Introducción
a la religiosidad en la Edad Media
Pensar
en el concepto de "religiosidad medieval" resulta tremendamente
complicado si hablamos por ejemplo, de España, país
donde durante siglos convivieron tres religiones: la cristiana,
la musulmana y la judía, no siempre de forma armoniosa
ni pacífica, en un mundo que se estaba redefiniendo y reestructurando
tras la disolución del Imperio Romano y las invasiones
bárbaras en el ambiente general, y la reconquista y las
cruzadas en el particular.
No cabe duda
que durante siglos, la coexistencia de las tres religiones citadas
fue aceptada por unos y por otros, dando lugar a un enriquecimiento
social, cultural y lingüístico pleno de matices.
Otro factor que dificulta una visión
unitaria y concreta de la Religiosidad Medieval es que estamos
ante una práctica individual y por tanto repleta de especificidades
concernientes a cada persona así como a una cultura o sociedad
determinada.
La religiosidad cristiana y la institución
eclesiástica
La Edad Media es una de
las etapas históricas en la que la iglesia cristiana de
occidente tuvo un mayor desarrollo organizativo además
de ser el tiempo en la que se fundaron la mayoría de sus
órdenes, que aunque de distintas naturalezas, pasaron a
formar parte de la gran estructura que suponía la institución
eclesiástica.
Influencia política
y religiosa
Siendo la sociedad medieval
profundamente religiosa, debemos suponer la influencia que no
sólo los clérigos sino también las monjas
y las altas esferas eclesiásticas, tuvieron. En política,
la participación de la Iglesia también fue clara.
Como puede leerse en el apartado de "política medieval",
la disputa de las dos espadas o la referida a la preponderancia
del poder espiritual frente al terrenal, terminó en el
siglo XI con una de las más profundas reformas de la Iglesia.
En España, durante
los primeros siglos de la Reconquista, la Iglesia participó
en la nueva organización social y política del territorio,
conservando su estructura de la época visigoda, recordando
por tanto a San Isidoro -arzobispo de Sevilla durante más
de tres décadas- quien hoy en día es considerado
como el creador de la Iglesia española en la época
visigoda y que será la base organizativa en la etapa medieval.
Influencia cultural
Desde el punto de vista
cultural, era también el clero el máximo exponente
de la época, estando en sus manos la producción
intelectual sobre todo gracias a las traducciones y las transcripciones
de libros (códices), esenciales para que hoy en día
podamos conocer aquellos siglos y la mayor parte de la cultura
clásica grecorromana que también se conservó
gracias a los escriptoria monacales. También en significativo
que dentro del clero medieval surgió la mayoría
de los intelectuales de la época (no sólo en el
campo de la teología sino en el de la filosofía
o la literatura) que marcaron buena parte de la evolución
cultural de Europa hasta nuestros días.
Un claro ejemplo es el
conjunto de las obras de San Isidoro, canonizado en 1528, que
fueron leídas durante la Edad Media y el Renacimiento.
Entre ellas destacamos Etimologías -obra que resume el
saber de los clásicos- pero siendo un hombre tan prolífico,
también escribió obras filosóficas, históricas,
lingüísticas o literarias.
Otro campo de acción
cultural de las instituciones eclesiásticas, especialmente
de los monasterios, es que en ellos o para ellos trabajaron los
mejores maestros de talleres de construcción, escultores,
pintores, iluminadores, orfebres, esmalteros, eborarios, etc.
Influencia social
Dentro del campo social,
las instituciones eclesiásticas fueron las máximas
protagonistas en la labor asistencial y educativa. En el campo
asistencial las órdenes religiosas se ocuparon de los más
desfavorecidos, bien mediante limosnas, establecimiento de hospitales,
casas de acogida, etc.
Los monjes benedictinos
(cluniacenses y cistercienses) fueron especialmente pródigos
en ayudas pues San Benito de Nursia estableció que a quienes
llegaban a las puertas de un monasterio se le debía acoger
con la misma caridad que si fuese el mismísimo Jesucristo.
Tampoco hay que olvidar
la aportación de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén,
que aunque fundada en Palestina, pronto estableció una
enorme red de encomiendas con hospitales por toda la Europa cristiana.
Con la Baja Edad Media,
la labor educativa y asistencial fue recogida por las Órdenes
Mendicantes (franciscanos y dominicos) que acercaron su trabajo
a la sociedad urbana a cada paso creciente. También sobresalieron
en pobreza y austeridad como forma de entender el ideal de servicio
y generosidad con que actuó Cristo, además de los
sufrimientos que padeció.
Vida
ascética: eremitas y cenobitas
A partir de los siglos
IV y V d.C. primero en Oriente y algo más tarde en el Occidente
Cristiano comenzó un masivo movimiento ascético
que también se da en otras religiones y culturas. Se trata
de personas que abandonan la sociedad para adentrarse en un proceso
de perfeccionamiento espiritual a la vez que orar a Dios para
beneficio de la humanidad.
Los eremitas o ermitaños
se retiraban a vivir en soledad mientras que de manera paralela
comenzaban a constituirse lugares de vida ascética pero
en comunidad (cenobios o monasterios). La Iglesia siempre apoyó
la vida cenobítica frente a la eremítica por considerarla
menos peligrosa para la salud y supervivencia de sus miembros
y porque el hombre es un ser social donde se puede practicar la
caridad entre los compañeros.
Con el tiempo, muchos
lugares habitados por eremitas terminaron constituyendo monasterios.
En otros casos, los monasterios se fundaron exnovo. Todo ellos
debían seguir una regla para la organización de
la vida, oraciones y trabajos de los monjes. Al comienzo de la
Edad Media existieron numerosas reglas aunque con el tiempo triunfaría
la escrita por San Benito de Nursia quien va a poner los pilares
de un movimiento monástico esencial para la religiosidad,
cultura y política de los largos siglos de la Alta y Plena
Edad Media.
Por tanto, y con toda
razón se dice que los centros religiosos más influyentes
en los primeros siglos medievales -en una sociedad donde la población
se repartía mayoritariamente en el medio rural- fueron
los monasterios, verdaderos centros de oración y trabajo
pero también del saber, donde las distintas órdenes
monásticas llevaban -según los principios que les
guiaban- a cabo sus quehaceres diarios, donde las actividades
manuales eran tan importantes como las espirituales.
Los monasterios podían
ser masculinos, femeninos o dúplices -donde ambos desarrollaban
su vida diaria en el mismo edificio pero en zonas separadas-.
Aunque
los primeros monasterios fueron masculinos, pronto se fundaron
cenobios femeninos de manera prácticamente paralela. Precisamente
el monacato femenino es el más estudiado e interpretado
en la actualidad por el mundo académico. Así, la
religiosidad femenina ha dado lugar a multitud de estudios entre
los que destacan recientemente aquéllos que analizan la
rica producción cultural de las mujeres en los monasterios.
Como ya hemos anotado
anteriormente, en el siglo XIII, coincidiendo con el auge de las
ciudades, los monasterios rurales van a ceder su protagonismo
a los conventos mendicantes fundados en las ciudades. También
es en esta época donde el clero secular, cuyas cabezas
son los obispos en sus diócesis, van a acumular la influencia
que tenían los abades y el clero regular en épocas
anteriores. Serán los siglos de la construcción
de las grandes catedrales urbanas góticas.
Cruzadas
y Peregrinaciones
Las Cruzadas fueron expediciones
militares a oriente con el fin de reconquistar Palestina, la Tierra
Santa. Estos acontecimientos históricos se estudian específicamente
en la sección dedicada a la Edad Media en Europa.
Por su parte, las peregrinaciones
supusieron un flujo de gentes que tenían como meta alcanzar
importantes santuarios de la Cristiandad. Además de las
lógicas consecuencias religiosas, las peregrinaciones aportaron
a la Europa medieval la posibilidad de compartir conocimientos,
técnicas, pensamientos, costumbres, etc. entre sus diversos
reinos, en un sistema de comunicación y unificación
cultural que no se ha repetido en Europa hasta las instituciones
del siglo XX, tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial.
Tres fueron los destinos de peregrinación más importantes:
Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela.
Paganismo
y superstición en la religiosidad popular
Los estudios antropológicos
que vienen haciéndose desde hace décadas demuestran
que aunque la sociedad europea medieval era plenamente cristiana,
en la vida religiosa de las personas corrientes, especialmente
en lugares rurales apartados y poco comunicados, perduró
durante siglos un conjunto de creencias, ritos, fiestas, etc.
de origen precristiano pagano.
Todo ello combinado con
una buena dosis de superstición, magia y esoterismo que,
aunque incompatible con los dogmas cristianos, casi nunca se llegó
a erradicar completamente.
(Autores
del texto del artículo de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón y David de la Garma
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