Mandeísmo
Es otra de las herejías de base gnóstica.
Fueron conocidos también como los nasareos.
Maniqueísmo
El origen del Maniqueísmo hay que buscarlo
en Persia y se extendió durante el siglo III d.C. por amplios
territorios, llegando al Imperio Romano.
El Maniqueísmo creía en la dualidad
bien mal que se encuentran el lucha permanente: luz y tinieblas
que llegaron a asociarse al Dios del Antiguo Testamento y al del
Nuevo Testamento.
De nuevo, la luz espiritual se encuentra cautiva por la carne
y ha de ser liberada. Aquellos que se convertían "oyentes"
aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales
ya no necesitarían reencarnarse más.
El Maniqueísmo de hace 1.800 años comparte
con la New Age actual la idea de que Jesús, Buda y otras
muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad
para ayudarla en su liberación espiritual.
Priscilianismo
El Priscilianismo fue una herejía de doctrinas
gnóstica y maniquea como otras que ya hemos descrito anteriormente,
que nació en la Hispania romana durante el siglo IV d.
C. enseñadas por el egipcio Marco, que fue sumando seguidores
como una dama de nombre Ágape y posteriormente Prisciliano,
su principal impulsor.
De nuevo estamos frente a la dualidad material y
espiritual de fantasioso esoterismo donde se mezclan reinos de
luz y oscuridad, poderes por alcanzar, almas arrancadas de la
divinidad, etc. Este estado de cosas sólo se superaría
con la liberación del dominio de la materia. Cristo vino
en cuerpo celeste que se asemejaba al del resto de los humanos
y con su muerte aparente liberó las almas humanas de las
garras de la materia.
Como tantas creencias maniqueas, lo material era
mal visto y ello les llevó a una serie de prácticas
de exacerbada ascesis.
Herejías basadas en las disputas
cristológicas
Se conoce con la expresión Disputas Cristológicas,
las discusiones, creencias, desviaciones, dogmas etc. que rodearon
la naturaleza de Jesucristo durante los primeros siglos del Cristianismo.
Hasta que se estableció el dogma trinitario, la consustancialidad
del Hijo y el Espíritu con el Padre, la preexistencia de
la persona divina de Cristo antes de la creación del universo
y la auténtica encarnación de la Segunda Persona
en las entrañas vírginales de María, hubo
numerosos debates y desviaciones heréticas de todo tipo.
Algunas de esas herejía surgidas en la Antigüedad
pero que pudieron llegar en mayor o menor medida al periodo medieval
fueron:
Arrianismo
Fue una de las herejías más difundidas
en los primeros siglos del cristianismo. Arrio fue un obispo que
divulgó sus enseñanzas entre las últimas
décadas del siglo III y comienzos del IV. Para él,
Jesucristo fue una criatura creada por Dios, por tanto no es divino.
También consideraba lo mismo del Espíritu Santo.
Dos importantes concilios del siglo IV, Nicea y Constantinopla
fijaron el dogma trinitario y la consustancialidad del Hijo y
del Espíritu Santo con el Padre. Con ellos el arrianismo
desapareció prácticamente del Imperio de Oriente.
Paradójicamente,
cuando ya se había desvanecido en la zona oriental del
Imperio, el asentamiento de los pueblos germánicos -concretamente
visigodos y burgundios- en la parte occidental la hizo sobrevivir
hasta el siglo VI.
Hasta entonces
la adscripción al arrianismo, doctrina a la que habían
sido convertidos estos pueblos por el Obispo Ulfilas durante su
asentamiento al otro lado del Danubio, había funcionado
como elemento de cohesión ideológica y social de
la minoría germánica, erigida en superestructura
política y militar en la parte occidental del Imperio.
De hecho,
la monarquía goda que gobernó la antigua
Hispania romana fue arriana hasta finales del siglo VI cuando
Recaredo, hijo de Leovigildo, se bautizó en el Catolicismo
trinitario.
Adopcionismo
En la Alta Edad Media
las herejías tienen un carácter fundamentalmente
doctrinal, herederas en muchos casos de controversias cristológicas
surgidas en los siglos anteriores, y con frecuencia de un marcado
carácter local.
El Adopcionismo es uno de los dos tipos en que se
divide la herejía llamada monarquianista. Es una herejía
cristológica nacida en el siglo II y desarrollada durante
varias centurias posteriores.
Para los adopcionistas, Jesús nació
sobrenaturalmente por obra del Espíritu Santo de la Virgen
María, pero el ser nacido era un mero hombre que luego
fue adoptado por Dios. Este hombre recibió poder divino
en el momento de su bautismo en el río Jordán.
La herejía adopcionista tuvo un fuerte rebrote
en época medieval -concretamente en el siglo VIII- en que
los obispos de Toledo, Elipando y de Urgell, Félix -probablemente
para establecer una especie de sincretismo con el islam que dominaba
casi toda la Península Ibérica- lo defendieron frente
a las críticas de los cristianos del norte -entre ellos
el célebre monje Beato-.
Esta querella obligó a intervenir al
emperador Carlomagno y la herejía fue completamente refutada
en el segundo Concilio de Nicea celebrado en el año 787
y en el Concilio de Francfort de 794.
Otras herejías del mundo
antiguo
Pelagianismo
El Pelagianismo fue una doctrina herética
establecida por un monje inglés llamado Pelagio entre los
siglos IV y V d. C. Se extendió por Oriente y el Norte
de África en el siglo V, y sobrevivió hasta el siglo
VI en la Galia y Gran Bretaña. Doctrinalmente afectaba
a cuestiones relacionadas con la gracia y el pecado original;
en efecto, Pelagio opinaba que el Pecado Original
sólo afectó a Adán, pero no al resto de los
hombres por lo que el sacramento del Bautismo es innecesario.
De igual forma, el hombre no necesita de la Gracia divina para
su salvación pues es completamente autosuficiente, puesto
que no posee una naturaleza caída con tendencia al pecado
y puede comportarse con plena perfección moral en base
a su libre albedrío -siguiendo el ejemplo de Cristo- hasta
ganarse el premio de la salvación.
Fue muy contestado por figuras tan sobresalientes
como San Agustín y San Jerónimo.
Donatismo
Fue un movimiento de carácter rigorista que
dejaba fuera de la comunidad a los pecadores, y que tuvo gran
fuerza en el norte de África durante los siglos IV y V.
Herejías medievales
A partir del año
1000, y durante la Plena Edad Media, las nuevas condiciones de
vida, el desarrollo urbano, y la centralización pontificia
contribuyeron a crear un clima favorable a los nuevos movimientos
heréticos que cabría conceptuar como herejías
de masas, en algunos casos vinculados a movimientos mesiánicos,
proféticos y milenaristas, en otros a los movimientos de
pobreza voluntaria.
Milenarismo Joaquinita
De entre los primeros
cabe destacar el milenarismo joaquinita, surgido a finales del
siglo XII, por su proyección temporal, ya que sus enseñanzas
aparecen en brotes heréticos del siglo XV, como los Herejes
de Durando (1445). Proclamaba la llegada de la "Era de Espíritu
Santo", en la que la historia llegaría a su plenitud.
Iglesia
Valdense
Dentro de los movimientos
de pobreza voluntaria estricta el de mayor trascendencia fue el
valdense, fundado por Pedro de Valdo, rico comerciante que abandonó
sus bienes para fundar una comunidad de predicadores regidos por
un rígido principio de pobreza voluntaria. Aprobados inicialmente
por el Papa, rechazaron poco después la prohibición
de predicar sin autorización eclesiástica en cuanto
laicos, y por ello fueron excomulgados en 1184. Los moderados
volvieron a la Iglesia, mientras que los más radicales
adoptaron posiciones heréticas.
Albigenses
y cátaros
Caso aparte es el de albigenses
y cátaros. Fue la más importante de todas las herejías
medievales, no sólo por su arraigo y extensión territorial
- afectó a todo el Mediodía francés - , sino
por sus repercusiones políticas, y por ser la única
que realmente supuso un grave peligro para la unidad de la Iglesia.
Los cátaros, herederos
de los movimientos dualistas basados en los principios del maniqueísmo,
creían en dos principios el Bien y el Mal, organizándose
en una iglesia aparte, en la que los fieles se dividían
en perfectos, minoría de consejeros, y fieles, masa de
creyentes.
Admirado por muchos en
la actualidad -en parte por ignorancia al no conocer los estrambóticos
preceptos en que se basaban- han sido fatuamente convertidos en
"paladines de la libertad de conciencia contra la opresora
iglesia medieval"
Sin embargo, las creencias
de los albigenses llegaron a ser en muchos casos de un extremismo
ciertamente estremecedor, donde se remansaron muchas de las tesis
gnósticas ya comentadas anteriormente. Para empezar creían
que todo lo material era malo, incluyendo el cuerpo y todo ello
lo había creado un dios maligno. En cuanto a la naturaleza
de Jesucristo creían que fue en verdad un ángel,
y que su muerte y resurrección tenían un sentido
meramente alegórico.
Por contra, lo único
bueno es el espíritu creado por un dios benigno al que
había que adorar. Esta confrontación maniquea y
dualista entre el bien-alma y el mal-cuerpo debía conducir
a que el alma debía ser liberado del cuerpo. En este contexto,
procrear hijos era lo peor que se podía hacer puesto que
suponía atrapar nuevos espíritus en en el abominable
mundo material y corporal.
No obstante, aunque el
matrimonio estaba prohibido, se permitía la fornicación.
Algo que chocaba con su espíritu de rigorismo ascético
estrictísimo (hay que recordar que la palabra cátaro
procede del griego kataros que significa "puro" o "perfecto"):
ayunos severos que en ocasiones terminaban en muerte por inanición,
mortificaciones, incluso el suicidio de liberación (para
liberar el alma del cuerpo) etc. en algunos casos extremos los
"creyentes" (seguidores) asesinaban a los "perfectos"
en su deseo de liberación del cuerpo.
También abolieron
los sacramentos, que fueron sustituidos por el consolatum, que
se administraba antes de la muerte.
Tolerada por algunas autoridades
con intereses políticos (fueron protegidos y alentados
por Pedro II de Aragón y Raimundo VI de Toulousse) la herejía
albigense se extendió con rapidez, convirtiéndose
en un verdadero movimiento de masas que embaucó a numerosos
seguidores simplemente por el hecho de encontrarse insatisfechos
y embarcarse en un cambio radical de vida.
En el propio desarrollo de este movimiento herético
tan grave, se produjo desafección entre sus filas y disminución
de seguidores. Por un lado, la prohibición de tener hijos
y otras creencias exacerbadas sobre la reproducción tendría
como resultado una disminución demográfica. También
afectó la creencia de que si un perfecto pecaba, aquéllos
que habían recibido de él el consolatum también
se condenaban.
Tras diversos intentos
de reconducir la situación en sínodos y concilios,
el Papa Inocencio II envió a Santo Domingo de Guzmán
y a monjes cistercienses para convencerlos pero los albigenses
reaccionaron matando al legado papal Pedro de Castelnau. A continuacíon
se proclamó la Cruzada, que dirigida por Simón de
Monfort destruyendo este movimiento.
Wyclifismo
(Lolardismo)
El wiclyfismo representó
una ruptura total con la Iglesia, ya que afirmaba que existía
una relación directa entre los hombres y Dios, sin la intromisión
de la iglesia por lo que desaparecía la mediación
sacerdotal.
Juan de Wyclif consideraba
que las Escrituras eran suficientemente claras y no necesitaban
la interpretación de la Iglesia, por lo que favoreció
la traducción de la Biblia. No obstante se entendía
que el Antiguo Testamento era muy inferior en verdad al Nuevo,
por lo que todo lo que se apartaba del Nuevo Testamento era dañino.
Tras su muerte sus enseñanzas
se expandieron con rapidez: su Biblia apareció en 1388
y sus doctrinas se matizaron en tres corrientes, la académica,
la política - grupos de parlamentarios y nobles deseosos
de que la monarquía se sacudiera la tutela del pontificado
-, y la popular que habría de proyectarse en el movimiento
de subversión social.
Las obras de Juan de Wyclif
influyeron de manera inequívoca en el fundador del otro
gran movimiento de la época, el Husismo y posteriormente
en el Luteranismo y Calvinismo.
Al igual que el movimiento protestante postmedieval
los lolardos prohibieron las imágenes en los templos, así
como las peregrinaciones, la invocación intercesora de
los santos y lo que es más importante: la Misa y los Sacramentos.