La
expansión del comercio medieval
A
la hora de hablar del comercio en la Edad Media hay que tener
en cuenta un "antes" y un "después"
que podría datarse en el renacer cultural, económico
y social acaecido en el siglo XI.
Hasta la undécima
centuria el comercio había tenido escasa actividad desde
la caía del Imperio Romano de Occidente. Las sociedades
en la Alta Edad Media estaban bastante cerradas y aunque no completamente,
lo cierto que existía una casi mayoritaria economía
de autarquía.
Esta situación
del comercio medieval va a cambiar a partir del citado siglo XI,
momento en que se reimpulsa la importancia de las ciudades y éstas
se hacen más populosas. No hay que olvidar que las ciudades
desempeñaron un papel muy importante en la Europa medieval
como centros de enseñanza, de gobierno y de religión.
Pero sobre todo fueron lugares clave para un nuevo sistema comercial
sin el cual, probablemente, nunca hubieran nacido.
El
Comercio local
Una parte de estas actividades
comerciales medievales tenían carácter local. En
este sentido, las ciudades desempeñaban el papel de mercados
para las zonas agrícolas vecinas.
Si tomamos como modelo
el sistema de Comunidades de Villa y Tierra castellano, vemos
que la en la villa o población capital de todo un alfoz
de aldeas y tierras se convierte en el centro comercial de toda
la comunidad al celebrase mercados y ferias a los que acudían
las gentes de toda la comarca para abastecerse.
El
Comercio Regional
En otros casos y para
otro tipo de productos, el comercio había de tener características
regionales. Tal es el caso, por ejemplo, de las populosas ciudades
de Flandes que necesitaban trigo y vino procedente de la región
de París y que eran transportados en grandes carretas por
el norte de Francia.
El
Comercio Internacional con Asia
A pesar de la citada depresión
económica de los primeros siglos altomedievales, es cierto
que no había desaparecido completamente la demanda de artículos
de lujo y especias procedentes de Oriente, como seda o pimienta.
Estos valiosos productos
procedían de distintos lugares de Asía y tenían
como escala las poderosas ciudades de Constantinopla y Alejandría
desde donde partían -en pequeña escala- a otras
metas de la geografía europea.
Pero es a partir del siglo
XII y el fortalecimiento de las ciudades costeras italianas como
Venecia, Pisa, Palermo y Génova cuando se reactiva intensamente
el comercio con Oriente.
El interés medieval
por asegurar rutas rápidas y seguras para proveerse de
las maravillas asiáticas y buscar alternativas más
baratas y rápidas para la tradicional "Ruta de la
Seda" marca todos los siglos de la Baja Edad Media. No es
necesario insistir en este aspecto pues es de todos conocidos
los intentos portugueses durante el siglo XV por acceder a Asia
rodeando el continente africano por el sur o el mismo anhelo del
propio Cristóbal Colón en llegar a Asia rodeando
el esférico mundo, en sentido contrario a las rutas convencionales.
A este interés
de acercar Oriente con Occidente no es ajeno el impacto causado
por los productos traídos reales y las invenciones contadas
por Marco Polo es sus aventuras asiáticas del siglo XIII.
Comercio
internacional intraeuropeo
Toda
Europa empezó a verse afectada también por la expansión
del comercio internacional. Flandes importaba lana española
(por los puertos del Cantábrico) e inglesa, y vendía
luego los tejidos acabados en muchos lugares de Europa. Hacia
1190 se había creado así un importante vínculo
comercial con las ciudades del norte de Italia, pues los tejidos
flamencos se vendían al por mayor a los mercaderes italianos
en las ferias industriales de la Champaña.
Durante el siglo XIII
prosiguió la expansión. Los mercaderes alemanes
desarrollaron y organizaron el comercio en el Báltico a
través de ciudades como Colonia, Lübeck y Danzig.
Hacia 1250, Flandes empezó a considerar los trigales de
Alemania oriental como una de sus principales fuentes de aprovisionamiento.
A partir de entonces, las ferias de la Champaña perdieron
importancia, especialmente cuando los perfeccionamientos en la
navegación permitieron abrir una ruta marítima directa
entre Italia, Flandes y el Báltico, a través del
estrecho de Gibraltar que, de esta manera, recobró su antigua
importancia.
En el Báltico,
las ciudades más poderosas se unieron en una federación
política y comercial, la denominada Liga Hanseática.
Si bien creada con fines defensivos para proteger los privilegios
obtenidos por los alemanes en el Báltico durante el siglo
XIII, así como para eliminar a posibles rivales, era un
fiel reflejo de las enormes riquezas y poderío de que disfrutaban
las ciudades.
La
crisis comercial, los descubrimientos y el comercio moderno
En Asia, la caída
del imperio mongol obstaculizó el funcionamiento de las
rutas comerciales y frenó la intervención directa
de los mercaderes europeos en el comercio asiático. Con
el fracaso de las cruzadas, casi todos los puertos del Mediterráneo
oriental cayeron en poder de los musulmanes, y la expansión
del imperio otomano monopolizó en manos turcas el comercio
entre Asia y Europa. Hasta el final de la Edad Media, el comercio
de larga distancia permaneció en manos de las ciudades
italianas y alemanas, que habían sido también las
pioneras tanto en el Mediterráneo como en el Báltico.

Como es lógico,
esta situación no satisfacía a las potencias ribereñas
del Atlántico, lo que propició, como se mencionó
anteriormente, que se buscaran rutas alternativas para alcanzar
los puertos asiáticos.
Por su parte, los portugueses
se mostraron particularmente activos en la exploración
de los océanos con la esperanza de encontrar una ruta que
les diera acceso directo al comercio de especias de Oriente.
Fruto de ello, en el año
1498, Vasco de Gama logró rodear el continente africano
por el cabo de Buena Esperanza y llegar hasta la ciudad hindú
de Calcuta.
Unos pocos años
antes, Cristóbal Colón descubrió América
casualmente mientras perseguía el mismo destino que el
portugués.
Ambas expediciones habían
sido estimuladas por las ideas y los problemas comerciales de
la Edad Media. Al mismo tiempo, preludiaban una nueva relación
que marcaría la pauta en las actividades mercantiles y
que afectaría profundamente al desarrollo cultural del
mundo moderno.
