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Las imágenes no firmadas proceden de fuentes de dominio público y se usan bajo licencia Creative Commons AshareAlike. Cenotafio de San Vicente de Ávila (autor: Lourdes Cardenal), Sinagoga Toledo (autor: kurtxio), judería de Girona (autor: Tallaferro), Menorah de Barcelona (autor: Chumchum14), Sinagoga de Córdoba (autor: Hameryko)

Sefarad. Los judíos en España

Formación y expansión de las comunidades judías en España

Los orígenes de la presencia de los judíos en la Península Ibérica son francamente inciertos. Las propias élites hebreas se ocuparon de diseñar varias mitologías genealógicas que alejaran a este pueblo de la crucifixión de Jesús.

Menorah en la sinagoga mayor de BarcelonaEn la Alta Edad Media, la población judía de Hispania se decía descendiente de aquellos que habían arribado a la Península Ibérica antes de la destrucción del segundo templo en el año 70 de Nuestra Era. Quienes sostenían esta tesis afirmaban que los primeros judíos llegaron con la destrucción del templo por el rey babilonio Nabucodonosor, en el 583 antes de Nuestra Era. No faltaron quienes llegaron a afirmar que descendían de estirpes judías que llegaron a la Península en tiempos del rey Salomón junto a quienes por entonces eran sus aliados, los fenicios.

Los judíos y el reino Hispano-visigodo

Cuando los visigodos se establecieron definitivamente en Hispania, las principales comunidades hebreas se localizaban en Tarragona, Tortosa, Sagunto, Elche, Córdoba y Mérida. La comunidad judía de Toledo iría cobrando importancia y aumentando su tamaño una vez que esta ciudad se convirtió en capital del reino visigodo a mediados del siglo VI.

Interior de la sinagoga de Córdoba, una de las ciudades donde la presencia  de judíos fue destacada

No obstante, lo más lógico es pensar que la mayoría de los judíos que llegaron a la Hispania romana procedieran de la Diáspora desde Palestina cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos romanos de Tito y los hebreos masivamente exiliados a finales del siglo I d.C..

Libro de arteDurante varios siglos mantuvieron su identidad étnica y religiosa (resultando un cuerpo extraño dentro de la sociedad hispana).

Durante el Reino Hispanovisigodo, la legislación y la posición "oficial" es restrictiva frente a los judíos de manera progresivamente creciente. Los últimos reyes visigodos (especialmente desde Égica) fueron muy contrarios a los judíos, en contra de la aceptación normal que se produce en el ámbito cotidiano. Para Catherine Cordero Navarro, de la Universidad Complutense de Madrid:

"Se debería más bien pensar en una "convivencia normal, habitual" entre judíos y cristianos en la Hispania visigoda, puesto que además, ambas comunidades son hispanorromanos".

Durante los siglos del Reino Hispanovisigodo de Toledo los judíos se asentarían en el ámbito urbano, especialmente en ciudades comerciales. Sin mebrago, en esta época todavía no existía un claro nivel superior económico frente a otros grupos sociales y religiosos como ocurrirá en siglos posteriores. Para algunos estudiosos tendrían todo tipo de oficios: mercaderes, traficantes de esclavos, médicos, propietarios agrarios, asalariados, administradores de latifundios cristianos, jornaleros (agrarios, marineros...).

Posiblemente, la inmensa mayoría de los judíos fuera más bien pobres como los cristianos.

Sin embargo para otros autores, habría grandes comerciantes de esclavos y de mercancías.

La comunidad judía y Al-Andalus

No se puede descartar que años de política antijudía continua empujaran a las comunidades hebreas a apoyar directamente a los invasores musulmanes procedentes del norte de África en el año 711. Historiadores occidentales y musulmanes han puesto de relieve esta colaboración que consideran suficientemente probada.

Se ha tendido a asegurar, en este consenso, que fueron precisamente los mayores núcleos de población de confesión hebraica los que se mostraron como colaboradores más activos. El esfuerzo transgresor no fue en vano: las comunidades gozaron de la protección de las primeras autoridades musulmanas; gracias a ello, vieron crecer el número de miembros y la posición social y económica de los mismos mientras que, aquellos que habían sido convertidos forzosamente al cristianismo, pudieron volver al judaísmo.

Sin embargo, la libertad plena no existía en tanto que siempre serían considerados súbditos de segunda mientras no se convirtieran al Islam. A partir del establecimiento del emirato omeya, algunos judíos pasarían a colaborar estrechamente con las autoridades andalusíes. La estrella de los judíos comenzó a apagarse cuando se vieron directamente implicados en las guerras civiles de los reinos de taifas que sangrarían Al-Andalus a partir del año 1031.

Con la penetración a finales del siglo XI de la dinastía africana de los almorávides en Al-Andalus, la relación con los judios de Sefarad se hizo muy poco tolerante y comprensiva.

Muchos judíos, e, incluso, algunos eruditos musulmanes tuvieron que abandonar Al-Ándalus y emigraron hacia Toledo, (ciudad reconquistada en 1085 por los cristianos). Varios judíos cultos contribuirán luego a la creación de la Escuela de Traductores de Toledo.

Casi 40.000 de estos emigrados se unirían a las filas de Alfonso VI de Castilla en su lucha contra los almorávides (los cuales también contaban con judíos entre sus tropas).

Con la segunda oleada berebere musulmana (almohades) las condiciones de las minorías mozarabes y judías se hizo aún peor.

Muchos judíos se verán obligados a abandonar el territorio de al-Andalus en dirección a los reinos cristianos del norte peninsular, en los cuales eran muy bien acogidos o a otros territorios del ámbito musulmán.

Célebre es el caso del famoso intelectual Maimónides, gran pensador hebreo del siglo XII nacido en Córdoba, autor de la famosa Guía de perplejos, obra de carácter filosófico en la que intentaba armonizar la fe y la razón. Tuvo que exiliarse de su tierra natal y murió en el año 1204, por supuesto muy lejos del territorio de al-Andalus.

Otro caso menos conocido de un judío relevante que tuvo que abandonar al-Andalus es del poeta Mosé ibn Ezra. Tuvo que marcharse de Granada, a finales del siglo XI, para refugiarse en Castilla.

Hagadá hispánica del siglo XIII

La comunidad judía y los reinos cristianos del norte

Los primeros siglos

La presencia de comunidades judías en los reinos cristianos del norte peninsular que iniciarían la reconquista de los territorios musulmanes de Al-Andalus, es prácticamente obviada en las fuentes que se conservan entre los siglos VIII y IX. Tan sólo en la Marca Hispánica se poseen más testimonios, quizá porque al tratarse de un territorio que era parte del Imperio Carolingio, la cohesión social y política de redundaba en un aumento de los testimonios escritos, los cuales hablan de la importancia de la comunidad judía asentada en Montjuic.

Por lo que se sabe a través de otros pocos testimonios escritos semejantes y lo que se deduce de los mismos, las comunidades hebreas se hallaban perfectamente asentadas en los diferentes reinos cristianos y su marco legal estaba definido de modo concreto, en el caso de Barcelona, por ejemplo, por lo que marcaban los privilegios establecidos por los condes de Bacelona y los Usatges.

Girona, una de las calles de su judería

El Conde de Barcelona acogía a los judíos bajo su protección pero esto suponía -como ocurría con el resto de reyes de la Edad Media- que quedaban por completo a merced -más que en otros casos- del soberano y del derecho consuetudinario local.

Los Siglos XI y XII

Al conquistarse Toledo, una gran comunidad de judía toledana pasa a a estar bajo el poder castellanoleonés.

Alfonso VI, aprueba en 1090, la denominada Carta inter Christianos et Judaeos, importante paso adelante para fortalecer las buenas relaciones entre las comunidades cristiana y judía. Se establecía que en adelante se daría el mismo trato legal a los miembros de ambas comunidades.

En esta época, la actitud de los reyes cristianos hispánicos fue, en general, favorable a la comunidad hebraica, a la que ofrecieron amparo y protección, a cambio de utilizar a algunos para desempeñar importantes funciones en la corte, sobre todo en las finanzas.

Por consiguiente, entre los siglos XII y XIII los judíos de Sefarad son aceptados y bien recibidos puesto apoyan la repoblación de los territorios conquistados a los musulmanes. Salvo problemas aislados y de carácter muy local, con la expansión política y militar del cristianismo, la convivencia con otras confesiones religiosas se hizo más fácil en estos territorios. Algunos cronistas de la época, como Ramón Llull, dan testimonio de esta situación.

La convivencia entre judíos y cristianos durante los siglos XI y XII

El clima reinante en la España cristiana de los siglos XI al XIII fue, por lo que se refiere a las relaciones entre las comunidades cristiana y judía, pacífico, salvando, obviamente, algunas excepciones.

Gozaron de una amplia autonomía. Los hebreos tenían tribunales propios, así como sinagogas, escuelas, carnicerías y cementerios. Se integraban en comunidades o aljamas, término en cierto modo equivalente a los concejos de las tierras cristianas. Las aljamas eran dirigidas por un consejo de ancianos, los llamados muqademin, los cuales dictaban las taqanot u ordenanzas por las que se regiría la comunidad al tiempo que designaban a diversos oficiales, entre ellos los rabinos, los jueces y los recaudadores de impuestos propios para atender las sinagogas, las escuelas y las cofradías asistenciales.

Los judíos tenían plena libertad para construir sus sinagogas y enseñar a los jóvenes la doctrina religiosa propia del hebraísmo. Ninguna disposición legal obligaba a los judíos a vivir en una determinada zona urbana pero ellos tendían a vivir en proximidad. Los barrios en que habitaban los judíos eran conocidos como qahal

También existieron restricciones: los hebreos estaban obligados al pago de un impuesto directo a la hacienda regia, la llamada "cabeza de pecho". No podían casarse con miembros de la comunidad cristiana ni comer con ellos ni, por supuesto, realizar proselitismo de sus creencias. Si un judío mantenía relaciones sexuales con una cristiana podía ser condenado a muerte.

La vida de los judíos en los reinos cristianos en esta etapa

La mayoría trabajaba en oficios artesanales o se dedicaba al comercio: Zapateros, alfayates, tejedores, tundidores, jubeteros, plateros, especieros, comerciantes de pescado seco o salado, etc.
También se dedicaron a la agricultura y ganadería.

Pero poco a poco se fueron apartando de ella por leyes que les prohibían poseer heredades. De ahí que se orientaran preferentemente hacia la artesanía y el comercio. Pronto destacó una minoría orientada al préstamo de dinero hasta terminar por monopolizar esa función, lo que explica que a la larga se les considerara como unos usureros.

Calle de la Judería de Toledo

La judería en Sefarad

Generalmente era un barrio único, aunque en grandes poblaciones pudieron ocupar zonas diversas de la ciudad. Solía haber una o varias calles principales de las que partían las características vías estrechas y en recodo tan típicas de la ciudad hispana. Pudieron tener cerca propia, articulada sobre la muralla del conjunto urbano. Algunas juderías, además de las puertas que comunicaban con los barrios cristianos inmediatos, también tenían otra puerta que permitía salir de la ciudad ("Puerta de los judíos")

Representación de un judío en el cenotafio de los Santos Márties, Iglesia de San Vicente de Ávila

La vivienda

Las noticias documentales como los hallazgos arqueológicos confirman una plena identidad de la arquitectura doméstica de los judíos con la del resto de la población. (ámbitos islámico y cristiano). Constaban de los mismos elementos que las cristianas: patio-corte, bodega, cámara, cocina, etc.

Sinagoga de Santa María la Blanca, ToledoLógicamente, al hablar de la vivienda debemos tener en cuenta la condición social del propietario: los más acomodados podrían llegar a tener verdaderos palacios señoriales.

Los edificios comunitarios

  • Sinagoga
  • Baño ritual, conocido como miqvé, relacionado con determinadas ceremonias de purificación de la mujer y de la limpieza y purificación de los utensilios de cristal de la Pascua. Era imprescindible contar con agua corriente
  • Alcaicería (mercado cerrado con tiendas)
  • Hornos
  • Escuela religiosa

La Escuela de Traductores de Toledo

Los judios fueron invitados por los monarcas de los siglos XII y XIII en actividades culturales como la traducción de obras científicas, filosóficas o literarias.

Aunque se asocia la Escuela de Traductores de Toledo a Alfonso X el Sabio (1221-1284) la creación fue un siglo antes por obra del arzobispo de Toledo, de 1126 a 1150, Raimundo de Sauvetât, un monje cisterciense de origen francés.

Su germen se encuentra en sabios musulmanes y judíos emigrados en los siglos XI y XII a los reinos cristianos por la intolerancia almorávide y almohade. Su interés fue la traducción de obras griegas, árabes y judías de ciencia y humanidades:

  • Medicina
  • Matemáticas
  • Astrología
  • Astronomía
  • Filosofía

Se tradujeron obras de Ptolomeo, Galeno, Hipócrates, Euclides
Provocando un auténtico impacto cultural.

Adquirió notoriedad en toda Europa, y atrajo a numerosos sabios extranjeros.

El impulso de Alfonso X el Sabio

Además de la labor en Toledo, Alfonso X funda en Sevilla unos Studii o Escuelas generales de latín y de arábigo que nacen ya con una vinculación claramente cortesana.

Particularmente notable fue la intervención de los hebreos en la corte de Alfonso X el Sabio. Los judíos eran casi la mitad de todos los colaboradores de la obra científica impulsada por Alfonso X, interviniendo en tres cuartas partes del total de las obras realizadas en aquel contexto.

Por ejemplo, sobreslieron Yehudá ben Mosé y a Ishaq ben Sayyid, autores de las famosas Tablas astronómicas alfonsíes.

ALfonso también fundó en 1269 la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí.

No se puede hablar de una Escuela de traductores propiamente dicha, ni exclusiva en Toledo. La tarea de todas estas escuelas fue mantenida desde 1250 a la muerte del rey en 1284, aunque la actividad de traducción no se ciñera exclusivamente a ese plazo de tiempo.

Alfonso X el Sabio, como ha señalado el historiador hebreo Y. Baer:

"Dispensó a los sabios judíos una hospitalidad tal que no es posible hallar nada igual entre los gobernantes de su tiempo"

Algunas cuestiones sobre la vida cotidiana de los judíos de Sefarad

Infancia

Circuncisión. Uno de los preceptos más estrictos (y diferencial con los cristianos) que se realizaba al octavo día del nacimiento.

Las niñas aprendían sus obligaciones rituales y deberes en las casas y eran las madres las que se encargaban de ello.

Hasta los diez años los niños prendían a leer y escribir con el fin de poder leer la Torá y comenzar después el estudio del Talmud. A los 13 años se alcanzaba la mayoría de edad y se podía pasar a la escuela rabínica.

Matrimonio

Los matrimonios eran ceremonias complejas y festivas. Una cuestión importante era que si una mujer quedaba viuda sin haber tenido hijos, el hermano del marido estaba obligado a casarse con ella con el fin de tener un hijo que perpetuase su memoria.

Alimentación

En la alimentacion sólo se admitían los alimentos "puros": buey, vaca, carnero, oveja, cabra, y algunos animales no domésticos como el ciervo, el corzo, etc. También aves como gallina/pollo, pavo, ganso y algunas clases de patos domésticos y palomas domésticas. Entre los animales acuáticos se admitían los pescados con aletas y escamas pero no mariscos ni otros productos del mar.

En cualquier caso no se podía comer la sangre de dichos animales y existía en la comunidad un encargado especializado el el sacrificio de los animales, conocido como matarife.

Judios en el ritual de la matanza. Miniatura siglo XV

Un gran error estratégico de los reyes cristianos a largo plazo

Los principales valedores de judíos y mudéjares fueron los reyes. A la larga, uno de los principales errores que cometieron fue contar con judíos como recaudadores de impuestos. Parte del creciente desafección se debió a que recaudación de impuestos la realizaran los judíos.

En los reinados de Fernando III y después en el de Alfonso X de Castilla actuó como almojarife mayor Selomó ibn Sadoc y su hijo Ishaq ibn Sadoc. En el mismo reinado sobresalieron el almojarife don Meir ibn Sosán, junto con sus hijos don Ishaq y don Yosef, así como su yerno don Abraham ibn Sosán. Durante el reinado de Sancho IV destacó don Abraham el Barchilón que controlaba las finanzas del reino. En el reino de Aragón, Jaime I nombró a don Yehudá de la Caballería baile y recaudador de todos los impuestos y tenía bajo su control al resto de arrendadores del reino. Le sucedió Mosé Alconstantini.

El siglo XIV: degradación de la tolerancia

Desde la perspectiva de las autoridades cristianas se tenía la esperanza de que mudéjares y judíos se terminaran convirtiendo. Al no llevarse a cabo esta conversión en masa el rechazo popular hacia la comunidad judía fue creciendo más que a la mudéjar.

  • Por motivo religiosos (deícidas)
  • Por motivos políticos: ocupaban puestos relevantes en la corte como grandes financiadores
  • Por motivos económicos y sociales
    • Recaudadores de impuestos
    • Estaban ligados a la usura

Los mudéjares no se encontraban en estas circunstancias

Aumento del rechazo popular en la primera mitad del siglo XIV

Los primero grandes conflictos se produjeron en 1312 (Zamora) y 1328 (Navarra) pero va a aumentar por culpa de las calamidades de la gran crisis de mediados del siglo XIV:

  • Guerra de los Cien Años que alcanzó en sus ramificaciones a la mayor parte de Europa.
  • La terrible Peste Negra de 1348 en que murió el 40% de la población.
  • La Guerra de los dos Pedros entre la Corona de Castilla y la Corona de Aragón.
  • Guerra fratricida en Castilla entre el Pedro I y Enrique de Trastámara (1366-1369)

Estos luctuosos acontecimientos provocaron una gran depresión en la sociedad que en parte fue canalizada por intereses políticos.

Pedro I fue defensor de los judíos entre los que estaba Samuel ha Leví. Es un hecho conocido que permitió la construcción de una sinagoga en Toledo.

Una inscripción en la Sinagoga del Tránsito dice así:

"El gran monarca, nuestro señor y nuestro dueño el rey don Pedro; ¡sea Dios en su ayuda y acreciente su fuerza y su gloria y guárdela cual un pastor de su rebaño!". No olvidándose de auto-homenajearse para la posteridad: "El rey de Castilla ha engrandecido y exaltado a Samuel Levi; y ha elevado su trono por encima de todos los príncipes que están con él … Sin contar con él, nadie levanta mano ni pié"

Calle Samuel Leví de Toledo

También, el rabino de Carrión Sem Tob le dedicó sus conocidos "Proverbios morales".

Igualmente, Pedro I alcanzó fama de maurófilo como prueba la construcción de su magnífico Alcázar de Sevilla y además, estableció relaciones cordiales con el Reino Nazarí de Granada.

Cuando estalló la guerra civil y fratricida entre Pedro y su hermanastro Enrique de Trastámara, los partidarios de éste aprovecharon la circunstancia para fomentar el antijudaísmo de las clases populares y ganárselos para su causa.

Enrique II

Tras la muerte de Pedro y la victoria de Enrique, éste quiso detener la ola de hostilidad hacia la comunidad judía. Sin embargo como dijo en una ocasión un historiador:

"Pero una vez que se habían abierto las compuertas que protegían a los judíos de par en par era imposible cerrarlas de nuevo"

La crisis antijudía de 1391

La gran crisis comenzó verdaderamente en 1391 con el ataque y matanzas en la judería de Sevilla. Lamentablemente, se propagaron a otras ciudades andaluzas y de lo que es actualmente Castilla La Mancha: Carmona, Écija, Córdoba, Jaén, Ciudad Real, Cuenca, etc.

Los conversos

Los acontecimientos violentos de 1391 forzaron la conversión (muy frecuentemente insincera) de los judíos al cristianismo que pasaron a llamarse "judíos conversos". Éstos seguían ocupando sus viviendas y oficios pero además podían ascender en la escala social.

Expulsión de los judíos

Al final del siglo XV, los Reyes Católicos dieron a los judíos la posibilidad de elegir entre:

  • Bautizarse
  • Emigrar

La expulsión de los judíos, por Emili Sala (s. XIX)

Algunos historiadores estiman que la población judía suponía el 5% de la población de sus reinos (200.000 personas). También se ha estimado qué fue de ese conjunto:

  • 50.000 se bautizaron y se quedaron en España
  • 70.000 volvieron a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero
  • 80.000 emigraron definitivamente

Copia del Edicto de Granada, por la que los judíos fueron expulsados de la Península IbéricaAunque Algunos historiadores afirman que sólo se marcharon para siempre 20.000 habitantes.

Las expulsiones y movimientos antijudíos se habían dado ya en casi toda Europa. Lo llamativo del caso español está en lo tardío respecto a otros países y en la importancia social de la que gozaban los judíos en nuestro país.

Todo este relato fue acrecentado y exagerado por la Leyenda Negra que sufrió el Imperio Español a partir del siglo XVI desde diferentes ámbitos geográficos, políticos y religiosos europeos.

Como dijo el eminente historiador Claudio Sánchez Albornoz:

"Los españoles no fueron más crueles con los hebreos que los otros pueblos de Europa, pero contra ninguno otro de ellos han sido tan sañudos los historiadores hebreos"

 

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