Basílica
de San Prudencio de Armentia
Introducción histórica
Armentia, población muy próxima a Vitoria,
fue sede de un efímero obispado desde el siglo IX hasta su
absorción por Calahorra en el año 1087.
En
1135 la Basílica de San prudencio de Armentia ya figura
como colegiata, pero la construcción del edificio románico
del que han sobrevivido importantes estructuras y que presenciamos
en la actualidad debe ser de finales del XII.
No obstante, en el siglo XVIII sufrió una aparatosa
remodelación por la que se rodeó de nuevos muros perimetrales
a excepción del ábside, se edificó un pórtico
en el costado meridional y se desmontaron puertas y esculturas monumentales,
volviéndolas a ubicar en lugares distintos. Fruto de esta reconstrucción,
gran parte de la escultura monumental románica se encuentra
descontextualizada.
Arquitectura y escultura de la Basílica de
Armentia
El templo de la Basílica de San prudencio de Armentia
es de una nave, transepto y cabecera constituida por un ábside
de planta semicircular y un tramo presbiterial no visible al exterior.
En el plano escultórico, tradicionalmente se ha
hablado de la participación de dos maestros (mejor habría
que hablar de dos talleres). Uno, el más rudo (casi podríamos
calificarlo de "tosco y rural"), es el que se ocupó
de los capiteles del ábside.
El segundo grupo de artistas, infinitamente más
cualificado, es el responsable del resto de la escultura: canecillos
y relieves reaprovechados, capiteles de las columnas descontextualizadas
que se hallan cerca de la entrada, en el interior, así como
los capiteles y las estatuas de los evangelistas en el interior del
crucero.
Este taller tiene evidente relación con el segundo
taller del claustro de Santo Domingo de Silos que, lejos de Castilla,
dejó su impronta en lugares de Aragón y Navarra como
el Monasterio de Irache o la portada de la iglesia de Eguiarte, entre
otros.
Exterior
Cuando el aficionado al románico se acerca a esta
iglesia siente un profundo desconcierto al ver la forma nada familiar
en que quedó tras las reformas del siglo XVIII. Desde el sur,
apenas podemos reconocer sus trazas medievales, ya que nos encontramos
con un pórtico moderno de cinco arcos sobre pilares, los muros
recrecidos del contorno del templo para albergar la vivienda parroquial
y el cimborrio aflorando tímidamente de tan elevado complejo.
Afortunadamente, la larguísima fila de canecillos
románicos -de los que nos ocuparemos a continuación-
nos da pista de que allí existió una iglesia románica
Sólo cuando nos acercamos al flanco oriental tenemos
la seguridad de su origen al reconocer el precioso ábside que
sí se salvó de las modificaciones, aunque el presbiterio
quedó embutido en el envoltorio moderno.
El ábside
El tambor del ábside es notable por lo adecuado
de sus proporciones. Es de buena sillería y cuenta con dos
esbeltas columnas entregas que dividen el hemiciclo en tres paños
o espacios murarios rectangulares con una ventana en cada uno de ellos.
Una cenefa lo anilla a la altura de los alféizares
de las ventanas.
Estos
ventanales se componen de la propia saetera que permite la iluminación
interior, rodeada por una estructura externa de doble arquivolta sobre
pareja de columnas. La arquivolta interior, plana, está decorada
con un bocel sogueado en la arista.
La colección de capiteles nos muestra grupos humanos
en actitudes difíciles de interpretar como consecuencia de
la falta de pericia del escultor -asombrosamente rudo en comparación
con el resto de la escultura de la basílica- y el pequeño
tamaño de las cestas.
No obstante, en uno de ellos parece que un personaje
muestra sus nalgas al espectador mientras que, a su lado, otro personaje
-ha de ser femenino- muestra también su enorme vagina.
En otro, lo que vemos son parejas de grifos desproporcionada
y toscamente esculpidos.
Las cestas y los canecillos de la cabecera no ofrecen
figuraciones románicas.
La puerta de ingreso
La puerta de ingreso a la iglesia la encontramos en el
muro sur bajo el pórtico citado.
Es el resultado del reaprovechamiento de piezas románicas,
puesto que las originales portadas (como mínimo dos) fueron
desmontadas en la reestructuración del siglo XVIII.
Los canecillos del muro meridional
En las obras del siglo XVIII se aprovecharon los canecillos
románicos del la primitiva iglesia para sujetar el nuevo alero
del costado meridional.
Esta
corona de canecillos es realmente soberbia. Dada la altura a que se
encuentran es aconsejable su observación con prismáticos
para no perder detalle.
Además de su por gran calidad artística,
sobresale la buena conservación. En ellos encontramos bustos
humanos y personajes de cuerpo entero (entre ellos, un espinario),
músicos, animales del bestiario real y fantástico como
cabezas de león (uno con una presa en las fauces), cabras,
bóvidos, dragones, una sirena pez o nereida con un pez en sus
brazos, un rostro barbado y cornudo que regurgita tallos vegetales,
etc.
Los relieves reaprovechados y cobijados en el interior
del pórtico
El prestigio alcanzado por la Basílica de San
Prudencio de Armentia en el contexto del románico español
se debe, en buena medida, a los relieves encastrados sobre el muro
sur y en el occidental del brazo del transepto, todos ellos cobijados
bajo el pórtico moderno.
Debieron pertenecer, al menos, a dos importantes portadas
de la basílica románica, seguramente ubicadas en el
hastial occidental y el muro sur, respectivamente.
Las
ya reiteradamente citadas obras destructoras del siglo XVII se encargaron
de desmontar las piezas más importantes. Al menos no terminaron
como escombros y se tuvo la sensibilidad de colocarlas en el lugar
que ocupan en la actualidad.
De todos estos relieves y piezas, nos ocuparemos especialmente
de los dos tímpanos (La Ascensión y el Cordero), además
de las representaciones del Santo Entierro con la Resurrección
y las Anástasis, además de los relieves secundarios
de la Anunciación y el "Caballero Victorioso".
Tímpano de la Ascensión de Cristo
Es de grandes proporciones y perfil apuntado. Debió
pertenecer a la portada principal. Sus relieves aluden al momento
de la Ascensión de Cristo en presencia de los once apóstoles,
Enoch y Elías más dos ángeles. El antinaturalismo
simbólico de la escultura románica y la adecuación
al marco arquitectónico quedan aquí perfectamente de
manifiesto ya que la figura de Jesús es dos veces mayor que
el tamaño de sus discípulos. Lamentablemente el rostro
de Jesús se ha perdido.
Tanto Eloch, Elías, como los ángeles se
encuentran por encima de unas estructuras arquitectónicas con
torres horadadas por ventanales. Es la forma habitual de representar
la Jerusalén Celeste.
Tímpano del Crismón y el Cordero
Este tímpano es de medio punto y de menores
dimensiones. lo que hace pensar que perteneció a una puerta
secundaria.
Está dividido en dos registros. En el inferior
aparecen tumbados (volando) dos ángeles que sujetan con sus
manos un crismón trinitario. Esta iconografía, dentro
del solar hispano medieval, es bastante habitual en Aragón
y Navarra.
En el registro superior aparece el Cordero de Dios con
la cruz (Agnus Dei) dentro de un clípeo circular flanqueado
por dos personajes arrodillados cuyas inscripciones los identifican
como San Juan Bautista e Isaías, con dos ángeles que
portan un crismón.
El Caballero Victorioso
En este muro sur quedan otras muchas piezas escultóricas
descontextualizadas como un relieve del caballero victorioso, personaje
a caballo que pisa con la pata del jumento la cabeza de un ser monstruoso.
Aunque a veces se identifica a este personaje con Santiago Matamoros,
se trata de un anacronismo y habría que identificarlo con la
del caballero cristiano idealizando a Carlomagno y Constantino.
La Anunciación
El otro relieve corresponde a una notable escena de la
Anunciación donde es muy reseñable el empeño
del escultor por dotar de belleza y detallismo las vestiduras de San
Gabriel y María. Lamentablemente, la cabeza de la Virgen está
perdida.
.
El relieve del entierro de Cristo
En el muro oeste del brazo sur del transepto encontramos
dos grandes relieves dentro de sendos arcos apuntados.
El conjunto de la derecha viene a mostrar con una sola
representación, de manera muy audaz, dos escenas consecutivas:
el Santo Entierro de Jesús y su Resurrección.
Dos personajes descabezados y dos ángeles se encuentran
junto al cuerpo de Cristo que ya yace sobre un sepulcro cubierto por
una sábana (llama la atención el vientre abultado de
Jesús). A la derecha, sentado a los pies del sarcófago
está sentado un precioso ángel que mira hacia arriba,
donde se hallan las Tres Marías que quieren embalsamar su cuerpo.
Esta parte de la secuencia está bastante mejor
conservada y es realmente espectacular.
La Anástasis
Se conoce como Anástasis (Resurrección
en griego) la bajada a los infiernos de Cristo, inmediatamente después
de su muerte, para liberar a los justos que habían muerto con
el pecado original. No es una escena demasiado frecuente en el románico
-a diferencia de la pintura bizantina- por lo que nos interesa especialmente
la iconografía plasmada en Armentia.
Cristo, de pie, dirige su cuerpo a la derecha del espectador
mientras mira hacia atrás tirando de la mano de un personaje
con túnica y las piernas semiflexionadas (Adán) lo que
enfatiza la sensación de dinamismo de la escena. Detrás
aparece Eva con el cabello cubierto propio de las mujeres casadas
medievales.
Detrás vemos varios demonios ilustrados como cabezas
horrendas con cabellos y barbas llameantes (cabezas de medusa) que
atormentan a diversos pecadores.
Un personaje semidesnudo fon falda de llamas de fuego
aparece en el extremo de la izquierda. se asocia al propio diablo
o al Hades de la iconografía bizantina.
Interior
Una vez en el interior, la iglesia de San Prudencio de
Armentia se nos presenta como un templo de cruz latina, de una nave
más otra de transepto, con cabecera constituida por una presbiterio
abovedado con medio cañón apuntado y un ábside
de planta semicircular, con tres ventanales de morfología idéntica
a como se ven en el exterior. La bóveda es la habitual de cuarto
de esfera.
De este interior, nuestro interés se centrará
en dos grupos columnarios que se encuentran junto a la entrada y que,
posiblemente, pertenecieron a la nave románica original; los
arcos torales con sus columnas y capiteles; además de las cuatro
estatuas del cimborrio; amén de algunas piezas muebles como
la estatua de la Virgen y el Niño, además de la pila
bautismal.
Las columnas de la entrada
Nada más entrar en la basílica por una
puerta recompuesta con diversos relieves reaprovechados y al acostumbrarnos
a la profunda oscuridad con que nos saluda el interior, lo primero
que vemos es una pareja de dobles columnas con sus respectivos capiteles,
que pertenecieron a otras estructuras de la iglesia.
Uno de ellos muestra un mascarón de animal aflorando
sobre plantas. A ambos lados, unos cuadrúpedos (parece adivinarse
la anatomía de perros galgos) agachan sus cabezas hasta el
nivel de los collarinos del capitel.
El otro tiene una composición similar pero iconográficamente
resulta más interesante. En el centro, de nuevo, tenemos una
cabeza de un animal (probablemente, un león) que devora a un
hombre del que sólo quedan a la vista sus piernas.
A cada lado, dos parejas de magníficos leones
atrapan y matan a dos animales idénticos que nos parecen corderos
o reses similares. A pesar de la aparente crueldad de la escena, estamos
muy probablemente ante una representación simbólica
de la muerte iniciática.
Las columnas de los arcos torales
Los capiteles de los cuatro arcos torales en que se apoya
el cimborrio son de gran de calidad plástica.
Su iconografía es variada. Los hay de motivos
vegetales muy elegantes y airosos (hojas de acanto, volutas, piñas,
etc.) aunque nos interesan más los figurados a base de caballeros,
centauros sagitarios, águilas y grifos.
El cimborrio y sus esculturas
La basílica de San Prudencio de Armentia dispone
de un crucero sobre el que se levanta un cimborrio de forma cúbica
al exterior.
En el interior, los cuatro arcos torales apuntados, formando
el habitual espacio cuadrado, soportan una bóveda de crucería
En las cuatro caras tenemos un ventanal de iluminación.
Los dos arcos cruceros de esta bóveda del cimborrio
descansan sobre cuatro estatuas con los símbolos de los evangelistas.

Son de una gran plasticidad y expresionismo gracias al
impacto que transmiten sus cuerpos de ángeles con las cabezas
animales (salvo Mateo, claro).
Encima de cada uno de los símbolos del Tetramorfos
aparece un ángel trompetero, que a buen seguro están
anunciado el Juicio Final.
Por debajo, las ménsulas donde se apoyan los relieves
también están esculpidas con rostros humanos y otros
motivos.
La pila bautismal
En el brazo del sur del transepto se conserva una pila
bautismal de grandes dimensiones con copa cuadrada decorada en su
parte superior con arcos en una cenefa, pie troncopiramidal y basa
con vegetales y relieves de dragones un tanto mutilados.
A modo de conclusión
No cabe duda
de que la Basílica de Armentia, a pesar de las reconstrucciones,
es uno de los principales y más espectaculares edificios románicos
del País Vasco, especialmente por la magnífica escultura
que nos legó el segundo taller, que además generó
una gran influencia en el románico de Álava y este de
Burgos.
