El objetivo de las celebraciones son múltiples,
estando relacionado con la naturaleza de las mismas: encontramos
algunas fiestas que se celebran con el fin de agradecer las cosechas
o la unión en matrimonio, otras van orientadas al desarrollo
de destrezas y de la fortaleza física, mientras que un
tercer grupo persigue un fin moralizador social, llegando a ser
un canal de educación religiosa o cívica y como
garante de la transmisión de sistemas culturales.
Fiestas
religiosas
Hagamos un repaso por
las principales fechas que en la Edad Media se celebraban fiestas
directa o indirectamente relacionadas con lo religioso.
Navidad
Comenzando por la Navidad,
diremos sobre éstas que son fiestas que se celebran desde
los albores del cristianismo, coincidiendo con la aceptación
de la religión. Así lo muestran las fuentes gracias
a las que sabemos que días marcados en rojo como el 25
de diciembre, el nacimiento de Jesucristo, se celebra desde el
siglo VI.
Carnaval
Dando un salto hasta febrero,
nos topamos con el Carnaval, festividad que aún hoy sigue
provocando discusiones sobre su procedencia. En lo que sí
parecen estar de acuerdo es en el carácter que durante
la Edad Media adquirieron, modificadas y mezcladas junto a las
celebraciones de todas las fiestas que anteriormente se producían
en invierno como aquella dedicada a asegurar la fecundidad de
la mujer (15 de febrero) o la que veneraba a las mujeres casadas
(1 de marzo).
Si atendemos a su nombre, Carnaval significa también
el inicio de la Cuaresma -que comienza el Miércoles de
Ceniza-, tiempo de penitencia antes de la Semana Santa por lo
que los días previos de Carnaval servían para comer
alimentos o practicar actividades que se omitirían durante
el siguiente periodo de la Cuaresma.
Semana Santa
La Cuaresma concluía
con la Semana Santa, cuando se conmemora la muerte y resurrección
de Cristo por medio de pasos, imágenes que se mostraban
en las procesiones, manifestaciones que surgieron en las comunidades
mediterráneas alrededor del siglo XV.
Fiestas familiares
Bautizos, bodas y funerales
eran los motivos familiares de celebración más habituales.
Eran actos que marcaban los tiempos de las persona y servían,
al mismo tiempo, para reforzar los lazos familiares.

La celebración
eran más grande cuan más alto subiésemos
en la pirámide de población y cuanto más
dinero poseyeran los padres de los novios. Desde el siglo XIII-
nos cuenta Ladero Quesada- comenzó a haber regulaciones
legales para limitar los gastos en banquetes, vestuario y otros
aspectos de la fiesta, así se aseguraban que nadie ostentase
a una celebración mayor de la que podía permitirse.
Respecto a las costumbres
fúnebres, en lógico pensar que las desarrolladas
hoy en día son sólo pequeñas variaciones
de las realizadas en la Edad Media: el rito comenzaba con un velatorio
donde estaban presenten las personas más cercanas al difunto,
siendo el entierro, por cuestiones de salud pública, al
día siguiente del fallecimiento. Los entierros que más
llamaron la atención e incluso congregaban a millares de
personas, eran aquellos de personas pertenecientes a la nobleza
o la realeza, cuales contaban con una ofrenda y el acompañamiento
del cuerpo hasta el lugar del entierro.
Fiestas
no religiosas
El segundo gran tipo de
fiestas eran aquellas políticas, momentos de ocio para
el pueblo, sin adornos religiosos.
Celebraciones políticas
En este gran grupo podemos
encontrar las celebraciones con motivo de la coronación
de un nuevo monarca o la entrada de un rey o un noble victorioso
en una ciudad, la que se engalanaba e invitaba a sus vecinos a
estar presentes en el momento de la llegada, que era además
una forma de mostrar la fidelidad del pueblo hacia su poder. Las
celebraciones concluían con un glorioso banquete regado
por vino en el sur de Europa, cerveza en el norte, bebida más
consumida.
Torneos y Justas
Organizado también
por la corona encontramos los torneos, verdaderas demostraciones
del papel del monarca como señor feudal de sus caballeros
y como modelo de las cualidades caballerescas máximas,
las cuales mostraban ante el público para buscar el reconocimiento
y la gloria, como si de un famoso se tratase hoy en día.
La forma en la que se desarrolla el torneo fue evolucionando con
el tiempo: comenzaron en Francia con luchas entre grupos para
terminar siendo disputas entre dos caballeros. Entorno a estos
acontecimientos se formaba una fiesta donde se repartía
comida, humor y todo tipo de actividades.

La importancia que tenían
las justas o torneos derivaba del prestigio que en la sociedad
feudal tenían los caballeros. Así lo demuestra por
ejemplo otras actividades también dirigidas a ellos: la
caza, la pesca o las corridas de toros, práctica común
en el Medievo con la diferencia de que la lidia se producía
desde un caballo, en plazas especialmente acondicionadas para
ello, en las que sólo podían participar la clase
alta que servía, entre otras cosas, para su entrenamiento.
En España este
tipo de fiestas basadas en los grandes torneos y justas llegó
con bastante retraso, cuajando sólo a finales del siglo
XIII y especialmente en los dos siglos posteriores.

Ocio
popular
Los
juglares
Si de cultura hablamos,
no podemos olvidar el papel de los juglares, poetas-cantantes
que entretenían a las gentes, a mujeres y hombres, con
sus espectáculos que realizaban en las calles de los pueblos
y las ciudades.
Los primeros documentos
que hablan de ellos han sido datados del siglo VII. Los temas
preferidos por el público eran aquellos que hablaban de
hazañas heroicas, amores imposibles y sutiles críticas
que provocaban la risa de los espectadores.
No hay que confundir a
los juglares con los trovadores. Si los juglares solían
pertenecer al estamento popular de la sociedad, sus espectáculos
de ocio y fiesta también solían ir dirigidos a las
clases bajas de la época, tanto del entorno rural como
urbano.
Por contra, los trovadores
solían pertenecer a la nobleza y poseían una cultura
que les permitía componer, recitar, cantar, incluso emplear
instrumentos musicales, dirigiéndose a una audiencia más
refinada. Sus actuaciones artísticas solían realizarse
en interiores, bajo cubierto, en los palacios de la aristocracia.
Otras actividades de ocio y fiesta
Los momentos reservados para el ocio siempre casi
siempre se vivían en el exterior de las humildes viviendas,
en las calles, donde estaban los vecinos con los que se podían
compartir.
Por diversas fuentes sabemos que los niños
y jóvenes jugaban al Alquerque, juego a medio camino entre
las Damas y las Tres en Raya. Numerosas galerías porticadas
románicas castellanas tiene talladas en la piedra tableros
de este juego. También practicaban la Chueca (parecido
al hockey moderno) y diversos juegos de pelota.
Entre los adultos podía haber partidas
de dados, naipes y según la época y la condición
social hasta de ajedrez. También, como refleja la escultura
románica, debía ser muy habitual juegos de competición
de lucha tipo pancracio. En las villas o ciudades existían
tabernas.
(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón)
