La ganadería
suministraba también numerosos productos al consumo humano,
tanto para la alimentación (carne, leche) como para el
vestido (lana o cuero) o la elaboración de manuscritos
(pieles). Además, determinados animales servían
también como fuerza de trabajo en la agricultura, como
el buey o el caballo. Para mantener estas cabañas, había
que hacer uso de pastos y zonas baldías.
La
importancia de la producción y los trabajos en la
agricultura era hasta tal extremo fundamental, que marcaba
la vida y la existencia de toda una comunidad, ya fuese militar,
religiosa o aldeana.
Los calendarios
se podían establecer a partir de los trabajos agrícolas,
identificándose cada mes con su tarea correspondiente,
y son numerosos los ejemplos conservados hoy día que recogen
esas actividades en pinturas murales, relieves escultóricos
de iglesias y miniaturas de los manuscritos. Es gracias a muchos
de estos casos que conocemos cómo era la vida cotidiana
entre las comunidades agrarias de la Europa medieval.
Las
innovaciones técnicas del siglo XI en la agricultura
La puesta
en cultivo de nuevas tierras hizo que los pueblos estuviesen más
predispuestos a la introducción de innovaciones tecnológicas.
Así, mientras en el sur se seguía cultivando con
el arado romano, en el norte se introdujo durante el siglo
XI el arado de ruedas y la vertedera; esto, combinado
con el yugo frontal, la collera y la aparición de
la herradura, posibilitó la sustitución del
buey por el caballo para tirar de una carga, con lo que el transporte
terrestre se vio claramente beneficiado, a la vez que la mayor
velocidad de este último permitía la multiplicación
de los trabajos agrícolas.
El arado
de ruedas permitía remover la tierra con mucha mayor facilidad,
de manera que el campesino se evitaba tener que utilizar la azada
para complementar el uso del arado romano, mucho más superficial.
Aparecieron
nuevas herramientas para el campo y las que había eran
de mejor calidad, gracias a la utilización del hierro en
su fabricación, como es el caso de hoces, guadañas,
azadas o rastrillos.
Se introdujeron
y generalizaron también los molinos de agua y de
viento, facilitando en gran medida la actividad agrícola
y su aplicación a determinadas producciones artesanales
(batanes y molinos de curtir). Pese a que era conocido desde la
Antigüedad, durante el siglo XI se multiplicó su uso,
sobre todo gracias al hecho de que era controlado por el señor
feudal y permitía a éste la obtención de
una importante fuente de ingresos mediante la imposición
de su utilización a sus siervos.
En cuanto
a las técnicas utilizadas, fue fundamental la introducción
de la rotación trienal, mediante la cual se dividían
las tierras en tres partes que se iban destinando alternativamente
a cultivos de invierno, de primavera y al barbecho; con ello,
mejoró la producción y se consiguió una mayor
diversificación de la misma.
Aspectos
sociales y económicos de la agricultura medieval
Durante toda
la Edad Media, la base de la sociedad estuvo constituida, casi
exclusivamente, por la tierra. El sistema feudal marcó
un hito en la evolución de la agricultura en el Imperio
y los primeros siglos medievales hacia nuevas formas, y la tierra
se convirtió en el pilar que sustentaba la división
de la sociedad en señores, vasallos y siervos,
ya fuesen religiosos o seglares.
Las innovaciones
y la ampliación de las tierras de cultivo llevaron consigo
otro efecto importante en el panorama agrario medieval, como fue
la diferenciación del propio campesinado en dos grupos,
los labradores y los braceros. Los primeros eran
propietarios de un cierto número de tierras o lotes más
o menos considerables que explotaban mediante la utilización
de instrumentos de cultivo pesados, mientras que los braceros
eran propietarios únicamente de pequeñas herramientas
y cultivaban propiedades mucho más reducidas.
Todo ello
conllevó la necesidad por parte de los principales señores
de conocer la situación real de sus propiedades. Guillermo
de Normandía, tras la conquista de Inglaterra en 1066,
llevó a cabo un censo de todas las propiedades existentes
en el reino, aunque con fines recaudatorios. Gracias a esta primera
obra (el Domesday Book) y otros registros similares posteriores,
así como a las actas y contratos sobre enfeudamientos y
cesiones de derechos que se han conservado hemos podido conocer
con detalle la estructura de la sociedad rural durante la Edad
Media.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS: Javier
Bravo)