En
esta página Web se estudiara la progresiva fragmentación
de los restos del Imperio Romano de Occidente en distintos estados.
Se
trata de los Reinos Bárbaros o Germánicos que son
el embrión de las naciones europeas modernas.
Los
reinos bárbaros asumen gran parte de la civilización
y legislación romana pero adaptada a su personalidad. También
asumen la religión del Bajo Imperio, que el cristiana católica,
aunque en algunos reinos, como el visigodo, la cuestión
religiosa será protagonista de enfrentamientos y divisiones
por la pugna entre católicos y arrianos.
El
Imperio Romano y los bárbaros
Desde que
Mario se enfrentara a teutones y cimbrios, que amenazaban invadir
la Galia y el Norte de Italia, en las batallas de Aix (102 a.
C.) y Vercelli (101 a. C.), la amenaza germánica va a ser
una constante en la Historia de Roma. Ariovisto, líder
de suevos y otros pueblos bárbaros, al intentar asentarse
en la Galia, hubo de ser frenado por Julio César en la
batalla de Besançon (58 a. C.) y poco antes del inicio
de nuestra era, los germanos provocarían en Teotoburgo
uno de los mayores desastres militares padecidos por Roma al derrotar
Arminio, líder de los queruscos, a Quintilio Varo.
Sin
embargo, las relaciones de Roma con los germanos, no se basaron
exclusivamente en el enfrentamiento, sino que también se
produjo una intensa interrelación: Así, Arminio
habría disfrutado de la ciudadanía romana, y un
hermano del líder germánico, Flavio, sirvió
en el ejército romano comandando una unidad de auxiliares,
previsiblemente, de origen también germánico. De
hecho, desde Vespasiano, asistimos a un progresivo incremento
de contingentes bárbaros en el seno del ejército
imperial, presencia de efectivos militares, que tiene su paralelo
en la creciente presencia de agricultores y siervos domésticos
de origen germánico en el limes o frontera, gentes
conocidas como laeti. Por su parte, Roma tuvo un protagonismo
fundamental en la consolidación de reinos germánicos
como el de los marcomanos y, de hecho, Marbot o Marbodo, uno de
sus más conocidos monarcas, habría pasado algún
tiempo en Roma, donde habría entrado en contacto con diversos
aspectos de la cultura y el pensamiento romano. Se ha señalado
el posible origen mediterráneo del alfabeto rúnico.
Las complejas,
y aún no completamente explicadas, perturbaciones que agitan
Escandinavia poco antes del inicio de nuestra Era y la Crisis
que sacude al Imperio durante el S. III d. C., contribuirán
a llevar a los germanos y otros pueblos bárbaros a las
fronteras con Roma y a traspasarlas con éxito. En 378 d.
C. los visigodos aniquilaban un ejército romano y abatían
al mismo emperador de Occidente cerca de la ciudad tracia de Adrianópolis.
Algunas décadas después, en diciembre del año
406, suevos, alanos y vándalos, cruzaban el Rhin, desparramándose
por las Galias y llegando a Hispania en 409, y al año siguiente,
en 410, era la propia Roma la que padecía, de la mano del
visigodo Alarico, el zarpazo de los bárbaros invasores.
Tradicionalmente,
se ha venido identificando las invasiones germánicas con
la caída del Imperio Romano, y aunque fue un elemento ciertamente
perturbador y un factor decisivo, no podemos perder de vista que
esos mismos bárbaros en absoluto buscaron la aniquilación
de Roma, sino que, bien al contrario, procuraron, en general,
presentarse como delegados del poder imperial y, una vez caído,
como continuadores del mismo. Así, la deposición
de Rómulo Augústulo en 476 d. C. por parte del hérulo
Odoacro, no se percibió como el fin del Imperio, habida
cuenta de que el bárbaro quiso presentarse como vicario
del poder imperial, sino que parecía ser poco más
que una de tantas deposiciones de emperadores como las que habían
menudeado en los años anteriores.
En realidad,
lo que acabó con el Imperio en Occidente, dando lugar a
los reinos bárbaros, no fue tanto la acción de Odoacro,
como la creciente desvinculación de las elites provinciales
romanas respecto a una Roma que, a la par que no garantizaba prosperidad
ni seguridad, exigía impuestos y pretendía ejercer
un estrecho control. Si la aristocracia provincial se puso del
lado de Roma, es porque prefería un poder lejano y débil
al poder cercano y brutal de los bárbaros, si bien, la
defensa de la romanidad solía basarse en la defensa de
la identidad y autonomía local.
No obstante,
en muchos lugares, las elites provinciales romanas o indígenas,
acabaron convergiendo en sus intereses con los bárbaros,
como es el caso de Avito y Teodorico II, o los britanos e, inicialmente,
los anglos, sajones y jutos. Si Egidio y Siagrio combatieron a
los godos, no fue tanto en defensa de Roma, sino porque, de la
misma manera que los intereses de la aristocracia territorial
a la que pertenecía Avito acabó convergiendo en
sus intereses con los visigodos, la más septentrional a
la que pertenecían Egidio y Siagrio, divergían.
Así mismo, aunque la jerarquía católica sería
más bien favorable a la reconquista justinianea, no podemos
olvidar que los obispos católicos también se apoyaron
en pueblos bárbaros como los suevos o los francos, a la
par que proporcionaban a los mismos una plataforma ideológica
que serviría para definir y consolidar los reinos bárbaros.
La resistencia de Clermont-Ferrand, Córdoba, Mérida,
los dominios de Siagrio, Hipona, ect. o bien la colaboración
de constituyen, en fin, un fenómeno complejo que ha de
analizarse a nivel particular y local, evitando caer en generalizaciones
demasiado simplificadoras.
Cambios
y permanencias
Inicialmente,
uno de los rasgos que caracteriza la presencia bárbara
en el Imperio de Occidente, es lo que se conoce como la sociedad
dual. Y es que, una de las debilidades que afectan a los
germanos invasores es su debilidad demográfica respecto
a la más numerosa población romana, justo en un
momento, además, en el que estos pueblos están en
pleno proceso de cristalización de su etnogénesis
o definición como entidad e identidad.
Si bien, la
mayoría de estas entidades bárbaras se han ido formando
como un agregado de pueblos de origen germánico, pero también
iranio y asiático e incluso a base de provinciales romanos
e indígenas rebeldes y descontentos, una vez establecidos
en un lugar, tienden a preservar su identidad, evitando toda relación
con los romanos: se prohíben los matrimonios mixtos, se
promulgan códigos jurídicos diferenciados, se mantiene
la fe arriana frente a la ortodoxía católica profesada
por los provinciales e incluso se instalan en ciudades, fortalezas
o áreas claramente separadas respecto a las poblaciones
romanas.
Sin embargo,
los intereses de la aristocracia romana y germana acabarán
en muchos casos por converger, por lo que asistiremos progresivamente
al creciente enlace de los hijos e hijas de ambos grupos. Por
su parte, a fin de consolidar su posición ante sus mismos
guerreros y legitimar su dominio sobre los provinciales romanos,
los monarcas germanos exigirán a las autoridades imperiales,
no sólo tributos y víveres, sino títulos
romanos, de manera que, desde monarcas de la primera oleada como
los visigodos hasta los de la segunda oleada como los francos,
ostentarán títulos de patricio, cónsul, magister
militum, etc.: Se trataba de consolidar el prestigio de cara
a los bárbaros y presentarse como legítimo señor
de los romanos. El siguiente paso será la conversión
al catolicismo, religión mayoritaria de los provinciales
romanos, con el fin de homogeneizar políticamente a la
sociedad dual. La soberanía de los reyes bárbaros
dejaba de ser diferenciada, para pasar a convertirse en territorial,
en un paso que implica la auténtica definición y
consolidación de los reinos bárbaros.
Por su parte,
incluso mientras estuvo vigente el sistema de la sociedad
dual, las invasiones bárbaras no supusieron necesariamente
graves y grandes cambios en los territorios del Imperio:
La propiedad
apenas sufrió modificación - si bien existen casos,
especialmente en el África vándala, en ocasiones
no está completamente claro, o bien es preciso analizar
el contexto particular - dado que solían asentarse
sobre tierras fiscales, es decir, tierras públicas pertenecientes
al Imperio, al Estado, incluso tierras abandonadas por los grandes
propietarios, o bien se exigía una tercera parte, pero
no de las tierras, sino de las rentas fiscales o impuestos que
éstas generaban.
Por otro lado,
los antiguos funcionarios y técnicos, siguieron al frente
de la administración. Incluso en lugares en los que, aparentemente,
la acción bárbara fue más destructiva, como
es el África vándala, Genserico mantuvo en general
las estructuras administrativas y a sus responsables al frente.
La asimilación
cultural de lo romano - especialmente entre los germanos de la
primera oleada, como los visigodos - o la conversión de
los bárbaros al catolicismo - como ocurre en el caso de
los francos -, a lo que hemos de añadir la conciencia que
tenían los reyes germánicos de que, manteniendo
las estructuras administrativas y los cuadros culturales resultaría
más fácil gobernar, gestionar y consolidar la posición
del reino - a los germanos quedaba reservado la representación
política y el poder militar, y aún esto, con excepciones
-, contribuirán, por tanto, a preservar muchos elementos
del mundo romano.
Desarrollo de los reinos bárbaros
Tradicionalmente,
el estudio de los reinos bárbaros se realiza conforme a
criterios geográficos, pero nosotros los clasificamos conforme
al orden de llegada al Occidente de Europa, con todo lo que ello
implica respecto a sus relaciones con la cultura romana y el catolicismo.
Así, podemos emplear el criterio "oleada" o "generación":
Primera
oleada o generación: Son
los que protagonizan el período de las invasiones y toman
contacto temprano con Roma. Entre otros, los suevos, vándalos,
visigodos, ostrogodos y burgundios
Segunda
oleada o generación: francos,
anglos y sajones
Tercera
oleada o generación: lombardos
En la columna
izquierda y a continuación se muestran enlaces a los distintos
reinos bárbaros:
Suevos
Vándalos
Visigodos
Ostrogodos
Burgundios
Francos
Anglos
y Sajones
Lombardos
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana