertado un acuerdo comercial con
los almorávides, y en 1154, 1161, 1176, se renuevan con
los almohades-.
Ahora bien, si los barcos
italianos podían comerciar sin demasiado problema en el
Mediterráneo Occidental e incluso en el Atlántico,
las costas catalanas y occitánicas siguieron estando sometidas
a las destructivas incursiones baleáricas, lo que determinó
a Alfonso II de Aragón a acabar de una vez para siempre
con la amenaza: Aliándose esta vez con Guillermo de Sicilia,
una tormenta dejará inmovilizada a la flota, frustrando
así nuevamente el proyecto de conquista. Como la actividad
pirática persistía, Pedro II retomó el proyecto,
reclamando una cruzada a Inocencio III. Sin embargo, Génova
y Pisa, dado que, la toma de Mallorca no sólo podría
poner las bases de una nueva potencia naval en el Mediterráneo
occidental, sino que perderían su privilegiada situación
tanto en las islas, como en el Norte de África.
La derrota de los almohades
en las Navas de Tolosa, supuso un espaldarazo a Pedro II, que
veía así incrementar su popularidad en la Cristiandad;
sin embargo, su muerte en Muret abrirá en Aragón
un convulso período, marcado por la minoría de edad
de su hijo, Jaime I. Mientras el poder almohade se derrumba abriendo
los caminos a los reinos occidentales, la Corona catalana-aragonesa
se verá sacudida por diversas tensiones internas que frenarán
la progresión reconquistadora y, en consecuencia, frustrarán
el proyecto de conquista de Mallorca.
Jaime
I y la conquista de Mallorca
El fortalecimiento de
la nobleza durante este período de minoría de edad
de Jaime I, podía traer como consecuencia la rivalidad
entre distintas facciones nobiliarias que, además de condicionar
la voluntad del rey, podían iniciar luchas internas que
debilitaran al reino. La muerte de Pedro de Ahones a manos de
un caballero de Jaime, materializó ese temor, iniciándose
así una guerra civil en la Corona catalana-aragonesa. Como
en otros conflictos similares, Jaime I optó por apoyarse,
no sólo en los sectores nobiliarios adictos, sino en nuevos
sectores, como era la burguesía catalana. Debilitada su
posición en el Pirineo tras las guerras albigenses, la
burguesía mercantil catalana precisaba de nuevos espacios
en los que desarrollar su actividad y nuevas tierras que sirvieran
de base a este desarrollo industrial y comercial.
Una vez derrotados los
rebeldes, Jaime I consolidaría su posición, articulando
medidas beneficiosas para los mercaderes catalanes, como la prohibición
de cargar mercancías catalana-aragonesas en barcos que
no fueran catalanes. Sin embargo, era preciso neutralizar la agitación
nobiliar, de manera que concibió un grandioso proyecto
que habría de beneficiar a todos los sectores del reino
y proyectar las energías del mismo hacia el exterior: Así,
la conquista de Mallorca y de Valencia, están estrechamente
unidas, no sólo en el tiempo, sino en la intención.
El detonante de lo que
podríamos llamar, una conquista anunciada, será
el apresamiento de dos barcos aragoneses por parte del mallorquín
Abu Yahya en torno a 1227. Como Jaime I exigiera una compensación
por las pérdidas ocasionadas y no fuera satisfecha por
el musulmán, las Cortes reunidas en Barcelona respaldaron
la decisión del monarca de invadir el archipiélago.
No es, quizás, casualidad que fuera en Barcelona donde
resuelve tal acción, ni que sean los catalanes los que
aporten mayores recursos a la empresa, si bien, dado que el monarca
prometió no sólo derechos sobre el comercio, sino
tierras y casas, también participarán magnates laicos
y eclesiásticos de Aragón y territorios ultrapirenaicos.
Reunidos en Salou, el
5 de septiembre de 1229 zarpará la expedición con
destino a Pollensa, si bien una tempestad los arrastrará
a La Palomera. El único encuentro de cierta importancia,
se produjo en Portopí, pero inmediatamente se puso Palma
bajo asedio, cayendo la ciudad en diciembre de 1229. En junio
de 1231 someterá Menorca y habrá que esperar a 1235
para incorporar Ibiza al Reino de Mallorca.
A los participantes en
la empresa y a aquellos señores musulmanes que colaboraron,
se les concedieron tierras y casas. Además, concede a los
súbditos peninsulares, inmunidades fiscales y el derecho
a comerciar en las islas, y a éstos también de comerciar
en la Península - incluyendo a los musulmanes que colaboraron
-.
A fin de neutralizar recelos
y tensiones, concede derechos también a Génova,
Pisa y a los cónsules marselleses Balduino Gemberto y Guilermo
Aycard, que habrían contribuido decisivamente en la conquista,
aportando varias naves y más de seiscientos caballeros.
Por su parte, para asegurar
la posición cristiana - lugares como Pollensa, Santueri
Alaró no serían sometidos hasta 1231 - Gregorio
IX concedió indulgencias equivalentes a las concedidas
a los cruzados que marchaban a Tierra Santa a combatir a los musulmanes,
a todos aquellos que fueran a repoblar, lo que no era sino otra
tierra de frontera, también amenazada por el infiel, en
este caso por el emir de Túnez - con el que, no obstante,
firmará diez años después un acuerdo comercial
-.
Inicialmente, Bernardo
de Santa Eugenia se ocuparía de la gobernación de
Mallorca, pero el 29 de septiembre de 1231, Jaime I, interesado
en consolidar su poder en los Pirineos, propuso al titular del
mismo, su tío, el infante D. Pedro de Portugal (hijo de
Sancho I de Portugal y Aldonza, hija del rey de Aragón)
un canje por Mallorca, quedando como señor del Reino de
Mallorca.
Sancho I de Portugal habría
repartido el reino entre sus hijos e hijas, algo que el primogénito
y sucesor Alfonso II no estaba dispuesto a permitir, máxime
cuando había puesto en marcha un proceso de centralización
del poder regio: Pedro se convertirá en cabeza del partido
nobiliar, pero derrotada su causa, se verá obligado a exiliarse.
Retirándose a Marrakech, se convertirá en el oficial
de la milicia cristiana del almohade al-Mostasir. En 1229 D. Pedro
de Portugal, decide marchar a la tierra de su madre, donde contraerá
matrimonio con Aurembiaix. Hija del conde de Urgel Armengol VIII,
Aurembiaix, habría sido despojada del título por
su tía y el marido de esta Gerau, vizconde de Cabrera.
La despojada condesa,
acudió entonces a Jaime I para que arbitrara en la disputa,
siendo resuelta favorablemente para ella. Para asegurar su posición
y la del monarca en el condado, la condesa fue casada con el que
no era sino un dependiente del rey, D. Pedro de Portugal. Al morir
la condesa en 1231, y no mediar descendientes, el condado pasó
a su marido D. Pedro. Ahora Jaime podía ejercer un control
más estrecho y eficaz sobre el condado, haciéndose
titular directo del mismo, compensando al portugués con
Mallorca, si bien, no de manera hereditaria, sino vitalicia. Además,
con esta maniobra alejaba a un magnate peligroso y ponía
al frente de una isla que hacía de frontera, a un personaje
acostumbrado a la guerra y al trato con los musulmanes.
No obstante, en torno
a 1244, Jaime I procedería a tomar el control directo del
Reino de Mallorca, al cambiar a D. Pedro las islas por el señorío
de castillos y villas como los de Murviedro, Segorbe, Morella
por las islas, para volver a las mismas en 1254, hasta que, fallecido,
pasen definitivamente a Jaime I.
Jaime
II (1276 - 1311)
Entre 1262 y 1276, el
segundogénito del Conquistador, servirá a su padre
como su Lugarteniente en el reino. Jaime I decidió repartir
el reino entre sus hijos, dejando
Al futuro Pedro III, el Grande los reinos de Aragón y Valencia,
y los condados catalanes, mientras que Jaime II se convertiría
en rey de Mallorca y titular de los condados del Rosellón,
la Cerdaña, además de Montpellier y Omelades, entre
otros.
Sin embargo, esta división,
si bien beneficiaba a los condados ultrapirenaicos al vincularlos
más estrechamente con las islas, perjudicaba a los comerciantes
catalanes que, para evitarlo, alegan que tal decisión implica
la fragmentación del reino. Los mallorquines, por su parte,
muy beneficiados por el reparto, al poder conectar con la ruta
del Ródano y las ferias francesas, alegarán que
la única ligazón existente entre las distintas unidades
que forman parte de la Corona de Aragón, es la dinástica
- aunque, jurídicamente, las leyes en vigor son los usatges
-. En este sentido, es significativo, que ya en 1270, Jaime II
hubiera obtenido de su padre, el derecho a batir moneda propia
- eso sí, una vez falleciera el Conquistador -.
De hecho, la tensión
llegará hasta el punto que, tras las Vísperas Sicilianas,
Jaime II se unirá a Felipe III de Francia - aunque ciertos
sectores mercantiles comenzaban a inclinarse por Aragón
- y, en consecuencia, a los adversarios del catalano-aragonés,
iniciándose un duro enfrentamiento entre ambos hermanos:
Intereses mercantiles catalanes, consolidación de la soberanía
regia y guerra con Francia, son algunas de las principales variables
que explican el vehemente interés puesto por Pedro el Grande,
pero también por sus sucesores, en la segunda conquista
catalana-aragonesa de Mallorca.
Durante el reinado de
Alfonso III y Jaime II de Aragón, la situación fue
muy cambiante: Jaime II pudo contar con la fuerza militar francesa
que le mantuvo a salvo en Montpellier, mientras que pudo contar
con la fuerza jurídico-moral del Papado - aliado de Francia
-, que promulgó una bula (20 junio 1295) en la que se declaraba
Mallorca desvinculada de Aragón y del condado de Barcelona.
Tras la ocupación catalana-aragonesa de Mallorca, los contendientes
firmarían la Concordia de Argelers (junio 1298), por la
que Jaime II de Aragón devolvía las islas a su tío
Jaime II de Mallorca.
Restituido el reino, Jaime
II inicia una serie de acciones encaminadas a consolidarlo: Acuña
moneda, libera a sus súbditos del homenaje vasallático
debido a Aragón e inicia significativas obras como la Catedral,
el castillo de Bellver, etc. En respuesta, los barceloneses procederán
a someter Mallorca a bloqueos navales y acciones piráticas,
lo que obliga al mallorquín a buscar apoyo entre pisanos
y genoveses (1305).
Sancho
I (1311 - 1324)
En este proceso de consolidación
institucional del Reino, en 1315 se constituye el Sindicato Foráneo,
como cauce de representación de los campesinos, el cual
pasará a integrarse, junto con la Universidad, en el Consejo
General. Para ganarse a las ciudades, dotará, además
a los municipios, de gran autonomía.
La carencia de heredero,
suscita en Jaime II de Aragón grandes esperanzas respecto
a la reintegración del Reino de Mallorca a la Corona, pero
la designación realizada por Sancho I de su sobrino Jaime
como heredero, frustrará dichas esperanzas.
Interesado en consolidar
su poder en el Mediterráneo central y esperando debilitar
a sus adversarios italianos - aliados, por otra parte, de Mallorca
-, Jaime II de Aragón arremeterá contra la genovesa
Córcega. Si el monarca balear colaboraba en esta empresa,
el futuro Jaime III quedaría sancionado por el aragonés,
permitiéndole tomar el título de Rey de Mallorca.
Sin embargo, la suerte
de Mallorca comenzaba a declinar: Desde que Francia, interesada
en el Midi, presionara sobre Montpellier, la burguesía
mallorquina comenzaba a darse cuenta que resultaría más
interesante ligarse a la Corona, por cuanto, desarrollaba una
intensa y rentable actividad bélica, política y
comercial en el Mediterráneo
Por su parte, la participación
de Mallorca en la guerra contra Génova, no sólo
apenas le producirá réditos, sino que será
claramente negativa, dadas las pérdidas y la ruptura de
relaciones con la república italiana.
Jaime
III (1324 - 1343) y sometimiento del Reino de Mallorca
Aprovechando la minoría
de edad de Jaime III, Jaime II de Aragón, intentará
reincorporar el Reino, si bien, el Consejo de Regencia, formado
por notables tanto de las islas como del Rosellón y la
Cerdaña, permaneció fiel a su rey. Frustrado este
nuevo intento, Jaime II probará entonces con la política
matrimonial, prometiendo a Jaime III con Constanza, hija del aragonés.
Los catalana-aragoneses
impondrán a Mallorca nuevas guerras con Génova (1330-1336)
y con Marruecos (1336 - 1339), lo cual beneficiaba a los comerciantes
catalanes y sus adeptos en Mallorca (los Ròig), pero que
perjudicaron de manera decisiva las buenas relaciones comerciales
existentes entre estas entidades y Mallorca.
Por su parte, el comercio
mallorquín sufría el boicot y el ataque abierto
de los portugueses en el Atlántico y el Canal de la Mancha:
Los mallorquines eran competidores, pero también aliados
de Francia. Como ésta presionara en el ámbito pirenaico,
Mallorca recibió con agrado las propuestas inglesas de
matrimonio, dado que la potencia insular septentrional buscaba
nuevos aliados con los que aislar a Francia.
La tensión con
Francia se incrementará al conocer los galos los contactos
anglo-mallorquines, pero resultará decisiva cuando Jaime
III se oponga a reconocer los derechos franceses sobre Montpellier.
Jaime III, que tantas veces había ayudado a Aragón,
pedirá ahora ayuda a Pedro IV, pero este se la prestará,
siempre y cuadno, el rey mallorquín se someta a vasallaje.
Lejos de lo que esperaría
el catalana-aragonés, Mallorca, ante tal exigencia, se
desvinculará aún más. Acuciado por los intereses
comerciales de Barcelona y ansioso de consolidar el poder regio,
el Ceremonioso iniciará una virulenta campaña contra
Jaime III, intentando anexionar Perpignan y Puigcerdá -
si bien, las autoridades se mostrarán firmes al lado de
su rey -, o iniciando un proceso judicial por alta traición,
en lo que se ha conocido como Juicio de los Príncipes.
Entre 1343 - 1349, y apoyado
por los Ròig y otros patricios mallorquines, Pedro IV de
Aragón procederá a conquistar el Reino de Mallorca,
asegurando dicha conquista mediante la confiscación de
bienes y la ejecución de los leales al rey Jaime. El rey,
todavía pudo permanecer en las islas a la espera de ayuda
- de hecho, Marsellesa y Génova amenazaron con enviar una
expedición contra Pedro IV -.
Mallorca quedaría
vinculada al Principado de Cataluña, pero la ocupación
catalana no debió ser muy bien recibida en las islas: Cuando
las Cortes de 1365 instan a los mallorquines a enviar síndicos
y procuradores, los insulares no enviaron a ningún representante,
como tampoco consta que hubiera respuesta alguna a la petición.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana