Guía
del arte románico en la Costa da Morte, A Coruña
La
Costa da Morte (Costa de la Muerte) ocupa el sector oeste de la provincia
de A Coruña, siendo los territorios más occidentales
de la Península, por lo que se consideraba a estas tierras
durante siglos en "Fin de la Tierra" conocida. Es por eso
que este territorio tiene un embrujo especial, unido a una fatídica
leyenda de naufragios y catástrofes marineras que han provocado
esta denominación.
La Costa da Morte
ocupa el tramo litoral coruñés comprendido entre Malpica
de Bergantiños y el Cabo Finisterre, aunque hay quien extiende
dicha delimitación hasta la Ría de Muros. Fueron consideradas
durante siglos las tierras más próximas al fin del mundo
conocido, aún así, pese a su secular aislamiento y a
la dureza de sus condiciones de vida, existen en ella testimonios
de habitación humana desde tiempo remotos.
En los siglos
medievales, aún constituyendo por su situación geográfica
un punto especialmente sensible al desembarco de piratas y pueblos
invasores, la Costa da Morte no fue ajena a la prosperidad socioeconómica
y cultural que vivió Galicia a raíz sobre todo del descubrimiento
de la tumba del Apóstol Santiago, quedando integrada, desde
fecha muy temprana, en los circuitos jacobeos.
Así pues,
por su proximidad con Compostela de la que, además, fue siempre
entrada y salida natural de peregrinos que llegaban o abandonaban
el Camino por vía marítima; el románico de la
Costa da Morte se caracterizará por la influencia de las distintas
fórmulas y tendencias tanto constructivas como decorativas
que, gracias a la Ruta Jacobea, convergerían en la urbe compostelana,
desde donde, probablemente de la mano de talleres establecidos en
torno a las obras de su catedral, irían siendo ensayadas en
construcciones religiosas levantadas durante los siglos XII y XIII
en el entorno.
En esta página
sobre el románico de la comarca de la Costa da Morte hemos
elegido las principales iglesias que son las de de Moraime, Mens,
Cereixo y Fisterra.
San
Julián de Moraime
El antiguo Monasterio
benedictino de San Julián de Moraime (San Xulián), junto
a la Ría de Camariñas y muy cerca de la población
de Muxía, constituyó el centro religioso más
influyente de la Costa da Morte ya que, hasta finales del siglo XV
en que su poder quedó supeditado al del cenobio compostelano
de San Martiño Pinario, funcionó de manera totalmente
independiente.
Pese a que sus
orígenes podrían remontarse a mediados del siglo XI,
su primera mención documental contrastada data de 1095, fecha
en que recibiría una serie de donaciones por parte de distintas
personalidades vinculadas a los Condes de Traba. Entre 1105 y 1115
sufriría varios ataques de normandos y sarracenos, quedando
parcialmente destruido hasta que, probablemente durante el segundo
cuarto del siglo XII bajo el patrocinio de la influyente familia Traba
e incluso del rey Alfonso VII, fue reedificado. Con la Desamortización
de Mendizábal el monasterio fue exclaustrado, pasando desde
entonces a funcionar como parroquia del pequeño núcleo
habitado surgido en torno a él.
Del conjunto monacal
primitivo sólo ha llegado a nuestros días la iglesia,
dividida en tres naves separadas por pilares de sección cuadrada
a los que, en cada uno de sus frentes, adosa una semicolumna sobre
cuyos ábacos descansan tanto los arcos formeros, de medio punto;
como los transversales, de medio punto en la nave central y ligeramente
apuntados en las laterales, quedando cerrado el espacio mediante una
cubierta de madera a dos aguas. Las tres naves, más ancha la
central, desembocarían en sus correspondientes ábsides
semicirculares abovedados en cuatro de esfera, conservándose,
en su estado original, sólo los laterales ya que el central
fue sustituido, en siglos posteriores, por una capilla presbiterial
de planta cuadrangular.
Al exterior llama
la atención el muro septentrional, prácticamente intacto
y articulado mediante potentes contrafuertes rematados en arco, recurso
bastante frecuente en tierras gallegas por influencia de la seo compostelana.
Pero sin duda, las dos piezas más sobresalientes del antiguo
monasterio son sus dos magníficas portadas:
La occidental,
flanqueada por sendas torres bastante modificadas, queda integrada
en una fachada de tres calles separadas por contrafuertes, abriéndose,
en cada una de las laterales, una ventana de arco ligeramente apuntado
coronado por un sobrio rosetón moldurado. La puerta propiamente
dicha, semioculta por un angosto pórtico moderno, es conocida
popularmente como Pórtico de la Gloria, clara evocación
a la señera obra del Maestro Mateo del quien incluso, se dice
que pudo participar a modo de ensayo en Moraime. Consta de triple
arquivolta abocinada sobre columnas en cuyos frentes, a modo de cariátides,
aparecen personajes que por sus vestiduras podrían personificar
las jerarquías eclesiásticas.
En las arquivoltas,
sobre cada una de las dovelas y en disposición radial al estilo
compostelano, fueron representadas diversas figuras, siendo reconocible,
en la clave de la arquivolta exterior, la efigie del Salvador en torno
al cual, se disponen una serie de personajes orantes que bien podrían
hacer referencia a los bienaventurados. Tanto en la rosca central
como en la interior, aparecen un total de 29 figuras (15+14) que han
venido siendo interpretadas como Ancianos del Apocalipsis, un programa
que, de nuevo, nos remite a la sobresaliente portada de la catedral
santiaguesa. En el tímpano, individualizados bajo una tosca
arquería, presiden siete personajes, uno central con báculo
y en actitud de bendecir, y otros seis de difícil interpretación
que, según distintas teorías, representarían
bien apóstoles, o bien miembros destacados de la orden benedictina.
La portada sur,
oculta durante siglos hasta su descubrimiento en los años setenta
del siglo XX, presenta tres arquivoltas sostenidas por columnas de
fustes entorchados y estriados sobre elegantes basas ornamentales.
En los capiteles, pese a su deterioro, se aprecian escenografías
figurativas, mientras que en el tímpano, sustentado por dos
mochetas en las que se observan dos personajes enfrentados que algunos
estudiosos han identificado como San Benito y un obispo, fue representada
una versión reducida de la Última Cena. Para el tímpano
del frente interior, el tema elegido fue un Agnus Dei sostenido por
ángeles en postura genuflexa.
Santiago
de Mens
Muy próximo
a la localidad de Malpica, los orígenes del antiguo Monasterio
benedictino de Santiago de Mens, dependiente de San Martiño
Pinario, podrían remontarse tiempos del Obispo Sinando (siglo
X), estando documentadas, desde fecha muy temprana, donaciones a favor
del cenobio siempre con los Condes de Traba como benefactores.
Su iglesia, único
testimonio conservado del primitivo conjunto monástico, presenta
planta basilical de tres naves de cuatro tramos cada una que, en las
laterales, quedaron reducidos a tres al ser demolidos los dos más
próximos al muro de los pies para ser levantada una fachada
barroca. Las naves, probablemente adscribibles a una primera etapa
constructiva, quedan separadas mediante arcos de medio punto sobre
pilares cuadrangulares que sustentan una techumbre de madera.
La cabecera, erigida
en una segunda campaña hacia 1134 según consta en una
inscripción, se estructura mediante tres ábsides cubiertos
con cuarto de esfera, siendo los laterales semicirculares, y el central,
de mayor tamaño y precedido de un tramo recto con bóveda
de cañón, de planta poligonal reforzada con columnas
angulares.
Al interior, los
muros absidales se articulan mediante cinco arcos de medio punto de
los cuales, los dos extremos son ciegos mientras que los tres centrales
se corresponden con los vanos que iluminan el presbiterio. De los
dos ingresos con que contaría en origen, sólo el abierto
en el hastial meridional pertenece a su fábrica medieval, constituido
por un tímpano liso y una sencilla arquivolta dovelada enmarcada
por un guardapolvo billeteado, motivo decorativo también llamado
taqueado jaqués que aparece, de manera reiterada, a lo largo
y ancho del Camino de Santiago.
En cuanto a la
decoración, predominan las fórmulas vegetales con excepción
de someros motivos antropomórficos alusivos al pecado en una
ventana absidal, varios canecillos figurados, y un capitel del arco
de ingreso al presbiterio norte, donde fueron representados leones.
Santiago
de Cereixo
Adscrita actualmente
al Concejo de Vimianzo, la aldea de Cereixo conserva, prácticamente
intacta, su iglesia parroquial del siglo XII.
Dedicada a Santiago
Apóstol, se trata de una modesta construcción rural
de nave única cubierta de madera y rematada por un ábside
cuadrangular con bóveda de cañón, al cual, se
accede a través de un arco triunfal de medio punto sobre semicolumnas
coronadas por capiteles vegetales. De sus dos portadas, la occidental,
en el muro de los pies, abre mediante un sencillo vano adintelado
bajo tímpano liso enmarcado por una doble arquivolta perlada;
mientras que la orientada al costado sur, constituye una de las piezas
más singulares y que más atención ha suscitado
del románico gallego.
Presenta una doble
arquivolta de medio punto sobre columnas de fuste cilíndrico
desde cuyos capiteles vegetales, voltean dos roscas molduradas coronadas
por un bocel billeteado a modo de guardapolvo. En la primera de ellas,
justo en la clave y flanqueada por pequeñas rosetas, aparece
una figura vestida con atuendo litúrgico portando un báculo;
mientras que la segunda, presidida por un deteriorado ángel,
fue ornada con un registro de anillos entrelazados. Para el tímpano
fue reservado el tema de la Traslatio del cuerpo de Santiago a tierras
gallegas, iconografía de enorme originalidad que, además,
constituye una de las primeras representaciones conocidas del Apóstol
en el románico español, apareciendo éste en posición
yacente sobre una frágil embarcación y rodeado de siete
personajes (probablemente sus discípulos), de los cuales, el
central es de mayor tamaño figurando de cuerpo entero, mientras
que el resto quedan sólo aludidos mediante cabecitas. Respecto
a su autoría, se ha apuntado la posibilidad de que fuera obra
de los mismos maestros que trabajan en el cercano monasterio de Moraime.
Completa la decoración del templo una rica colección
de canecillos figurados en los que a través de grotescas figuras,
muchas de ellas en actitudes impúdicas, parece querer transmitirse
un mensaje de confrontación entre la virtud, necesaria para
ingresar al espacio sacro, y el pecado.
Iglesia
de Santa María das Areas (Fisterra)
Levantada sobre
los restos de un antiguo castro prerromano, los orígenes de
la parroquia de Santa María das Areas se remontarían
a mediados del siglo XII, pudiendo fecharse en 1199 su primera mención
documental conservada, en la cual, aparece citada Urraca Fernández,
hija de los Condes de Traba.
En la actualidad,
debido a las numerosas reformas de las que fue objeto a lo largo de
su historia, el templo se presenta al exterior como un conjunto algo
caótico de volúmenes superpuestos de los que, sólo
el cuerpo de naves y la reformada cabecera pertenecerían a
su fábrica original. Consta de una única nave de tipo
salón, techada en madera y dividida en cuatro tramos mediante
tres arcos apuntados que descansan en semicolumnas adosadas al muro;
accediéndose, a través del arco triunfal también
apuntado, a un espacio absidal de planta cuadrada cubierto con bóveda
de crucería. A los pies, sobre una arquería de tradición
goticista, fue levantada una elegante tribuna que acogería
el coro alto.
Al exterior,
los únicos vestigios originales reconocibles se reducen a la
ventana del testero y a la portada occidental, conformada ésta
por dos arquivoltas molduradas que reposan sobre columnas acodilladas
rematadas en capiteles muy erosionados, todo ello enmarcado por el
prototípico guardapolvo billeteado análogo al descrito
en otros templos de la zona. De factura tardía son tanto la
puerta de tipo isabelino abierta en el muro norte, como las distintas
capillas laterales levantadas a ambos costados de la nave, destacando
la dedicada a Santa Lucía, hoy destinada a baptisterio en el
lado del evangelio; y la de San Miguel o las Angustias en el de la
epístola, ambas de factura gótica y cubiertas con bóvedas
de crucería nervada. En una capilla barroca añadida
al lado septentrional de la nave se custodia el llamado Santo Cristo
de Fisterra o "da barba dourada", de probable factura bajomedieval
y de gran devoción en toda la comarca.
Frente a la fachada
occidental, subsisten cuatro arcos de medio punto sobre pilares que
podrían corresponder a los restos de un pórtico semejante
al existente en el monasterio de Vilar de Donas, aunque otras opiniones
han optado por identificarlos como los vestigios de un hospital de
peregrinos erigido a finales del siglo XV por mandato de un párroco
de la localidad.
Otros
restos románicos en la Costa da Morte
Además de los detallados, resulta llamativo el elevado número
de templos distribuidos por toda la Costa da Morte en los que, pese
a distintas reformas a las que muchos de ellos han sido sometidos,
sobre todo en época barroca, conservan, de manera más
o menos patente, restos que atestiguan su primitivo origen románico:
Así, iglesias
como la del antiguo monasterio de San Martiño de Ozón,
o los templos parroquiales de San Cristobal de Nemiña, San
Pedro de Redonda, Santa Maria de Xaviña o San Pedro de Leis,
conservan, en relativo buen estado, su estructura románica
original; mientras que en otros edificios como San Pedro de Morquintián,
San Mamede de Seavia, Santiago de Traba, San Miguel de Treos, Santa
Baia de Tines, Santa Leocadia de Frixe, San Adrian de Toba o San Fins
de Anllons, su origen altomedieval resulta apreciable a partir de
diversos restos conservados en sus reformadas fábricas, ya
sean cabeceras, portadas, ventanas, arcos triunfales o, incluso, simples
canecillos.