En
la historia popular europea, los vikingos, llamados también
normandos y en Rusia varegos, tienen una reputación
temible de depredadores marítimos. Durante los siglos IX
y X atacaron y saquearon las costas de Europa occidental y amenazaron
la estabilidad de Inglaterra, Irlanda y el imperio franco. Esta
violencia, sin embargo, no era más que uno de los múltiples
aspectos de un complejo proceso en el curso del cual los pueblos
escandinavos exploraron y colonizaron islas remotas y deshabitadas
del Atlántico Norte, al mismo tiempo que comerciaban con
los exóticos productos septentrionales en los mercados
de Europa occidental y oriental.
Los depredadores,
colonizadores y mercaderes vikingos procedían todos ellos
de Escandinavia (noruegos y daneses se dirigieron a Occidente;
los suecos, a Oriente); consiguieron ampliar a regiones nuevas
y, en ocasiones, muy remotas, las actividades -pacíficas
unas y violentas otras- que durante mucho tiempo habían
practicado en sus países de origen. Los hombres que colonizaron
las islas Oreadas y Shetland en los últimos años
del siglo VIII, o que en el siglo siguiente fundaron nuevos hogares
en las islas Feroe y en Islandia continuaban un proceso de colonización
que con anterioridad se había limitado a las costas noruegas.
Los piratas que atacaban los monasterios y mercados del Occidente
cristiano hacían con otros lo que antes habían hecho
entre ellos. El tráfico vikingo, fundamentalmente con pieles,
cueros y otros productos escandinavos muy apreciados en el mundo
civilizado, era simplemente la expansión de contactos existentes
desde mucho tiempo atrás.
Esta expansión
en sus actividades fue casi simultánea en muchas zonas
de Escandinavia, lo que indica que sus causas han de buscarse
allí más que en el extranjero. Ciertamente, la debilidad
del imperio franco y de los reinos ingleses pueden explicar en
parte las incursiones vikingas a esas tierras durante el siglo
IX, pero no aclaran en absoluto la colonización anterior
de las islas Oreadas y Shetland, del mismo modo que en la extensión
de las actividades suecas hacia Rusia no influyeron los cambios
producidos en Occidente.
Desgraciadamente,
no disponemos apenas de pruebas documentales relativas a la Escandinavia
previkinga. Todo lo que existe es un puñado de misteriosas
inscripciones rúnicas y unas cuantas valiosas referencias
en fuentes occidentales. La información ha de extraerse
de tradiciones consignadas por escrito siglos después,
en particular de las sagas islandesas. Por ello, la mayoría
de lo que sabemos sobre la Escandinavia anterior y coetánea
a los primeros tiempos vikingos depende de lo que los arqueólogos
han descubierto de su cultura asi como de los testimonios lingüísticos,
en especial de la toponimia.
Historia
de la expansión vikinga
¿Qué
provocó la explosión vikinga? Algunos historiadores
apuntan hacia el exceso de población como causa fundamental,
mientras otros sugieren que la creciente autoridad de tos reyes
escandinavos obligó a muchos hombres a buscar en el exterior
una mayor libertad.
La gran demanda
de productos del norte subártico desempeñó
probablemente un papel vital en la expansión vikinga. Las
pieles, disponibles sólo en Escandinavia en aquellos tiempos,
y el marfil, que únicamente podía obtenerse de los
colmilíos de morsa, eran productos muy apreciados y objeto
de demanda constante en Europa occidental. Pero, en el siglo VIII,
esta demanda se hizo más imperiosa. Florecieron centros
mercantiles como Dorestad, situada en un brazo del bajo Rin, y
que era el final, en territorio franco, de una ruta de suministro
que partía de lugares como Helgó en el lago Malar,
en el mar Báltico, o de diversos puntos de la costa noruega.
La creciente
demanda estimuló a los escandinavos a buscar suministros
tierra adentro, mediante la caza o la exacción de tributos
a lapo-nes y fineses. En el siglo IX, un noruego llamado Ottar
traspuso el cabo Norte y llegó navegando hasta el mar Blanco,
aventura que relató al rey inglés Alfredo y que
éste mandó consignar por escrito. Las travesías
de este tipo permitieron importantes mejoras en la construcción
de las embarcaciones. Las naves vikin-gas se volvieron a la vez
robustas y veloces, características que ofrecían
las ventajas de la sorpresa y de la posibilidad de una retirada
segura.
Navegaciones
como la descrita por Ottar, con fines de caza y exploración,
constituyeron un aspecto muy importante de las actividades vikingas,
y condujeron, de modo natural, a la exploración de mares
remotos y a la explotación de los nuevos recursos.
Piratería
y saqueo
El
tráfico creciente en pieles, cueros, marfil y quizá
también colchas de plumón, y los cargamentos de
retorno con armas, objetos metálicos, joyas, vidrio y metales
preciosos, fomentaron la piratería. Por ejemplo, se sabe
que en el año 829 unos piratas vikingos atacaron a un grupo
de mercaderes en su ruta desde Dorestad al mercado sueco de Birka,
en el lago Malar, cerca de Estocolmo; no pasaría mucho
tiempo antes de que los vikingos acosaran ese tráfico hasta
su punto de partida. Así, los primeros ataques daneses
en Occidente no fueron a iglesias y monasterios, sino al mercado
de Dorestad, saqueado cuatro veces entre los años 834 y
839. Pronto los saqueadores descubrieron otras oportunidades,
pero fue el comercio lo que primero les atrajo a tierras occidentales.
Los ataques se dirigían
tanto contra las ciudades como contra los monasterios importantes
de Europa occidental. Ni los paganos vikingos tenían respeto
alguno por el carácter sagrado de los monasterios, ni las
viejas defensas romanas de las ciudades eran efectivas contra
ellos, abandonadas como estaban desde hacía muchos años;
algunas incluso habían sido demolidas en la relativa seguridad
de la paz carolingia. Pronto descubrieron aquellos tránsfugas
y aventureros que podían hacerse ricos saqueando aquellos
lugares, exigiendo rescates por los obispos y abades cautivos
e incluso por ciertos libros preciosos, o mediante la extorsión
de tributos y dinero a cambio de protección. A mediados
del siglo ix, las costas y ríos de Inglaterra, Irlanda
y Francia eran objeto de frecuentes y, en ocasiones, salvajes
ataques por parte de pequeñas bandas, cuyo principal aliado
era la sorpresa.
Sin embargo, los primeros
depredadores vikingos no fueron los piratas daneses, sino los
colonizadores noruegos que se habían desplazado hacia el
oeste en busca de nuevos hogares. Al igual que sucedió
con los daneses, una vez descubierta la existencia de buenas oportunidades
y tras comprobar que sus naves podían realizar el viaje
con un margen razonable de seguridad, no resultó difícil
a los cabecillas reclutar tripulaciones que, por una razón
u otra, agradecían la oportunidad de iniciar una nueva
vida: tránsfugas, inadaptados o proscritos así como
jóvenes ansiosos de aventuras. Desde sus nuevos hogares
en las islas septentrionales de Escocia, se dedicaron a explorar,
no sin librar en ocasiones choques sangrientos con los sorprendidos
y poco acogedores nativos, como los monjes de Lindisfarne, cuya
paz se vio perturbada en j.unio del año 793, o los indígenas
de América del Norte, unos dos siglos después. Algunos
de los nuevos colonizadores se contentaban con erigir sus nuevos
hogares y explotar los recursos intactos que hallaron en las islas
Fe-roe, en Tslandia y en Groenlandia; otros, como
hicieron los daneses más al sur, se dedicaron de lleno
a la piratería. Estos fueron los que fundaron plazas fuertes,
como la de Dublín, desde donde salían para someter
y poner bajo tributo las tierras e islas vecinas, como, por ejemplo,
en el año 873, cuando tomaron y saquearon la ciudad británica
de Dumbarton, a orillas del río Clyde.
Mientras la colonización
noruega daba lugar a saqueos, las incursiones danesas terminaban
en el establecimiento de colonias. Muchos de los piratas daneses
eran desterrados, al igual que los noruegos. De grado o por fuerza,
mantenían muy pocos contactos con su patria y desde los
primeros momentos establecieron bases en el oeste, al principio
en Frisia (la actual Holanda), y más tarde en Inglaterra
y Francia. Con el tiempo, abandonaron Frisia, pero sus bases en
Inglaterra y Francia se convirtieron en lugar de residencia permanente,
aceptados de mejor o peor talante por los indígenas, unas
veces como conquistadores, otras como vecinos.
No se conoce el número
aproximado de colonos. Las bandas de guerreros debieron ser bastante
reducidas; quienes creen que la colonización escandinava
tuvo relativa densidad afirman que se produjo una segunda migración
de campesinos daneses al amparo de las bandas armadas que dominaban,
por ejemplo, las extensas zonas del norte y este de Inglaterra,
a las que por ello se denominaría Danelaw. Los defensores
de una migración masiva a Inglaterra aducen como prueba
la enorme cantidad de vocablos daneses que se incorporaron entonces
a la lengua de este país, algunos para expresar ideas básicas.
Los invasores dejaron también su marca en el mapa con cientos
de topónimos basados en nombres escandinavos de personas.
La influencia de los vikingos en la lengua y la toponimia inglesas
son claras e indiscutibles. La única duda está en
cuanto al número de invasores necesarios para producir
tal resultado.
La
conversión al cristianismo de los pueblos vikingos
Fueran muchos o relativamente
pocos los colonizadores daneses, lo cierto es que pocos cambios
más introdujeron en sus nuevas colonias. Los que se establecieron
en Inglaterra muy pronto aprendieron a hablar inglés, aunque
influyeran considerablemente en los dialectos locales; se convirtieron
al cristianismo y, en muchos otros aspectos, se adaptaron rápidamente
al nuevo mundo en que habían buscado asentamiento. Fue
su gran capacidad de adaptación la que determinó
que sus distintas conquistas tuvieran características tan
diferentes. Así, los jefes vikingos establecidos en Norman-día
aparecieron como los sucesores naturales del conde franco al que
habían desplazado, mientras que los cabecillas vikingos
de Dublín se comportaron como reyes irlandeses, y los gobernantes
escandinavos de Kiev y Novgorod pronto se eslavizaron.
Los vikingos de Europa
occidental no sólo fueron asimilados, sino que pronto se
sometieron a los reyes indígenas. En Inglaterra, el último
rey escandinavo de York fue depuesto el año 954, y los
northumbrios, tanto de ascendencia inglesa como escandinava, aceptaron
la autoridad del rey inglés. Así nació el
reino unido de Inglaterra. La asimilación de los vikingos
fue posible una vez que establecieron asentamientos parmanentes;
entonces resultaban tan vulnerables a los ataques como lo habían
sido antes sus víctimas, pero a ello contribuyó
en gran medida el evidente cese de las incursiones procedentes
de Escandinavia.